Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego del
Santísimo Sacramento del altar, ocurrido en la localidad de Cuernavaca, en
Méjico. Para mayores detalles acerca de este lamentable suceso, consultar el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Con respecto a la eterna salvación de los cristianos, afirma
un autor que no son pocos, porque la eficacia de los Sacramentos de Cristo es
grande. Dice así: “De los cristianos no es poca parte los que se salvan, porque
es grande la eficacia de los Sacramentos de Cristo. Y si San Juan Crisóstomo
dijo que en una ciudad tan populosa como Antioquía apenas se salvarían cien,
sería porque no era sólo de cristianos sino porque también había en ella muchos
gentiles idólatras”[1].
¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
siempre tengamos un gran aprecio por los Sacramentos del Señor, que nos
conceden su gracia santificante!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Por otra parte, continúa este mismo autor, “si ha habido
días en que se han condenado millares, también ha habido días en que se han
salvado millares”[2].
Además, hay un motivo que mueve más a la Misericordia Divina a perdonar y
salvar a los pecadores arrepentidos, que a la Justicia Divina a castigarlos y
es la Sangre Preciosísima del Redentor, derramada en el Calvario y cada vez en
el cáliz de la Santa Misa. Es esta Sangre Preciosísima la que lleva a que en
nuestro peregrinar terreno, predomine la Misericordia Divina por encima de la
Justicia Divina.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
La muerte en cruz de Nuestro Señor Jesucristo no fue para
que Dios fuese riguroso, sino misericordioso; no hay, en la Divina Justicia,
los tesoros que tiene la Divina Misericordia y esos tesoros son la Sangre
Preciosísima del Cordero de Dios, derramada en su Santa Pasión[3]. Nuestro
Señor no sufrió la Pasión para que Dios fuese severo, sino piadoso; a la
Justicia nadie le habla al oído, nadie
la aviva, pero a la Misericordia Divina da voces y clama el Hijo de Dios en
Persona, desde su Trono Bendito, la Santa Cruz y así aviva y despierta a la
Misericordia de Dios.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La
Justicia Divina sólo tiene de su parte el aborrecimiento que Dios tiene de los
pecados, pero este mismo aborrecimiento le tiene la Misericordia de la suya,
pues por el mismo caso que Dios no puede ver el pecado, le hemos de pedir nos
le perdone[4].
Más aborrece Dios a los pecados, que el hombre les puede aborrecer y tanto es
así, que Dios quiere ver destruidos y desechados los pecados de los hombres. Si
la Justicia arroja a uno al Infierno, no destruye al pecado, puesto que queda
eternamente, pero con perdonar la Misericordia al pecador, destruye al pecado
para siempre.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Para
alcanzar la gracia santificante, es necesaria la esperanza en Dios Uno y Trino,
para así compensar lo que causa el temor de la severidad de la Justicia Divina.
Hay que tener en cuenta que “todo es don y gracia de Dios”, porque la obra de
la justificación es tan ardua y sobrenatural, que no hay fuerza en la
naturaleza humana ni angélica, que puedan alcanzarla por sí misma[5].
Entonces, por el hecho de que para perdonarnos y justificarnos, es que Dios
Padre ha enviado a su Hijo Dios a morir en la cruz, donándonos el Espíritu
Santo por medio de su Sangre Preciosísima, es en esto en lo que radica nuestra
esperanza de salvación eterna, por el Santo Sacrificio de Cristo en la cruz.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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