Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio
por quienes cometen el abominable crimen del aborto. Recientemente, se conoció
la noticia de la muerte de un médico abortista, encontrándose en su propia casa
los restos de más de dos mil abortos. El informe completo sobre este lamentable
hecho se encuentra en el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los
amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario
(misterios a elección).
Primer Misterio.
Meditación.
La Virgen María es nuestra Reina
celestial y nosotros, como sus súbditos, debemos en todo obedecer sus pedidos y
llamados maternales[1].
Ella nos llama a ser fieles, prontos y obedientes, sin demoras en cumplir lo
que nos pide. Seremos sus hijos amados y fieles si observamos siempre lo que
nos pide, si escuchamos su voz, si nos dejamos conducir con docilidad. Un buen
hijo se caracteriza por la prontitud a realizar lo que se madre le pide: así
debemos ser nosotros en lo que nuestra Madre celestial nos pide.
Un padrenuestro, Diez Ave María, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
El cristiano que es fiel a los pedidos
de la Virgen, sin dejarse contaminar por las vanas atracciones del mundo, se
convierte en un fiel espejo en el que la Virgen se puede reflejar, además de
difundir a su alrededor el perfume de sus virtudes. El que es fiel a los
pedidos de virtud y santidad de la Virgen avanza con seguridad y firmeza por el
camino que Ella traza, según los designios de Dios, sin desviarse por las
distracciones de las creaturas.
Un padrenuestro, Diez Ave María, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Quien se apoya en la Virgen y quien la
contempla permanentemente y se dirige a Ella como a su Madre celestial, no
espera aprobaciones humanas, ni busca apoyos o alientos terrenos, sino que se
abandona en lo más profundo de su Inmaculado Corazón y se deja guiar por Ella
en el camino de la Cruz, hasta llegar a la cima del Monte Calvario, en donde se
produce la muerte del hombre viejo y el nacimiento del hombre nuevo, el hombre
que vive de la gracia de Dios.
Un padrenuestro, Diez Ave María, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Un verdadero hijo de la Virgen, que se
deja guiar por Ella, participa junto con Ella de la Pasión de su Hijo, en lo
más íntimo, en lo más secreto, en lo más profundo de su alma. Los verdaderos
hijos de la Virgen, conducidos por ella en persona, saben sufrir, callar y
ofrecer, siendo fieles al amor de su Inmaculado Corazón hasta el heroísmo.
Un padrenuestro, Diez Ave María, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Quien es verdadero hijo de la Virgen,
no debe detenerse en el camino que Ella misma traza, porque es un camino seguro
de santidad. Es el Adversario de las almas el que, con insidias, logra detener
a los hijos de la Virgen con dudas y desconfianzas. Quien ama a la Virgen con
verdadero amor de hijo, no se detiene a escuchar las falsas palabras del
Tentador, sino que, contemplándola a los ojos y sumergido en su Inmaculado
Corazón, busca de cumplir a la perfección el camino de santidad por Ella
trazado, camino que desde el Monte Calvario conduce al Reino de los cielos.
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
[1] Las siguientes meditaciones están adaptadas
del libro del P.Gobbi A los Sacerdotes,
hijos predilectos de la Santísima Virgen, Editorial Nuestra Señora de
Fátima, 2ª Edición Latinoamericana, Argentina 1992; Mensaje del 22 de agosto de
1979, Fiesta de María Reina, 334-335.
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