Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo
Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Iglesia en
Alemania, al ofrecer como “servicio religioso” una música explícitamente
satánica como el “Heavy Metal”. Para mayor información, consultar el siguiente
enlace:
https://gloria.tv/post/yPDUmptyiVrd2j6mXBYPfegon
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
En el
transcurso de la Santa Misa, al llegar el Prefacio, la Esposa Mística de
Cristo, la Iglesia, expresa un “explosión de reconocimiento” a la sublime majestad
del Acto de Ser divino trinitario y esto se puede observar en el contenido de
los Prefacios, en su composición e incluso en su nombre[1]. En
estos se expresa, a través del sacerdote ministerial que los recita, la
elevación del alma a las más grandes alturas sobrenaturales jamás imaginadas,
para adorar al Padre, en el Hijo, por el Amor del Espíritu Santo.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Los
Prefacios, como así también el “Gloria” y otras oraciones de la Misa, colocan
en primer lugar la acción de gracias eucarística. Recitados como preludio de la
acción sacrificial que el sacerdote va a realizar -ejerciendo su poder
sacerdotal participado del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo-, comienzan todos
con esta frase admirable: “Es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todas partes, Señor, Padre Santo, Dios Eterno y
Todopoderoso”[2].
Aquí se expresan, por un lado, los nombres de Dios -Señor, Padre Santo, Eterno,
Todopoderoso- y las obligaciones que tenemos hacia Dios de darle verdaderamente
gracias por el don de su Hijo Jesucristo en la Eucaristía.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
De esta
manera la Iglesia quiere que nosotros, en cuanto hijos adoptivos de Dios,
estemos impregnados y seamos conscientes de nuestra total dependencia de Dios
Uno y Trino[3].
Y los dos adverbios, “siempre y en todas partes”, indican que debemos dar
gracias a Dios siempre y en todo lugar, por sus beneficios pasados, presentes y
futuros, beneficios, dones, gracias, milagros, todos contenidos en el Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Ahora bien,
sea en el “Gloria” como en el Prefacio, la intención de la Iglesia es que
nosotros debemos dar gracias a Dios por Ser Quien Es, Dios de eterna majestad y
todopoderoso, infinitamente santo -mejor todavía, Tres veces Santo-; es decir,
debemos dar gracias a Dios por los innumerables dones materiales y espirituales
que nos concede, pero sobre todo por Ser Quien Es, es decir, por causa de la
infinitud de sus perfecciones[4].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Para la
Iglesia, es más importante que demos gracias a Dios, antes que por los bienes
recibidos, por su trascendente plenitud eterna de infinitas perfecciones,
procedentes todas de su Acto de Ser divino trinitario. Esto se cumple en el “Gloria”
y en el Prefacio, aunque hay una diferencia entre ambos: en el “Gloria”, damos gracias
a Dios por causa de su infinita gloria divina; en el Prefacio, por causa de la
gloria que Él posee a través de la Encarnación del Verbo, Encarnación que se
prolonga y continúa en la Eucaristía, de ahí que sea la Eucaristía la suprema
Acción de gracias de la Iglesia para su Esposo Místico, el Cordero de Dios,
Jesucristo, la “Lámpara de la Jerusalén celestial” (Ap 21, 239.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré, y la
contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
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