miércoles, 5 de octubre de 2022

Hora Santa en reparación por ultraje a Catedral de Bogotá en un intento de incendio por feministas 290922

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por la Catedral de Bogotá por parte de un grupo de violentas feministas-abortistas, las cuales intentaron incendiar el templo de Dios. Para mayores datos acerca de este lamentable incidente, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/abortistas-intentan-incendiar-la-catedral-de-bogota-58561

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Cuando el alma se encuentra en estado de gracia, adquiere facultades sobrenaturales, puesto que participa de la vida misma de la Trinidad. Dentro de estas facultades sobrenaturales, están la caridad, que es la participación en el Amor Increado, en el Amor de Dios, que es el Espíritu Santo y así el alma ama no con su amor creatural, el amor humano, sino con el Amor Divino, con el Amor con el cual el Padre ama al Hijo y el Hijo al Padre, el Espíritu Santo[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

El fiel católico, afirma un autor, se alimenta con un pan -además del Pan Eucarístico- que es celestial, de origen sobrenatural y es el “pan de la fe”. Este pan, dice este autor, es “la doctrina del Hijo de Dios -Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad encarnada- y por él ha de vivir el justo, realizando sus obras, sus pensamientos y sus afectos según las palabras de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo, plasmadas en el Evangelio[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

El justo, alimentándose con el “pan de la fe” de Nuestro Señor Jesucristo, no debe regirse por las máximas y leyes del mundo anticristiano, que solo sabe engañar, llamando blanco a lo que es negro y negro a lo que es blanco, atrayendo sobre sí el castigo divino al llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno; mucho menos se ha de guiar por lo que le sugiere el Demonio, que es “homicida desde el principio” y “Padre de la mentira”.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El mundo, por ejemplo, ensalza a quien posee grandes fortunas materiales, mientras que Nuestro Señor Jesucristo predica y vive la Pobreza de la Cruz; el mundo ensalza los placeres sensuales y carnales como buenos y agradables, mientras que Nuestro Señor Jesucristo, la Pureza Increada, premia la castidad y la pureza de cuerpo y alma[2]. En nada mundano se ha de mezclar el justo, cuando se alimenta del pan purísimo de la fe.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El mundo anticristiano alaba y ensalza con vanaglorias mundanas, que ningún valor tienen a los ojos de Dios, para perder al alma soberbia, que se deja lisonjear por los que pertenecen al Anticristo, mientras que Nuestro Señor Jesucristo alaba y premia, con el Cielo eterno, a los humildes de corazón y a los pobres de espíritu, que trabajan por el Reino de Dios, pero en el silencio y sin alardes de ningún tipo[3]. El mundo anticristiano, construido y regido por el Príncipe de las tinieblas, profiere día a día innumerables herejías contra la doctrina del Salvador y Redentor de los hombres y el hombre no solo no se escandaliza, sino que las acata y obedece, como si Nuestro Señor Jesucristo no nos hubiera dejado sus Mandamientos y consejos evangélicos; el justo no debe jamás seguir estas leyes inicuas, que atentan contra el Único Dios Verdadero, Dios Uno y Trino, cuyo Nombre es Tres veces Santo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 548.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 548.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 548.

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