Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario en reparación por la destrucción sacrílega de una imagen
de María Santísima por parte de un individuo en la ciudad de Buenos Aires,
Argentina, el día 20 de junio de 2018. La información relativa al tristísimo
suceso se encuentra en el siguiente enlace:
Canto
inicial:
“Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración
inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).
Primer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Existe
una relación entre el dogma de la Inmaculada Concepción y el de la
infalibilidad del Papa[1].
El dogma de la Inmaculada Concepción nos presenta para la contemplación del
alma la ausencia absoluta de toda clase de mancha en María, ni siquiera la más
pequeñísima. Pero no solo eso, sino que nos presenta la transfiguración
sobrenatural de toda su naturaleza humana, en virtud de ser la concebida sin
pecado original y por el hecho de ser Ella la inhabitada por el Espíritu Santo.
Por el dogma de la Inmaculada Concepción conocemos la belleza interior de la
Madre de Dios, belleza dada porque su humanidad purísima no solo fue preservada
de la mancha o malicia del pecado y por eso mismo es Purísima, sino que además
está inhabitada por el Espíritu Santo, por lo que al mismo tiempo es Llena de
gracia. Así, la Virgen es la única creatura capaz de concebir al Verbo Eterno
del Padre encarnado en su seno virginal, convirtiéndose en Madre de Dios y en
Virgen al mismo tiempo. Naciendo de la Virgen Purísima, Nuestro Señor
Jesucristo se nos aparece como también Lleno de gracia –Él es la Gracia
Increada- y de Verdad –Él es la Verdad Absoluta y la Sabiduría Suprema de Dios-
y también como Cabeza de la Iglesia y Maestro de justicia. De la misma manera,
solo la Santa Sede es capaz de custodiar en su seno a la Verdad Absoluta de
Dios, Cristo Jesús y proclamarlo al mundo, derrotando para siempre al
paganismo.
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por
ser Madre de Cristo, la Virgen es Madre de la Iglesia: es Madre de Cristo,
Cabeza de la Iglesia, al darlo a luz virginalmente en Belén; es Madre de los
hijos adoptivos de Dios que forman el Cuerpo Místico, al adoptarlos como hijos
al pie de la cruz, en el Calvario. Entonces, porque es Madre de la Cabeza de la
Iglesia, Cristo Jesús y porque es Madre del Cuerpo Místico de la Iglesia, los
bautizados, la Virgen es Madre de la Iglesia. La Virgen es la Nueva Eva y a
diferencia de la primera, que se llenó de pecado y se separó de Dios al
escuchar a la voz de la Serpiente y en cierto modo alojar en sí misma el error,
el pecado y la mentira, la Virgen es Madre de la Gracia y Madre de la Iglesia al
ser la Madre de Cristo, Gracia Increada y Sabiduría de Dios y por eso mismo es
la “sede de la sabiduría” y el “inmaculado espejo de la justicia”. Al igual que
la Inmaculada Concepción nos muestra a la Verdad Absoluta de Dios en su seno purísimo, porque el Verbo,
que es la Verdad de Dios se encarna en Ella, así la infalibilidad del Papa nos
muestra la pureza y el brillo sobrenatural de la Verdad en la cátedra de Pedro[2].
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Entre
la Inmaculada Concepción y la infalibilidad pontificia no hay una conexión
meramente externa y fortuita, sino que existe una real e íntima trabazón e
interconexión entre ambos misterios[3]. Dicha
conexión entre ambos misterios se realiza en el intrínseco parentesco entre las
dos enseñanzas y en su mutua y grandiosa significación y de tal manera, que en la
comprensión del primer dogma están en juego los mismos principios e intereses
del segundo, el de la infalibilidad pontificia. Esto es así y se pone de
manifiesto porque los enemigos del primer dogma son los mismos enemigos del
segundo: esto es, quien niega que la Virgen es Inmaculada, niega que la cátedra
de Pedro sea infalible sobrenaturalmente. A la Virgen concebida sin mancha,
Dios Altísimo la hace brillar como astro de la gracia, como Lucero de la
mañana, el cual, al igual que la Estrella de la mañana, que anuncia el fin de
la noche y la llegada del nuevo día, anuncia la Llegada del Sol de gracia y
justicia aparecido en carne humana, Cristo Jesús. A la infalible cátedra del
Vicario de Cristo, Dios Altísimo la hace brillar como astro de la noche que,
con su presencia, anuncia, como anuncia la Estrella de la mañana, la Llegada
del Sol de Verdad eterna, Cristo Jesús, quien con su luz divina disipa las
tinieblas del paganismo[4].
