Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el cruel asesinato de ciento cuarenta católicos fieles nigerianos que asistían
a los servicios litúrgicos de Nochebuena. Para mayores datos acerca de este
horrible atentado contra la fe, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Nuestro
Señor Jesucristo le manifestó a Santa Clara de Siena en una visión lo preciosa
que es la Comunión espiritual. La Santa temía que la Comunión espiritual no tuviera
ningún valor respecto de la Comunión sacramental. Jesús se le apareció con dos
cálices en la mano y le dijo: “En este cáliz de oro pongo tus Comuniones Sacramentales;
este cáliz de plata pongo tus Comuniones espirituales. Las dos me son
igualmente agradables”[1].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Y a Santa Margarita María de Alacquoque, quien frecuentemente
lanzababa a Jesús ardientes jaculatorias en el sagrario, le dijo una vez Jesús:
“Me es tan querido el deseo de un alma de recibirme, que me precipito hacia
ella cada vez que me llama con sus deseos”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
No
hace falta mucho para intuir cuánto amaban los santos la Comunión espiritual. Ésta
satisface, al menos en parte, el anhelo ardiente de ser siempre “uno” con quien
se ama. Jesús lo ha dicho: “Permaneced en Mí y Yo permaneceré en vosotros” (Jn
15, 4). Y la Comunión espiritual nos ayuda a quedar unidos a Jesús, aunque lejos
de que more en nosotros.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
No hay otro medio para aplacar los anhelos de amor que
consumen los corazones de los santos. “Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma, te busca a ti, mi Dios” (Sal 41, 2). “Oh, Esposo mío amado -exclama Santa Catalina
de Génova-, deseo tanto la alegría de estar contigo que me parece que si
estuviera muerta resucitaría para recibirte en la Sagrada Comunión”. Y Santa
Ángela de la Cruz experimentaba de una manera tan fervorosa el deseo de vivir
siempre unida a Jesús Eucarístico, que tuvo que decir: “Si el confesor no me hubiera
enseñado a hacer la Comunión espiritual no habría podido vivir”[2]. ¡Aprovechemos a hacer
no solo la Comunión Sacramental, sino la Comunión espiritual y esta, tantas
veces cuantas el amor a Jesús Eucaristía nos lo solicite!
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Para Santa María Francisca de las Cinco Llagas, la Comunión
espiritual era igualmente el único alivio para el dolor agudo que sentía al
estar recluida en casa, lejos de su Amor, especialmente cuando no se le
concedía hacer la Comunión sacramental. Entonces subía a la terraza de la casa
y mirando a la iglesia suspiraba entre lágrimas: “Dichosos los que hoy te han
recibido en el Sacramento, Jesús. Afortunados los muros de la iglesia que
guarden a mi Jesús. Felices los sacerdotes que están siempre cerca de Jesús
amabilísimo”. Y solamente la Comunión espiritual podía aliviarla un poco.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
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