Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y
el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el horrible ultraje
cometido contra la Sagrada Eucaristía en una iglesia en París: en el momento de
la Comunión, un hombre –que recibió la Eucaristía en la mano-, en vez de
comulgar, la trituró entre sus manos delante del sacerdote y arrojó los
fragmentos al suelo. Para mayores datos acerca de este nefasto suceso,
consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
El don de la Eucaristía es tan pero tan grande, tan
majestuoso, tan maravilloso, tan estupendamente grandioso, que el hombre ni el
ángel podrían ni siquiera imaginar su existencia, si no hubiera sido revelado
en Persona por el Hombre-Dios Jesucristo. En efecto, conocemos acerca del don
de la Eucaristía porque fue Nuestro Señor Jesucristo quien nos lo reveló en el
Evangelio cuando dijo: “Yo Soy el Pan de Vida, Yo Soy el Pan Vivo bajado del
cielo, quien coma de este Pan vivirá eternamente”.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
La Eucaristía es un don tan grandioso, que ni el
hombre ni el ángel podrían ni siquiera imaginar su existencia, sino fuera que
Jesús en Persona quien lo reveló. ¿Quién podría imaginar que todo un Dios
Omnipotente, Omnisciente, infinitamente majestuoso, infinitamente Justo,
infinitamente Misericordioso, se enamorase de su creatura, el hombre, al punto
de encarnarse en el seno de una Virgen Madre, María Santísima, para no solo
rescatarlo de las triples tinieblas en las que estaba envuelto, el pecado, la
muerte y el demonio, sino para llevarlo al cielo luego de adoptarlo como hijo?
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Continuando con el misterio de la Eucaristía, ¿quién
podría imaginar que la Sabiduría de Dios, el Verbo Eterno del Padre, la Segunda
Persona de la Trinidad, se encarnaría en el seno virgen de María Santísima,
para luego ofrecerse como Víctima Santa y Pura en el ara de la cruz, para
rescatar al ser humano al precio de su Sangre Preciosísima y que luego prolongaría
su Encarnación en la Eucaristía, para así donar al alma que lo recibe en la
Comunión en gracia, con fe y con amor, el Amor de Dios, el Espíritu Santo?
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
El misterio de la Eucaristía es un misterio
sobrenatural absoluto, un misterio que se origina en las profundidades
abismales, infinitas y eternas del Ser infinito y eterno de la Santísima
Trinidad, quien siendo Dios infinitamente majestuoso, no dudó ni por un
instante en encarnarse en la Persona Segunda del Verbo de Dios, uniéndose a la
humanidad santísima de Jesús de Nazareth, para rescatar al hombre de la eterna
condenación y para donarle su Amor, infinito y eterno, el Amor del Padre y del
Hijo, el Espíritu Santo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Sin embargo, a pesar de todo este misterio de
incalculable e inimaginable Amor Divino que se oculta detrás del don de la
Eucaristía, hay muchos, muchos, seres humanos, y entre ellos, lamentablemente,
muchos católicos, que no conocen, o no aprecian este misterio. Todavía peor,
hay quienes profanan este Sagrado Misterio Eucarístico, de ahí la necesidad de
hacer adoración reparadora. Es por esto que Nuestra Señora de la Eucaristía, la
Santísima Virgen María, en sus apariciones en Fátima, además del Rosario, pidió
sobre todo la Comunión reparadora por todas las ofensas y ultrajes que recibe
su Corazón Inmaculado. Según relata Santa Lucía de Fátima, el mismo Jesús le
hizo saber cuánto dolor le provocaba al Inmaculado Corazón el sacrilegio y la
profanación de la Eucaristía, pidiendo que se haga reparación para mitigar este
dolor: “Ten compasión del Corazón de tu Madre Santísima envuelto en las espinas
que le clavan los hombres ingratos: no hay quien haga actos de reparación para
arrancárselas”[1].
¡Nuestra Señora de la Eucaristía,
infúndenos el Amor de tu Inmaculado Corazón por la Eucaristía, para que reparemos
por todas las ofensas que se realicen contra el Santísimo Sacramento del altar!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
[1] Cfr. Stefano María Manelli,
Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio
de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 156.
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