Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el atentado y
profanación de la Santa Cruz de la Inquisición cometido por una mujer en
Sevilla, España. La información relativa al lamentable hecho se encuentra en el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de
los amores”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Afirma
Santo Tomás que en la unión entre el alma en gracia y Dios, se encuentran los
tres bienes del matrimonio y esto de parte de Dios[1].
Estos bienes son: fe, contra el adulterio; inseparabilidad, contra el divorcio
y finalmente fecundidad, contra la esterilidad. Y esto porque en el matrimonio
espiritual la fe es más inviolable, la inseparabilidad mayor y la fecundidad
más grande, porque es Dios quien asegura estos bienes. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre demos gracias a Dios por
los dones esponsales que nos concede al unirnos con Él!
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Con
respecto a la fe, no hay mayor fe de Dios al alma y aún guarda fe al alma,
después que ella ha sido infiel[2].
Dice así Dios por Jeremías: “Con muchos enamorados has adulterado, pero, con
todo esto, vuélvete a Mí”[3].
No hay mayor extremo ni muestra de amor, por parte de Dios, que éste, que
después de haber sido traidores a Dios nos busque Él en persona y Él nos quiera
perdonar nuestras infidelidades. De parte de Dios, nunca faltarán ni la lealtad
ni la fe: nunca se ha podido quejar un alma de que Dios haya quebrantado su
palabra o que haya dado menos muestras de amor.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Dice Santo Tomás que Dios ama al alma por ella misma, aún si
ama también a otras almas y el amor con que ama al alma es con el Amor
substancial de Dios, el Espíritu Santo: “Con tan maravilloso modo te ama Dios,
¡oh alma mía!, todo Dios a ti toda, que no por eso te ama menos, aunque ama
contigo a otra, esto es a otra distinta de ti en substancia, pero una contigo
en la caridad y amistad. Y no te amara más, si sola te amara, antes si no te
diera compañeras, por ventura te pudiera amar menos que ahora”[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El amor más fiel es el dar la vida por las almas y esto lo
demostró claramente Nuestro Señor Jesucristo, al ofrendar su vida en la Cruz
por nuestra salvación. Y mayor muestra de amor es que, cuando Él dio su vida
por nosotros en la Cruz, nosotros éramos sus enemigos, porque estábamos en el
pecado. Es decir, si Dios nos amó hasta dar la vida en la Cruz siendo nosotros
pecadores, ¿cuánto más habrá de amarnos si nuestras almas están, no ya en
pecado, sino en gracia? ¡Nuestra Señora
de la Eucaristía, que nunca dejemos de lado el Amor esponsal que Dios nos
manifiesta en la gracia!
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
San
Pablo propuso a los casados por idea del amor matrimonial, el amor de Cristo
Esposo para con la Iglesia Esposa, esto es, con las almas santas, que son las
que forman la Iglesia[5]. Y
así, dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia,
entregándose a Sí mismo a la muerte por ella para santificarla, limpiándola con
un baño de agua en la palabra de vida, para hacerla gloriosa para Sí; sin que
tuviese mancha o arruga o cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”.
Así debe ser el alma que está en gracia, porque ha sido lavada con la Sangre
del Cordero: debe ser, para su Esposo Dios, un alma santa e inmaculada, en
donde no exista ni la más pequeña traza, no ya de pecado, sino de imperfección.
Sólo así el alma podrá corresponder, mínimamente, el Amor con el que Dios la amó
desde lo más profundo del Sagrado Corazón de Jesús, suspendido en la Cruz.
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 236.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 236.
[3] Cap. 3.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 237.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 237.
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