Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el violento
ataque sufrido por un colegio católico en la India, a manos de extremistas
hindúes. El informe completo acerca del lamentable hecho se encuentra en el
siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento
del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón
de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
El alma que está en gracia debe en todo contentar a su
Divino Esposo, Dios Trino, que inhabita en ella por la gracia y por la gracia
la desposa en unión esponsal[1]. En
efecto, afirma un autor, “el alma en gracia debe corresponder a la lealtad de
Dios y no hacer nada en que falte a la fe de esposa fiel. Ha de hacer lo que
esté a su alcance para dar gusto a su esposo querido; toda ha de ser para su
amado, así como su Amado es todo para ella; todo su afecto ha de estar en servirle, todo su
corazón en amarle, toda su memoria en acordarse de Él, todo su entendimiento en
conocerle y admirarle” [2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si bien todas las creaturas le deben a Dios, con todas sus
fuerzas, el servicio y el amor por el solo hecho de ser creaturas suyas, el
alma que está en gracia adquiere una nueva obligación, a causa de esta unión
esponsal tan admirable que se establece entre el alma y Dios por la gracia y
esta obligación es tan grande, que debe el alma emplear todas sus fuerzas, todo
su ser, su querer, su pensar, en agradarle y evitar el más mínimo disgusto a
Dios, su Divino Esposo[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que en
todo seamos capaces de agradar a Dios, nuestro Divino Esposo!
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
la unión del alma con Dios por la gracia se encuentra otro bien del matrimonio
terreno y es el de la inseparabilidad: Dios quiere estar eternamente con su
esposa, el alma en gracia y por parte suya no puede faltar, porque es inmortal
y no puede morir, pero además es inmutable y no puede arrepentirse y es
justísimo, por lo que no puede agraviar[4]. A
todas y cada una de estas características del Divino Esposo, debe el alma en
gracia corresponder con todas sus fuerzas, con todo su ser, con todo su querer.
¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nos
esforcemos, con todo nuestro ser, en darle contento a Dios Nuestro Señor!
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Entre los seres humanos, sucede que el vínculo matrimonial
se puede deshacer con la muerte de uno de los cónyuges, o también se pueden dar
faltas en la lealtad y en el amor que mutuamente se juraron una vez ante el
altar; sin embargo, en el matrimonio místico que se establece entre Dios y el
alma por la gracia, nada de esto puede suceder, de parte de Dios, porque Dios
es, como dijimos, inmutable y justo y por esa inmutabilidad y justicia no puede
quebrantar su unión de amor con el alma[5]. Si
fuera por Dios, Él no se apartaría eternamente del alma, amándola hasta el
extremo, sin jamás siquiera pensar en el divorcio. Lamentablemente, este
divorcio puede ocurrir por parte del alma, cuando esta se deja seducir por los
falsos encantos del pecado, apartándose así de su Amado Esposo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Refiriéndose a la unión del alma con Dios, dice así Santo
Tomás: “Alma mía, el matrimonio que entre ti Dios se comenzó en el bautismo y
es ratificado con la buena vida, en la Patria celestial será consumado y después
de aquel primer consorcio será imposible hacer divorcio. Porque así el esposo
como la esposa serán inmortales en el cielo. En esta vida sólo puede faltar
este matrimonio por la muerte del alma cuando cae en pecado; porque así como se
acaba el matrimonio humano con la muerte de uno de los casados, así el matrimonio
divino del alma con Dios acaba con la muerte del alma si comete algún pecado
mortal. Pero aún en esto hay gran diferencia entre el matrimonio de Dios y de
los hombres: que el excusar la muerte del cuerpo no está en nuestras manos y
así no está en la libertad humana continuar el matrimonio; pero el excusar la
muerte del alma está en nuestra mano y así puede el alma eternizar este
divinísimo vínculo conyugal con Dios”. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, que nuestro vínculo de amor con Dios por la gracia se
mantenga más allá de esta vida, de modo que podamos gozar eternamente de su
Amor esponsal!
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 237.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 237.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 238.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 238.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 238.
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