viernes, 20 de diciembre de 2019

Hora Santa en reparación por un atentado contra dos pesebres en Francia 181219



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por dos ofensas dirigidas contra el pesebre en Francia: en Tolouse, un grupo de musulmanos gritó “fascistas” a unos niños que interpretaban el Nacimiento de Belén; en otra localidad francesa, unos desconocidos guillotinaron las imágenes del pesebre. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Panis angelicus”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Si se hiciera una comparación con la luz del día, aun la más esplendorosa y brillante, con la gracia, se podría decir que la luz del día es, comparada con la luz de la gracia, una gran sombra[1]. Algunos santos, como San Efrén, San Macario y otros, comparan a la luz, que es la cosa más admirable y noble que conocen los sentidos, con la gracia, aunque en realidad para ellos no había punto de comparación, por lo que dijimos antes: comparada con la gracia, la más brillante luz del día no es más que una gran sombra.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Los Santos Padres llaman a la gracia “la luz de Dios”, porque si bien no hay comparación entre la gracia, que es espiritual y la luz, que pertenece al mundo de la materia, alguna comparación se puede hacer[2]. Es decir, por la luz material que vemos, se puede en algo imaginar algo de la luz espiritual que es la gracia, aunque como ya lo hemos dicho, la misma luz que alegra al mundo no es más que una sombra de la gracia.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.  

Meditación.

Por ser Dios el Autor de la gracia, le llama Santiago “Padre de las luces, del cual desciende todo don perfecto”[3], esto es, la gracia, que es don de Dios y perfectísimo. Por la misma causa los que están en gracia se llaman “hijos de la luz” y sus obras, “obras de la luz”, como las obras de los santos. Esto, al contrario del pecado, que se llama tinieblas, siendo los demonios, causas de ellos, rectores de las tinieblas. Se compara entonces a la gracia con la luz, por la excelencia de la misma luz, porque es la luz la más noble de todas las calidades sensibles, siendo las otras cosas de poca estima, que no pueden dar gusto a la vista.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

La luz es calidad tan eminente y rara, que ha admirado desde siempre a las mentes más lúcidas, que han debido hacer grandes esfuerzos para explicar su naturaleza. Dijo un filósofo que no había cosa más clara que la luz, ni tampoco más oscura: clara, al sentido que la ve; oscura, al ingenio que no la comprende ni sabe definir qué cosa es[4]. Y si esto sucede con la luz material, que con todo puede ser explicada en su naturaleza y en su obrar, ¿qué decir de la luz de Dios, la gracia, la luz divina que hace al alma participar de Dios, que es Luz Increada? ¿Cómo explicar la gracia, en cuanto luz participada que nos hace partícipes de la Luz Increada e Inaccesible que es Dios?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

San Dionisio Areopagita dice que el Sumo Bien es alabado con renombre de luz, pero hete aquí que el Sumo Bien, con la primera cosa con la que adornó al mundo, cuando lo creó, es con la luz, a la cual hizo primero que a todas las naturalezas, para que a todas les diera color y brillo[5]. De la misma manera, se puede decir de modo análogo con la luz espiritual que es la gracia: así como hay diferencia entre las tinieblas de la noche y la luz del día, así hay diferencia entre un alma en pecado y un alma en gracia: la luz alegra a la naturaleza, mientras que las tinieblas la oscurecen y entristecen y lo mismo sucede con las almas. El pecado es todo horror, oscuridad, lobreguez, espanto y un manto de luto sobre un alma muerta; la gracia es alegría y gozo; hermosura y vida, brillo y esplendor en un alma viva con la vida de Dios Trinidad.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 304.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 304.
[3] 1, 17.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 305.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 306.

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