Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y
el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el violento
ataque sufrido por una iglesia dedicada a la Virgen en Antofagasta, Chile. Además,
en este asalto, se produjo el robo de unas reliquias invalorables del P. Pío de
Pietralcina. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar
el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
La
Eucaristía, al contener la substancia humana divinizada y la divinidad del
Hombre-Dios Jesucristo, es un bien tanto para el alma, como para el cuerpo[1]. Para
el alma, lo dice así San Cirilo de Jerusalén: “Si te hincha el veneno del
orgullo, recurre a la Eucaristía y el Pan, bajo cuya apariencia se ha ocultado
tu Dios, te enseñará la humildad. Si arde en ti la fiebre de la avaricia, come
de este Pan y aprenderás generosidad”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Con respecto
a los beneficios de la Eucaristía, continúa San Cirilo: “Si te entristece el
viento helado del egoísmo, recurre al Pan de los Ángeles y en tu corazón
brotará lozana la caridad. Si te sientes empujado por la intemperancia,
aliméntate del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que tan excelentemente practicó la
sobriedad en su vida terrena y harás temperante”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Continúan
los beneficios de la Eucaristía para el alma, siempre según San Cirilo: “Si
eres perezoso e indolente para las cosas espirituales, cobra fuerzas con este
alimento celeste, y te harás fervoroso. Si, en fin, sientes que te arde la
fiebre de la impureza, siéntate en el banquete de los Ángeles y la Carne
inmaculada de Cristo te hará puro y casto”. Al respecto, fue San Carlos
Borromeo quien recomendó la comunión frecuente al joven Luis Gonzaga, quien
luego fue un santo destacado por su caridad y castidad. A su vez, San Felipe
Neri decía: “La devoción al Santísimo Sacramento y la devoción a la Virgen son,
no el mejor, sino el único medio para conservar la pureza. No hay como la
comunión para conservar puro el corazón de veinte años… No puede haber castidad
sin Eucaristía”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La Eucaristía
es también un gran bien para el cuerpo, no solo para el alma. Esto se puede
constatar, por ejemplo, en los milagros ocurridos en Lourdes, lo cual recuerda
lo dicho por el Evangelio: “Salía de Él una virtud que curaba a todos” (Lc 8,
46). Por otra parte, innumerables cuerpos han sido curados por el Señor, que viene
a lo más profundo del ser del hombre, oculto en apariencia de pan y vino.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Es una verdad que se puede constatar día a día, que
innumerables enfermos del cuerpo, han experimentado notable mejoría e incluso la
curación, al recibir al Santísimo Sacramento del altar. Una persona puede
alimentarse con el pan material, pero si no se alimenta con el pan del altar,
tanto el cuerpo como el alma se resienten de esta falta. Una vez, San José
Cottolengo se dio cuenta que muchos de los menesterosos de la “Casa de la
Providencia” no se habían acercado a la Santa Comunión, por lo que el copón
seguía lleno. Precisamente aquel día escaseaba el pan. El santo, dejando el
copón sobre el altar, se volvió y dijo expresivamente: “¡Copón lleno, bolsas
vacías!”. Y esto es así: Jesús es la plenitud de la vida y del amor del alma;
sin Él, sin la Eucaristía, el alma queda vacía y árida; con Él, en cambio, se
poseen sin reserva todos los bienes, toda la santa pureza y toda la alegría
celestial.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli,
Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios
de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 86-87.
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