viernes, 1 de abril de 2016

Hora Santa en honor y reparación a la Santa Cruz de Jesús


La Santa Cruz profanada por un grupo vandálico en España.


La Santa Cruz profanada por grupo pro-abortista 
en una universidad católica en Chile.


         Inicio: con dolor, nos hemos enterado de la profanación sufrida por la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo a manos de dos grupos distintos: un grupo abortista y feminista en una universidad católica en Chile, y un grupo anónimo de vándalos en Málaga, España, según consta en los siguientes sitios: https://www.aciprensa.com/noticias/abortistas-profanan-cruz-en-universidad-catolica-de-chile-90741/; http://www.diariosur.es/axarquia/201511/03/destrozan-cristo-virgen-rincon-20151102232146.html Ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por estos ultrajes, al tiempo que pedimos por nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos, y la de quienes cometieron estas profanaciones.

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación. 

         Te adoramos, ¡oh Cristo! y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz, redimiste al mundo. La Santa Cruz de Jesús es el verdadero y único Árbol de la vida, porque en ella pende, como un fruto exquisito, el Cuerpo Sacratísimo del Redentor, que a través de sus heridas abiertas y su Corazón traspasado, derrama sobre las almas su Sangre Preciosísima, Sangre que quita los pecados, concede la filiación divina y nos une al Cuerpo Místico del Redentor en un mismo espíritu, el Espíritu Santo, que nos da la Vida divina. Sólo la Santa Cruz de Jesús es el Único y Verdadero Árbol de la Vida y no hay otro, ni lo hubo, ni lo habrá y todo otro árbol que pretenda arrogarse el título de ser Árbol de la vida, sólo es árbol de muerte e iniquidad. Como todo “árbol bueno, da frutos buenos” (cfr. Mt 7, 17) y de entre todos los frutos exquisitos que da este Árbol Santo –paz, alegría, fortaleza de Dios-, hay uno que se destaca por su dulzura; un fruto tan sabroso, que no hay manjar en el mundo que se le pueda comparar y este fruto de sabor celestial es el Sagrado Corazón de Jesús, cuya pulpa es el Espíritu Santo y cuyo jugo son el Agua y la Sangre que salvan a los hombres. Quien quiera deleitarse con el fruto más exquisito de todos los frutos exquisitos del Árbol de la Vida, el Sagrado Corazón de Jesús, sólo tiene que acercarse a este Árbol bendito y extender sus manos, hasta tocar el Costado traspasado del Señor, de donde fluyen el Agua que santifica a las almas y la Sangre que las justifica; quien esto haga, quedará saciado en su espíritu con la dulzura sin par de la Misericordia Divina, que a todos se ofrece y a todos quiere donarse sin límite, para los pecadores en el tiempo y para los bienaventurados en la eternidad.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Al inicio de los tiempos, en el Edén y plantado en el centro del Jardín del Paraíso, se encontraba el “Árbol de la ciencia del bien y del mal” (cfr. Gn 2, 17), árbol hacia el cual Adán y Eva extendieron sus manos -desoyendo la Voz de Dios e instigados por la voz maligna de la Serpiente Antigua- para tomar el fruto prohibido, adquiriendo en el instante el conocimiento de que habían ofendido a Dios y que por lo tanto habían perdido su amistad. Como consecuencia de su desobediencia al haber tomado del fruto prohibido por la Divina Sabiduría y el Divino Amor, Adán y Eva, habiendo experimentado un ligero dulzor primero, experimentaron luego la amargura de este fruto, porque los hizo perder la alegría de ser amigos de Dios y su lugar en el Edén. Para remediar la desgracia del pecado original abatida sobre la humanidad a partir del Pecado Original, Dios plantó otro árbol en el Calvario, el Árbol de la vida, árbol cuyo fruto no es de muerte sino de vida y de vida eterna, porque el fruto sabrosísimo de este Árbol Tres veces bendito, es el Sagrado Corazón de Jesús. A diferencia del Árbol del Edén, cuyos frutos estaban prohibidos para el hombre por parte de Dios, el fruto de este Árbol Santo no solo no está prohibido, sino que Dios quiere –aún más, es su deseo más ardiente- que todos los hombres se alimenten y se gocen de la substancia divina y de la gloria celestial que este fruto contiene en sí mismo, la Sangre y el Agua del Corazón de Jesús, que santifican y dan vida a las almas. Y a diferencia de Adán y Eva, que cuando comieron del Árbol del Edén probaron primero dulzura y después amargura –la amargura del pecado, de la soberbia, de la desobediencia a Dios y de la pérdida de su amistad-, todo aquel que prueba de este fruto exquisito, experimenta amargura primero –pero por poco tiempo, y la razón es que para llegar hasta donde está el fruto, hay que cargar la cruz todos  los días y seguir a Jesús por el duro Camino del Calvario, el Via Crucis para así dar muerte al hombre viejo-, para experimentar después su dulzura, que es el Amor de Dios contenido en el Sagrado Corazón. El que come de este fruto saborea su dulzura incluso en las tribulaciones y en el dolor propios de esta vida, y la continúa saboreando -ya sin dolor ni pena alguna- en la vida eterna, en el Reino de de los cielos, para siempre, para siempre. ¡Dichoso aquél que, negándose a sí mismo y cargando la cruz de cada día, llegue hasta el Calvario, en donde está el Árbol Santo de la Cruz y extienda sus manos hasta el Costado traspasado del Redentor, para gozar del Fruto exquisito de este árbol, el Sagrado Corazón de Jesús!