Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del
Santo Rosario meditado pidiendo por las Familias del mundo entero, pidiendo a
Jesús en la Eucaristía por los integrantes del Sínodo de las Familias a
realizarse en el mes de Octubre de 2014.
Canto inicial:
“Cristianos, venid, cristianos, llegad, a
adorar a Cristo, que está en el altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Enunciación
del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).
Meditación
Jesús,
Tú, que junto con el Padre y el Espíritu Santo, formas en el cielo la Trinidad
Santísima, la Familia original, formada por una comunidad de Personas Divinas,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, unidas en el Amor Divino, quisiste,
junto con el Padre y el Espíritu Santo, en el misterio insondable de la
Sabiduría y el Amor divinos, que la familia terrena fuera una copia, una imagen
y una prolongación de la Familia Trinitaria, y así la familia humana, formada
por personas y unidas por el amor, es imagen, copia y prolongación de la
Familia originaria, la Santísima Trinidad. En la familia terrena, el
padre-varón es imagen de Dios Padre, la madre-mujer es imagen del Espíritu
Santo, y el hijo es imagen de Dios Hijo; de esta manera, la única familia
posible, es la formada por el padre-varón, la madre-mujer y los hijos engendrados
de modo natural o incorporados por adopción, ya que es la única familia que
refleja el diseño original de la Trinidad. Cualquier otro “modelo familiar
alternativo”, es contrario al Querer divino y no se corresponde con los designios de la Sabiduría
y del Amor de Dios.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús,
Tú eres el Esposo de la Iglesia Esposa, y así eres el ejemplo para todo esposo
cristiano, porque en la cruz das tu vida por tu Esposa la Iglesia. Pero no solo
eres el ejemplo, sino también la Fuente del Amor, del cual se nutre todo
matrimonio católico, porque el matrimonio católico terreno se injerta en la
unión esponsal entre Tú y la Iglesia Esposa[1],
de manera que el amor de los esposos cristianos se nutre y se alimenta del Amor
Divino con el cual Tú nutres a tu Esposa[2], y
ese Amor es fiel, casto, puro, celestial, indisoluble[3], y
es un amor de cruz, porque llega hasta la muerte de cruz. Y puesto que del
desposorio místico entre el Cordero de Dios, que eres Tú, y la Iglesia Esposa,
nacen virginalmente la multitud incontable de los hijos de Dios, por medio del
sacramento del bautismo, de la misma manera a como el matrimonio tiene su
Modelo y su Fuente celestial en el connubio místico entre Cristo Esposo y la
Iglesia Esposa, así también la familia católica tiene su modelo a imitar en
esta misma unión esponsal mística, de donde surgen los hijos de la Iglesia, los
que son adoptados como hijos por Dios, al recibir el sacramento del Bautismo.
El amor del matrimonio católico, que debe ser puro, casto, indisoluble, fiel
hasta la muerte y muerte de cruz, y las características de la familia católica,
que se derivan de la unión esponsal del varón con la mujer, se fundan en el
misterio de la unión esponsal entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa, es
decir, tienen un fundamento divino, y no pueden modificarse, y por el mismo
motivo, no pueden aceptarse otros modelos alternativos, ni de matrimonios, ni
de familias.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús,
Tú, siendo Dios, quisiste nacer en el seno de una familia humana y divina a la
vez, formada por el padre-varón, San José, padre y esposo casto y virgen; por
María, Madre y Virgen, y por Ti mismo, Hijo de Dios humanado. Esta familia, la
Sagrada Familia de Nazareth, formada por la unión de las personas humanas de
San José y de María Santísima, y de Ti, Persona divina, la Segunda de la
Santísima Trinidad, se constituía de esta manera en el modelo de la Nueva
Familia Humana, regenerada por la gracia, en la que las personas humanas, al
igual que en la Sagrada Familia de Nazareth, son santificadas y divinizadas por
la gracia santificante que brota de Ti, oh Jesús, Fuente Inagotable de Gracia y
Gracia Increada en sí misma. A partir de tu Encarnación, de tu Nacimiento y de
tu crecimiento y desarrollo en el seno de la Sagrada Familia de Nazareth, que
puede llamarse la primera “Iglesia Doméstica”, toda familia cristiana está
llamada a ser “Iglesia Doméstica”, por cuanto sus miembros han recibido la
gracia santificante de Cristo por el bautismo y por eso son “comunidad salvada”[4], pero
al mismo tiempo, como forman parte del misterio de la Iglesia, sus miembros
están llamados también a evangelizar los ambientes en los que se desempeñan,
con sus testimonios de vida, comunicando a los demás del Amor de Jesucristo, y
por eso son también “comunidad salvadora”[5].
