Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Catedral Basílica
Nuestra Señora del Rosario de Manizales, Colombia. Para mayores datos acerca de
este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
Cristo Dios no murió en la cruz por obligación hacia
nosotros -que no la tenía de ninguna forma-, sino que murió de amor; Cristo
Dios murió por amor a todos y cada uno de nosotros en la cruz y no contento con
esto, derramó su gracia sobre nosotros con su Sangre y Agua que brotaron de su
Corazón traspasado y esto lo hizo para que nosotros, por la gracia, nos
uniéramos a Él por la caridad y así devolviéramos amor por amor[1]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
nuestros corazones se inflamen en el Amor de Dios al contacto con la Eucaristía,
para que seamos capaces de devolver a Dios el amor con el que Él nos amó desde
la eternidad!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Sin embargo, muchos cristianos, a pesar de esta muerte de
Cristo Dios en la cruz por amor y sólo por amor, no sólo no desean recibir la
gracia, sino que se muestran como los más ingratos del mundo, al rechazar el
Amor de Dios que gratuitamente se nos da desde la cruz. Por esta razón, quien
recibe la gracia y con ella la caridad debe, con esta caridad recibida, que es
participación en el Amor de Dios, responder a Dios con amor, según el refrán
que dice: “Amor con amor se paga”. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, que nunca se apague en nuestros corazones la caridad
hacia Cristo Dios!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Cristo Dios muere por amor en la cruz por nosotros y
nosotros, los cristianos, ¿qué hacemos en correspondencia? ¿Agradecemos a Dios
su sacrificio de amor, o más bien nos deleitamos en las cosas de la tierra?
¿Damos gracias a Cristo Dios, porque permitió que su Sagrado Corazón fuera
traspasado, para derramar sobre nuestras almas la Divina Misericordia, o más
bien nos gozamos con placeres terrenos y mundanos? ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, aparta nuestros corazones de los
placeres terrenos y acércalos al Amor de Dios presente en la Sagrada Hostia!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
A pesar del infinito y eterno Amor con el que nos amó Cristo
Dios desde la cruz, es una realidad que se puede constatar a diario, que hay
quienes prefieren morir eternamente, al rechazar la gracia, que amar a Dios con
amor de caridad. La caridad se nos da gratuitamente, para que paguemos, aunque
sea mínimamente, el Amor de nuestro Creador, demostrado para con nosotros con
su misterio pascual de muerte y resurrección, continuado real y místicamente en
la Eucaristía. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que respondamos con amor al Amor de Dios que se nos dona en la cruz
y en la Eucaristía!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Con
su muerte en cruz y con el don del Amor de su Sagrado Corazón traspasado en la
cruz y prolongando su Encarnación en la Eucaristía, Cristo Dios realizó la obra
más grande de su omnipotencia, de su sabiduría y de su amor para con nosotros,
no sólo derrotando a nuestros tres grandes enemigos –el Demonio, el Pecado y la
Muerte-, sino donándonos la gracia y, con la gracia, la caridad, la participación
en el Divino Amor. No despreciemos, con nuestra ceguera y nuestra arrogancia,
esta obra maravillosa de Dios en nuestras almas: rechacemos el pecado y demos
si es necesario esta vida terrena, con tal de mantenernos en gracia, para que
esa gracia, al final de esta vida terrena, se convierta en gloria en el Reino
de los cielos. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que seamos capaces de dar la vida terrena, antes que perder el Amor
de Dios contenido en la Divina Eucaristía!
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
”Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Te vengo a pedir, te vengo a
pedir, oh Madre de Dios”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Ápostolado Mariano, Sevilla s. d., 275.
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