Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la blasfema decapitación de la imagen del Sagrado Corazón ocurrida en Cádiz,
España. Para mayores detalles acerca de este horrible sacrilegio, consultar el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
En
las apariciones de Jesús como el Sagrado Corazón, Nuestro Señor le muestra a
Santa Margarita su Corazón, el cual presentaba las siguientes características:
estaba envuelto en llamas, tenía una cruz en la base, su vértice estaba abierto
y de él fluía sangre y, por último, estaba rodeado por una corona de espinas.
¿Qué significado tienen estos elementos? Un primer elemento son las llamas:
estas llamas, que envuelven al Corazón de Jesús, representan visiblemente al
Amor de Dios Uno y Trino, el Espíritu Santo. Esto significa que el Amor con el
que Jesús nos ama no es un amor humano, sino un Amor Divino, el Espíritu Santo,
representado en las llamas de fuego.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Un
segundo elemento es la cruz en su vértice: significa que, puesto que Jesús está
suspendido en la Cruz del Calvario -y en la Cruz de cada Santa Misa-, todo
aquel que quiera tener para sí al Sagrado Corazón, debe hacerlo por medio de la
cruz, es decir, subiendo a la Cruz junto a Jesús. Del mismo modo a como
alguien, deseando un fruto exquisito, que se encuentra pendiendo de un árbol,
debe subirse al árbol para así poder apoderarse del fruto y gozar de su
dulzura, de la misma manera, quien desee gozar de las dulzuras del Sagrado
Corazón, debe indefectiblemente subir al Sagrado Árbol de la Santa Cruz, que es
donde se encuentra el exquisito fruto del Amor Divino, el Sagrado Corazón de Jesús.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Un
tercer elemento es la herida abierta en el vértice del Corazón de Jesús, del cual
fluye sangre y agua: es la herida provocada por la lanza del centurión romano
en el Monte Calvario cuando, para asegurarse de que Jesús ya estaba muerto, el
soldado atravesó el Costado de Jesús, del cual fluyó al instante Sangre y Agua.
La Sangre y el Agua son una representación de los Sacramentos de la Iglesia,
los cuales nos conceden la gracia santificante que no sólo nos quita los
pecados, sino que nos concede la participación en la Vida divina del Acto de
Ser divino trinitario. Es por esto que quien se alimenta de la Eucaristía, esto
es, del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, recibe la Sangre y Agua que en él
se contienen, esto es, la gracia santificante, participación en la vida divina
trinitaria.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Un
cuarto elemento es la corona de espinas que rodea al Sagrado Corazón: si bien
el Sagrado Corazón está envuelto en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo,
no por eso deja de recibir, en cada latido, el fruto de la ingratitud humana
expresada en cada pecado. En otras palabras, las espinas de la corona que rodean
al Sagrado Corazón, son la materialización de nuestros pecados, que hieren al
Sagrado Corazón de forma cruel e ininterrumpida, porque lo hieren tanto cuando
el Corazón se dilata, al introducirse las espinas en el músculo cardíaco, como
cuando el Corazón se contrae, porque en ese momento las espinas se retiran, por
así decir, del músculo, provocando un dolorosísimo desgarro del músculo
cardíaco. Con esto nos quiere significar el Sagrado Corazón que, si Él nos ama
con un Amor infinito y eterno, el Amor de la Trinidad, el Espíritu Santo,
nosotros le devolvemos, en vez de amor y más amor, sólo dolor y más dolor, cada
vez que pecamos. Por esta razón, debemos pedir la gracia de morir antes que cometer
un pecado mortal o venial deliberado, para no provocar más dolor al Sagrado Corazón.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
En
una de las apariciones, Jesús le pidió a Santa Margarita que le diera su
corazón; una vez que la santa se lo entregó, Jesús se lo devolvió convertido en
una llama de amor, diciéndole al mismo tiempo que la hacía partícipe, tanto de
su Amor, como de los dolores de la Pasión. Ahora bien, para con nosotros, Jesús
hace algo infinitamente más grandioso: no nos pide nuestro corazón, sino que nos
da su Sagrado Corazón Eucarístico, envuelto en las llamas del Divino Amor, para
que nuestros corazones y todo nuestro ser sean envueltos en este Fuego del Amor
de Dios. Y también, al igual que con Santa Margarita, nos concede la gracia no
solo de su Amor, sino la gracia de participar de la Pasión de Amor, para que
seamos corredentores de nuestros hermanos, uniéndonos por el Amor a la Pasión
Redentora del Sagrado Corazón.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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