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús,
en nuestros días, los cristianos eligen no casarse por la Iglesia, despreciando
el sacramento matrimonial, como algo perteneciente al pasado y como algo propio
de mentalidades arcaicas, retrógradas, como algo impropio para la mentalidad
liberal y libre de prejuicios del hombre tecnológico, racional, evolucionado y
técnico del siglo XXI. Sin embargo, quienes piensan así, no consideran que el
matrimonio, independientemente de la edad cronológica de la Humanidad, es y
será siempre una fuente inagotable de gracias para los esposos, ya que por el
sacramento del matrimonio los esposos cristianos se santifican mutuamente[6],
puesto que se encuentran injertos en el connubio esponsal místico entre Cristo
Esposo y la Iglesia Esposa. Al estar unidos por el sacramento del matrimonio,
los esposos católicos reciben gracias especialísimas, que se derivan del
desposorio místico entre el Esposo Cristo y la Iglesia Esposa, gracias que no
las reciben quienes no están unidos por el sacramento del matrimonio, y estas
gracias les permiten a los esposos católicos superan no solo superar con creces
cualquier género de adversidad, sino que los convierte a ellos en foco de
santidad mutua y para sus hijos, a la par que glorifican a Dios con sus vidas,
preparando así sus moradas para una vida de felicidad eterna en la Casa del
Padre. En esto consisten los celestiales y admirables beneficios que poseen
quienes están unidos por el sacramento del matrimonio, de los cuales se ven
privados quienes, guiados por la mentalidad secularista, relativista,
hedonista, atea, agnóstica, materialista, de nuestro siglo XXI, se dejan
convencer, para no unirse en matrimonio por la Iglesia.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús,
te pedimos por los esposos cristianos, principalmente por los que se encuentran
en graves situaciones de crisis. La inmensa mayoría de ellos, sin embargo,
atraviesan estas crisis porque no recurren a la Fuente Inagotable de gracias
divinas, el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, en donde Jesucristo, el
Divino Esposo, renueva cada vez, de modo incruento, su sacrificio en la cruz
por su Esposa[7],
la Iglesia, dando así a los esposos no solo ejemplo y modelo de amor hasta la
muerte de cruz, sino constituyéndose Él mismo como Fuente de ese Amor que los
nutre en su peregrinar hacia la Jerusalén celestial, en el desierto de la vida,
al entregarse como Pan de Vida eterna en el alimento eucarístico. Al no recurrir a este admirable sacrificio eucarístico, los esposos cristianos
se privan, voluntariamente, de la Fuente del Amor Divino, que los consolidaría
en las pruebas y en las tribulaciones de la vida y les concedería gracias aun
inimaginables, para superar con creces cualquier clase de dificultad. La
Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano[8],
de donde brotan todas las gracias necesarias para que el matrimonio cristiano
supere con creces cualquier tribulación, pero es sobre todo la fuente del Amor de Dios, porque es allí en donde el Divino Esposo, Jesús, derrama todo el Amor
de su Sagrado Corazón, en el cáliz eucarístico, y entrega su Cuerpo en la
Eucaristía y es por lo tanto, en esta “alianza de amor de Cristo con la
Iglesia, sellada con la Sangre de su cruz”[9],
en donde los esposos encuentran la fuente misma de su mutuo amor indisoluble,
casto, puro y fiel hasta la muerte de cruz. Los esposos cristianos, al
alimentarse de la Eucaristía, vivifican desde adentro, con la Sangre del
Cordero, su propia alianza conyugal, pero esta vez, santificada con la vida
divina del Ser trinitario que fluye en la Sangre de Jesús y así santificados
en el Amor de Cristo, los esposos cristianos ven acrecentar su amor mutuo, en
un grado y en una intensidad desconocidos, porque el amor esponsal humano ha
sido vivificado por el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y este
amor así acrecentado, se derrama los hijos, sobre los seres queridos, y sobre
todos los que entran en contacto con los esposos y con la familia, convirtiendo
a los esposos y a la familia que se nutre del Pan eucarístico en foco de amor
ardiente que se traduce en el celo misionero y apostólico[10]
de la familia cristiana, que a todos quiere comunicar el Amor de Cristo Jesús.
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, tres Ave Marías y un Gloria, para ganar las indulgencias del
Santo Rosario y pidiendo por la salud e intenciones de los pontífices Benedicto
XVI y Francisco y por los integrantes del Sínodo de las Familias.
Meditación
Jesús,
queremos pedirte especialmente, por “los privados de familia, por todas
aquellas personas que, no tienen en absoluto lo que puede llamarse “familia”, o
tienen familias destrozadas, por diversos motivos, como la promiscuidad, la falta de vivienda, la irregularidad de relaciones y la grave
carencia de cultura”[11].
Para todos ellos, sin embargo, existe la esperanza, en Cristo, de obtener la
“buena nueva de la familia”, porque quienes no tienen una familia natural,
tienen sin embargo abiertas las puertas de la “gran familia que es la Iglesia,
la cual se concreta a su en la familia diocesana y parroquial, en las
comunidades eclesiales de base o en los movimientos apostólicos; por ese
motivo, nadie debe –o al menos, nadie debería- sentirse sin familia en este mundo,
porque la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para cuantos
están fatigados y cargados”[12],
y esto constituye un gravísimo deber de caridad, es decir, de amor
sobrenatural, para los cristianos que sí tienen familia y para quienes están
insertados en movimientos parroquiales y diocesanos, porque les ha sido
concedido mucho, y se les pedirá mucho: se les pedirá cuentas del amor dado o
del amor no dado a quienes no tenían amor de familia. Nuestra Señora de la
Eucaristía, te pedimos que, los que tenemos una familia, pero sobre todo, los
que recibimos, en cada comunión eucarística, torrentes inagotables del Amor divino,
contenidos en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, sepamos dar a nuestros
hermanos más necesitados, de este Amor recibido en la comunión, porque “en el
atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el Amor”. Amén.
Silencio para
meditar.
Oración
final: “Dios mío, yo
creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni
esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de
los Ángeles”.
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