jueves, 7 de febrero de 2019

Hora Santa en reparación por ultraje contra Jesucristo 070219



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra Nuestro Señor Jesucristo, representado como un “fracasado” -en relación a la Redención- en una tira cómica. La noticia acerca de tan lamentable suceso se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante es un bien de tan alto grado y de valor tan inestimable, que todo otro bien, de cualquier orden inferior, debe ser dejado de lado, con tal de adquirir, conservar o acrecentarla[1]. Incluso en relación al mal, dicen los autores, como por ejemplo el mal de trabajo o el mal de pena, deben ser abrazados como un bien, porque en el orden temporal, no hay bien ni mal que pueda compararse ni oponerse a tan gran bien eterno. Del mismo modo a como nada puede ser comparado con Dios y así como todo, fuera de Él, es nada en substancia –porque Él es el que da el ser y mantiene a las creaturas en el ser-, así también, respecto de la gracia, que es participación del ser infinito de Dios, no puede ser comparado con nada de este mundo y es así como los cristianos no debemos estimar otro ser si no es el ser que ella nos da, como lo hacía San Pablo que dice: “Con la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor 15).

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En las palabras de San Pablo –“soy lo que soy”- advierten algunos autores que se significa el ser de la gracia, ya que hace alusión a la respuesta de Dios a Moisés desde la zarza: así como Dios le dijo: “Yo Soy el que Soy”, significando así la excelencia e infinidad de la naturaleza divina, así también San Pablo dijo: “soy lo que soy”, por razón del ser excelentísimo y participado de Dios que recibía por la gracia, haciendo referencia al ser y estado divino que por ella había alcanzado[2]. Así, San Pablo estima que es, teniendo a todo lo demás, que no es la gracia, por lo que no es, esto es, como si fuera la nada. Para San Pablo, toda excelencia de naturaleza y fortuna, comparados con el ser que otorga la gracia, son nada, son no-ser y solo consideraba que era –que tenía el ser- a la gracia. Ninguna excelencia y ningún bien humanos, sean materiales o espirituales, tienen siquiera un mínimo de comparación con la excelencia y el bien que proporcionan la gracia, esto es, el ser santo y justo. Aun poseyendo todos los bienes del mundo, sin la gracia y la caridad que ésta concede, se es nada: “Nada soy si no tuviere caridad” (1 Cor 13). ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que apreciemos el don de la gracia, para dar la vida antes que perder la gracia!

         Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Si la gracia hace que el hombre sea justo y santo, entonces, el pecador, en quien no está la gracia, no es. El profeta Abdías dice: “Serán como que no sean” (v. 16). En el mismo sentido, San Jerónimo afirma: “Porque quien perece y muere a Aquel que es (esto, el pecador, N. del R.) y que dijo a Moisés “El que Es me envía a vosotros”, ése se dice que no es, según la regla de la Sagrada Escritura”[3]. Santa Ester (14, 11), hablando con Dios, le pide: “No entregues, Señor, tu cetro a los que no son”, esto es, a los pecadores, a los malos. En otros lugares de la Escritura se da a entender que los pecadores se aniquilan, no en el sentido literal de la palabra, sino en sentido figurado, esto es que, aun conservando el ser, son nada, porque no tienen la gracia que los hace ser. El profeta Oseas dice (7, 16): “Vuelto se han para vivir sin yugo”, lo cual quiere decir, sin obediencia ni ley de Dios –cuyo yugo es suave y ligero- y según los Setenta: “Se han convertido en nada”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que por la adquisición de la gracia dejemos de ser “nada más pecado”, para comenzar a ser hijos adoptivos de Dios!

         Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

A quienes no posean, en la hora de la muerte, el ser de la gracia, Dios les dirá: “No os conozco”, siendo así que el conocimiento divino alcanza a cuanto tiene ser. Por lo tanto, al no tener el ser de la gracia, no son conocidos por Dios. Esto quiere decir que Dios no sabe ni conoce a los pecadores, porque aunque el conocimiento de Dios es de cuantos son y tienen ser, y sólo no sabe lo que no es, como la Sagrada Escritura dice de los que carecen de gracia, que no son y que se han convertido en nada, así también dice de los mismos que no los sabe Dios ni los conoce, esto es, con conocimiento y ciencia de aprobación y grado. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que vivamos y muramos en el ser de la gracia, para ser conocidos por Dios en el momento de nuestra muerte!

         Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Muchos hombres, al no hacer estas consideraciones, se desviven por conseguir lo que no es y viven no teniendo el ser de la gracia; es decir, viven tratando de conseguir lo que no es y se olvidan de aquello que los hace verdaderamente ser. De esto no sacan ninguna ganancia, porque con sus esfuerzos consiguen lo que no es, mientras que no se esfuerzan por conseguir lo que es, la gracia[4]. Al pecar, el hombre no pierde la naturaleza humana, pero sí pierde la participación en la naturaleza divina, en cuya comparación toda la naturaleza humana y la angélica es como si no fuese. Lo que le queda al pecador, cuando peca, es la nada de su ser, más el pecado. Pierde el ser y el estado divino en el que le había puesto el ser de la gracia. Es de un pecador que dijo Cristo: “Mucho mejor le fuera a este hombre si no hubiera nacido”. Consideremos, por lo tanto, y ponderemos, el ser de la gracia, procurando adquirirla, si la hemos perdido; conservarla, si ya la tenemos; acrecentarla, si y la conservamos. Si los mundanos dejan la vida por lo que es aire y nada, ¿por qué nosotros, los católicos, no hemos de esforzarnos, para adquirir aquello que vale más que el universo entero? Si un siervo de Dios y alma santa, está ya en estado de gracia, ¿acaso ha de costarle ser más en estado de gracia? Sólo debe el alma postrarse ante su Creador, Presente en Persona en la Eucaristía y levantar su corazón hacia el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y luego, obrar las obras de Dios, que son obras de misericordia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que solo deseemos la gracia, que nos da el ser y que por esta gracia elevemos nuestros suspiros y que por ella vivamos y muramos!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 54.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem.

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