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El Santo Sacrificio de la Cruz se renueva, incruenta y sacramentalmente, en el Santo Sacrificio de la Misa: la Cruz y la Misa son un único y mismo sacrificio, en donde el Sumo y Eterno Sacerdote es el mismo, el Hombre-Dios Jesucristo; la Víctima es Una y la misma, el Cordero de Dios, Jesús de Nazareth; el Altar es Uno y el mismo,  la Humanidad Santísima del Señor Jesús unida a la Persona divina del Verbo. En el Sacrificio cruento del Calvario, el Sacerdote Eterno ofrece en la cruz al Padre el Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios, que empapa e impregna el leño de la cruz; en el Sacrificio del Altar, la Santa Misa, el Cuerpo se ofrece en la Eucaristía y la Sangre del Cordero se vierte, bajo apariencia de vino, en el cáliz del Altar Eucarístico, para que impregne las almas de los redimidos. Siendo ambos sacrificios -el del Calvario y el de la Misa- un único y solo sacrificio, substancial y numéricamente idénticos, significa que acudir a la Santa Misa equivale a acudir al Sacrificio del Calvario; entonces, al asistir al Nuevo Calvario que es la Misa, debemos hacerlo con la misma intención y disposición espiritual de María Santísima y de San Juan Evangelista: unirnos al sacrificio del Cordero de Dios para la salvación del mundo.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Cruz del Calvario está teñida con la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios, que brota de las heridas: de su Cabeza, coronada de espinas a causa de nuestros pecados de pensamiento; de sus manos, perforadas por gruesos clavos de hierro, a causa de nuestros pecados de violencia e indiferencia contra nuestros hermanos y a causa de nuestros pecados de idolatría, al elevar las manos no para adorar a Dios Uno y Trino, sino para adorar a los ídolos; de sus pies, clavados al madero por un duro y frío clavo, a causa de los pecados cometidos al dirigir nuestros pasos en dirección opuesta al Calvario, pisando el amplio y espacioso sendero de la perdición, negándonos a caminar detrás del Cordero cargando la cruz de cada día; de la Cruz mana, como un río inagotable, la Sangre Preciosísima de Jesús, al ser traspasado su Sagrado Corazón por el hierro duro y frío de la lanza, a causa de nuestros pecados del corazón, cometidos cuando somos indiferentes hacia el prójimo y no amamos amar a nuestros enemigos. Y toda esta Sangre Preciosísima de la Cruz es recogida por los ángeles en cálices de oro y es vertida en el sagrado Cáliz del Altar Eucarístico sostenido por el sacerdote ministerial, Cáliz que cual contiene, luego de la consagración y el milagro de la Transubstanciación, ya no más vino, sino esta Sangre Preciosísima del Cordero, derramada en abundancia para nuestra salvación. ¡Oh, dichoso aquel que pudiera de este Cáliz sagrado beber, porque la Sangre del Cordero, fluyendo en su alma, la dejaría inmaculada, al tiempo que haría arder en su pobre corazón la Llama Eterna del Divino Amor!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Al lado de la cruz de Jesús, de pie, está María, su Madre (cfr. Jn 19, 25-30). La Virgen está pálida, con su rostro surcado por lágrimas que brotan incontenibles ante la vista de la cruel agonía y muerte del Hijo de su Corazón. La Virgen siente que muere en vida, porque muere en la cruz Aquél que es la Vida de su vida, el Amor de su Corazón, la razón de su existir. Estando viva quiere Ella morir junto a su Hijo, porque siente que ya no puede vivir más sin Jesús, que es la Vida de su alma, y sin esta Vida que es su Hijo, solo quiere la Virgen morir junto a su Hijo. Sin embargo, es el Amor el que la obliga a seguir viva y a vivir en una continua agonía, porque sólo podrá dar la vida de la gracia, de quien es Mediadora, a los hijos que por el Querer divino adoptó al pie de la cruz (cfr. Jn 19, 27). Muriendo en la cruz para dar muerte a la muerte, Jesús da la vida de su Corazón, la gracia santificante, por medio de su Madre, a los hombres, que están muertos en vida a causa del pecado y que sin la gracia, aún cuando vivan en la otra vida, morirán para siempre de muerte segunda. Vive la Virgen de los Dolores con el alma que le parece muerta en vida, porque su Hijo, la Vida Increada, ha muerto en cruz y vive la Virgen, para hacer de Mediadora entre su Hijo y los hombres, para que estos, que viven una vida muerta en la tierra, vivan luego para siempre en la vida eterna, con la Vida que brota de su Hijo Jesús. Y si la Virgen está en el Calvario, está también en la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario, la Santa Misa, y así como en el Calvario, también en la Misa ofrece al Padre a su Hijo, que es la Vida de su Corazón, para nuestra salvación. En el Calvario lo ofrece en la cruz, en la Misa lo ofrece en la Eucaristía; en ambos, Calvario y Misa, ofrece al Padre para nuestra salvación el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de su Hijo, el Cordero de Dios, nuestro Redentor. ¡Oh Madre Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que estás de pie al lado de la cruz, dame tus lágrimas, dame tus penas, dame tu dolor, para que llorando contigo en esta vida por mis pecados, pueda vivir para siempre en el Reino con Jesús!

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria.


Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

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