Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por dos ofensas dirigidas contra
el pesebre en Francia: en Tolouse, un grupo de musulmanos gritó “fascistas” a
unos niños que interpretaban el Nacimiento de Belén; en otra localidad
francesa, unos desconocidos guillotinaron las imágenes del pesebre. Para mayor
información, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Panis angelicus”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Si
se hiciera una comparación con la luz del día, aun la más esplendorosa y
brillante, con la gracia, se podría decir que la luz del día es, comparada con
la luz de la gracia, una gran sombra[1]. Algunos
santos, como San Efrén, San Macario y otros, comparan a la luz, que es la cosa
más admirable y noble que conocen los sentidos, con la gracia, aunque en
realidad para ellos no había punto de comparación, por lo que dijimos antes:
comparada con la gracia, la más brillante luz del día no es más que una gran
sombra.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Los
Santos Padres llaman a la gracia “la luz de Dios”, porque si bien no hay
comparación entre la gracia, que es espiritual y la luz, que pertenece al mundo
de la materia, alguna comparación se puede hacer[2]. Es
decir, por la luz material que vemos, se puede en algo imaginar algo de la luz
espiritual que es la gracia, aunque como ya lo hemos dicho, la misma luz que
alegra al mundo no es más que una sombra de la gracia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Por
ser Dios el Autor de la gracia, le llama Santiago “Padre de las luces, del cual
desciende todo don perfecto”[3],
esto es, la gracia, que es don de Dios y perfectísimo. Por la misma causa los
que están en gracia se llaman “hijos de la luz” y sus obras, “obras de la luz”,
como las obras de los santos. Esto, al contrario del pecado, que se llama
tinieblas, siendo los demonios, causas de ellos, rectores de las tinieblas. Se compara
entonces a la gracia con la luz, por la excelencia de la misma luz, porque es
la luz la más noble de todas las calidades sensibles, siendo las otras cosas de
poca estima, que no pueden dar gusto a la vista.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La
luz es calidad tan eminente y rara, que ha admirado desde siempre a las mentes
más lúcidas, que han debido hacer grandes esfuerzos para explicar su
naturaleza. Dijo un filósofo que no había cosa más clara que la luz, ni tampoco
más oscura: clara, al sentido que la ve; oscura, al ingenio que no la comprende
ni sabe definir qué cosa es[4]. Y
si esto sucede con la luz material, que con todo puede ser explicada en su
naturaleza y en su obrar, ¿qué decir de la luz de Dios, la gracia, la luz
divina que hace al alma participar de Dios, que es Luz Increada? ¿Cómo explicar
la gracia, en cuanto luz participada que nos hace partícipes de la Luz Increada
e Inaccesible que es Dios?
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
San
Dionisio Areopagita dice que el Sumo Bien es alabado con renombre de luz, pero
hete aquí que el Sumo Bien, con la primera cosa con la que adornó al mundo,
cuando lo creó, es con la luz, a la cual hizo primero que a todas las
naturalezas, para que a todas les diera color y brillo[5]. De
la misma manera, se puede decir de modo análogo con la luz espiritual que es la
gracia: así como hay diferencia entre las tinieblas de la noche y la luz del
día, así hay diferencia entre un alma en pecado y un alma en gracia: la luz
alegra a la naturaleza, mientras que las tinieblas la oscurecen y entristecen y
lo mismo sucede con las almas. El pecado es todo horror, oscuridad, lobreguez,
espanto y un manto de luto sobre un alma muerta; la gracia es alegría y gozo;
hermosura y vida, brillo y esplendor en un alma viva con la vida de Dios
Trinidad.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 304.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 304.
[3] 1, 17.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 305.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 306.
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