viernes, 14 de octubre de 2022

Hora Santa en reparación por incendio de gruta de la Virgen del Carmen en Colombia 111022

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el incendio intencional de una gruta de la Virgen del Carmen en Colombia. Para mayores datos acerca de este lamentable sacrilegio, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/desconocidos-incendian-gruta-de-la-virgen-del-carmen-76454

Canto de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Sin la luz de la Santa Fe Católica y sin el auxilio de la gracia santificante, el hombre es presa fácil, no solo de sus propias pasiones, que se ven desbocadas y desenfrenadas al no tener la luz de la gracia, sino también por el Ángel caído, el Demonio, quien no duda en obrar para engañar el juicio del hombre caído en el pecado, haciéndole ver, como si de un gran prestidigitador se tratara, a lo que es bueno como malo y a lo que es malo como bueno[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Nuestro Dios quiere que el hombre contemple el mundo con la luz de la fe, de manera tal de no ser engañado por el Demonio ni dominado por sus pasiones. Por la luz de la fe, se pueden contemplar y apreciar los verdaderos bienes, que no son los materiales, sino los bienes del cielo, esto es, la vida eterna en el Reino de Dios. Con la fe, se puede apreciar que pesa más un grado de gracia y caridad que todo el mundo, que vale más un oprobio por Jesucristo, que todas las honras mundanas[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Cuando se contemplan las cosas a la luz del misterio salvífico de Nuestro Señor Jesucristo, las cosas adquieren un valor muy diferente, pues el alma se da cuenta que lo que el mundo estima por grandeza y honor, es suma miseria y deshonra ante los ojos de Dios. Solo por dar un ejemplo, el mundo tiene gran estima por el oro material, pero a los ojos de Dios el oro es menos que arena, ya que lo que estima Dios más que el universo entero, es una sola gota de la Sangre del Precioso Cordero.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Solo con la luz de la fe puede el hombre descubrir el gran engaño del mundo sin Dios y sus falsos atractivos; hasta que no lo haga, su corazón estará manchado con el pecado y oscurecido por las tinieblas de sus pasiones y por las tinieblas vivientes, los ángeles caídos.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Con la oscuridad no se pueden ver los peligros y así por ejemplo, un hombre que al caer la noche se encuentra en medio del bosque, puede encontrarse muy cerca de una bestia feroz y no darse cuenta, mientras que a la plena luz del día, es capaz de advertir el peligro y tomar un camino distinto al de la bestia[3]. Lo mismo sucede con la luz de la fe: cuando el alma no tiene la luz de la fe, se encuentra inmersa en las más densas tinieblas espirituales, teniendo por compañía a los ángeles caídos, sin que el alma se percate de ello, pero en cuanto el hombre despierta y es iluminado desde lo alto con la luz de la fe, prontamente se aleja de estas bestias del Infierno.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Oh María, Madre mía, oh consuelo del mortal”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 553.

[2] Cfr. ibidem, 554.

[3] Cfr. ibidem, 554.

No hay comentarios:

Publicar un comentario