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Tanto
la Virgen, como la cátedra de Pedro, en su carácter de astros de la gracia, anuncian
la Llegada al mundo de la Verdad Absoluta del Padre encarnada en una naturaleza
humana, Cristo Jesús, quien con su cruz resplandece y derrota para siempre a
las triples tinieblas en las que la humanidad está inmersa desde Adán y Eva:
las tinieblas del error y del pecado y las tinieblas vivientes, los demonios. Ambos
dogmas, el de la Inmaculada Concepción y el de la infalibilidad sobrenatural de
la cátedra de Pedro, ponen de relieve que el catolicismo no es una religión
humana, como otras tantas, sino que proviene del seno mismo de la Trinidad,
porque una creatura como la Virgen, en la que se encarnase el Logos Eterno del
Padre, que es al mismo tiempo su Sabiduría infinita y la Verdad Absoluta, solo
podía ser creada por la Trinidad y una institución que no pudiera fallar en
absoluto en la proclamación de la Verdad ante los pueblos, porque albergaba en
sí misma a esta Verdad de Dios, Cristo Jesús, el mismo encarnado en el seno de
la Virgen, y siendo su representante ante las naciones, no podía ser creada por
mente humana o angélica, sino por la misma Trinidad. De aquí que el origen de
ambos es sobrenatural, como también es dirigido a ambos misterios el ataque
preternatural del Ángel caído, que busca la destrucción, no solo de uno, sino
de ambos dogmas. Ambos dogmas colocan ante nuestros ojos y ante nuestra vida la
realidad sobrenatural de la religión católica y es por esto mismo que atraen
sobre sí el odio más profundo del infierno[5],
siendo sus ataques propagadas por racionalistas y liberales, que niegan
rotundamente la sobrenaturalidad de uno y otro misterio.
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
la Virgen concebida sin mancha de pecado original, además de Llena de Gracia e
inhabitada por el Espíritu Santo, para ser morada de Dios Hijo, Verdad Absoluta
y Sabiduría infinita del Padre, el infierno desencadena contra Ella y contra su
descendencia, los hijos de la luz, toda clase de ataques, aunque todos están
destinados a fallar, desde el momento en que la cabeza de la Serpiente Antigua
yace aplastada bajo el pie de la Inmaculada Concepción[6]. En
la infalibilidad sobrenatural de la Santa Sede, que por ser la representante de
la Verdad Eterna del Padre encarnada, Cristo Jesús, se presenta ante los
hombres como la Estrella de la mañana que anuncia la Llegada del Sol victorioso
el cual, con su luz, vence y disipa a las tinieblas vivientes, al error y al
pecado, Satanás desencadena sus ataques contra sus puertas, buscando de
introducir, en la Iglesia, toda clase de errores, confusión, dudas, herejías y
cismas, aunque la Iglesia resiste firme e incólume, basada en la promesa del
Señor de que “las puertas del Infierno no prevalecerán” contra la Iglesia y es
así que contra la Santa Sede se estrellan las herejías, los errores, los cismas
y se disipan ante su Verdad así como el humo se disipa ante el viento. Si la Virgen no es Inmaculada en su
concepción, entonces no puede albergar en sí a la Verdad del Padre, Cristo Jesús
y no puede ser Madre de Dios; si la cátedra de Pedro no es infalible
sobrenaturalmente, entonces no puede albergar en sí a la Verdad Eterna del
Padre, Cristo Jesús y no puede combatir las herejías y los cismas, dirigidos
todos contra la base y el fundamente, la fuente y el culmen de la Iglesia, la
Eucaristía. Pero como ambos misterios están profunda e íntimamente unidos entre
sí, la Virgen concibe en su seno y la da al mundo en Belén como Pan de Vida
eterna a la Sabiduría eterna del Padre, mientras que la Santa Sede, como
representante de esta Verdad Eterna alumbrada por la Virgen, destruye toda
clase de tinieblas con la luz que en ella resplandece, Cristo Jesús, Presente
con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía.
Oración
final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final:
“Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, María y la Iglesia, Editorial Plantín, Buenos Aires 1949, 11.
[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 12.
[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 13.
[4] Cfr. Scheeben, ibidem, 14.
[5] Cfr. Scheeben, ibidem, 16.
[6] Cfr. Scheeben, ibidem, 18.
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