jueves, 18 de abril de 2024

Hora Santa en reparación por exposición blasfema de imágenes religiosas en Canarias, España 180424

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una increíble blasfemia, presentada como “obra de arte”, en Canarias, España. Para mayores detalles acerca de este vergonzoso y profano hecho, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2024/04/18/polemica-en-canarias-por-una-exposicion-de-preservativos-con-monjas-y-virgenes-en-su-interior/

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La Santa Misa se llama “Eucaristía”, que significa “acción de gracias”, debido a la alegría que produce en el alma y en el corazón la contemplación[1] de esa obra tan grandiosa, majestuosa y de belleza y gloria sin igual que es el Santo Sacrificio del Calvario, renovado incruenta y sacramentalmente en el altar eucarístico.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Se podrían haber aplicado muchos otros nombres, pero los Padres de la Iglesia prefirieron el de “Eucaristía”, por ser el que mejor expresaba el don del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo en la Hostia consagrada, confeccionada en el altar eucarístico. San Justino escribe, hacia el año 150, su primera apología, en la que el santo observa que Jesucristo nos ha donado “el pan de la Eucaristía como memorial de su Pasión para que nosotros al mismo tiempo demos gracias a Dios por haber creado el mundo y lo que contiene, que nos ha liberado del mal del pecado, nos ha redimido de la prisión de los Principados y Potestades, por medio de Aquel -Jesucristo- que voluntariamente se sometió al sufrimiento”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Para San Ireneo, la institución de la Eucaristía nos ha sido donada para que “los discípulos de Cristo no sean estériles e ingratos”. A su vez, Orígenes se apoya en la Eucaristía para probar que precisamente -los cristianos- no somos ingratos, porque por ella damos gracias a Dios: “El signo de nuestra gratitud hacia Dios es el pan al que nosotros llamamos “Eucaristía”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Con respecto a la acción de gracias por excelencia, la Sagrada Eucaristía, escribe San Clemente de Alejandría: “El sacrificio de la Iglesia consiste en la oración que elevan las almas santas, como el incienso, y que contienen en ellas, con la ofrenda, una actitud de total donación a Dios”[3]. Podríamos decir entonces que, si en la Eucaristía Jesús se nos dona en su Ser divino, en su Persona y naturaleza divinas y en su humanidad santísima y esto lo hace en su totalidad, sin reservas y por puro amor, entonces nuestra respuesta hacia Él, con todas nuestras imperfecciones que poseemos, no puede ser otra que también la total donación de nuestro ser y de nuestras personas, con todo lo que somos y tenemos.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El “Gloria” que se recita o canta en la Santa Misa dominical, no es solo el texto recitado o cantado solemnemente en la Misa: forma parte, en la Iglesia naciente, de un tesoro de himnos y de cantos sobre el modelo de los Salmos, los cuales recuerdan en algo al Magníficat de la Virgen y a los cánticos de Zacarías y del anciano Simeón. Se puede observar que los términos y vocablos están tomados de los textos de San Pablo y de San Juan y este origen los hace todavía más preciosos[4]. Son, sin dudas, las razones que explican que se haya introducido esta admirable “doxología” en la Santa Misa. Por esta razón, al cantar el Gloria, no lo hagamos nunca de forma mecánica, sino desde lo más profundo de nuestro ser y con todo el amor del que seamos capaces, para dar gracias a Dios por su infinita gloria, manifestada en Nuestro Señor Jesucristo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré, y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Francois Charmot, La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1959, 35.

[2] Cfr. ibidem, 35.

[3] Stormata, 7, 7.

[4] Cfr. Charmot, ibidem, 36.


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