viernes, 6 de diciembre de 2019

Hora Santa en reparación por ultraje contra la Madre de Dios en Italia 051219


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Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la ofensa y ultrajes cometidos contra la Inmaculada Concepción por parte de un grupo feminista en Italia. Para mayor información, se puede consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Tantum ergo Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Aunque existieran otros males verdaderos aparte del pecado, el pecado será siempre el mayor mal de los males, por lo que excede a los demás y porque es causa de los demás[1]. Según los filósofos y Padres de la Iglesia, el mal es privación de un bien. Así San Juan Damasceno: “No es el mal otra cosa que privación de bien, como las tinieblas son privación de la luz”[2]. Y San Agustín dice: “Ninguna es la naturaleza del mal, sino la pérdida del bien tomó nombre de mal”[3]. Y así sucede en el alma, cuando se encuentra privada de la gracia, sumo bien: reina el pecado, sumo mal.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Así como es el mal que se adquiere con el pecado, así es el bien que se pierde cuando se pierde la gracia. Si hacemos contabilidad de los bienes que se pierden con lo que el mundo llama “males”, y los comparamos con los bienes espirituales –y materiales- que perdemos con el pecado, veremos que la pérdida de bienes a causa del pecado es incontablemente mayor que la provocada por los denominados “males”, pues no hay punto de comparación entre el mal que es el pecado y los males que ocasionan los males terrenos[4].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Podemos decir que la pobreza es privación de riquezas; la ignorancia, de honra; la muerte, de la vida y todos sus gustos. Ahora bien, las riquezas temporales, que son caducas y perecederas, son nada en comparación de las riquezas eternas y seguras de las que priva el pecado. Así, la honra y gloria mundana es nada respecto de la gloria celestial de que priva el pecado; la vida temporal es nada respecto de la vida espiritual, de que priva el pecado y así con todas las riquezas, honras, gustos y vida de este mundo, son nada respecto de Dios, de quien priva el pecado[5].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El pecado es un monstruo horrendo y pestilente, que se lleva todo el bien del alma. Es un mal infinito, que priva del bien infinito. Nada tiene que ver Dios, del cual nos priva el pecado, con el estiércol de las riquezas temporales, de las cuales priva la pobreza y con los demás bienes miserables del mundo, que quitan los otros males. Dios excede infinitamente a todo bien y así, al pecado que nos priva de todo bien, hemos de considerarlo como mal infinito que excede a todo otro mal. En Dios están todos los bienes: gran mal es el que priva de tantos bienes. Todo mal es el que priva de todo bien y ése mal es el pecado[6].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         El pecado es mal de los males, porque fue causa de todos los males. Un solo pecado de Adán fue tan pestilente, que infectó a todo el mundo e introdujo cuantos males hay en el mundo: necesidades, guerra, hambres, dolores, enfermedades, pestes, injusticias, corrupción de la naturaleza y muerte[7]. Los miles de millones de muertos que alberga la tierra, son fruto de un solo pecado, el pecado original, con el cual se introdujo la muerte para el hombre. Esto nos debe llevar a considerar cuán grande es el pecado y cuán grande e infinito es el bien de la gracia que el pecado nos priva, para hacer el propósito de estar dispuestos a perder la vida, antes que cometer un solo pecado, mortal o venial deliberado.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 297.
[2] Lib. 2, De Fide, cap. 4.
[3] Lib. 11, De Civit., cap. 9.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 297.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 297.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 298.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 298.

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