domingo, 27 de junio de 2021

Hora Santa en reparación por ultraje público a Nuestro Señor Jesucristo en marcha del orgullo homosexual Italia 260621

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje público sufrido por Nuestro Señor Jesucristo en el transcurso de la marcha por el orgullo homosexual desarrollado en Italia. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/gesutiamiamo/photos/pcb.4203151113077531/4203150946410881/

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Dios es Infinita Misericordia, pero también es Infinita Justicia y nada escapa a su divina mirada, hasta nuestros pecados más ocultos, están ante Él y su Justicia como ante un límpido espejo. Por ese motivo, el pecador debe cuidar de vivir en gracia, porque así el alma, que está ante su mirada en todo momento, está en paz con Dios, porque por la Sangre de Jesucristo ha sido reconciliada con el Padre.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Dios todo lo sabe, incluso hasta nuestros pensamientos que todavía no hemos pensado; es decir, sabe a la perfección cuáles serán nuestros pensamientos hasta el día de nuestra muerte, aun cuando no se los manifestemos ni a los hombres ni a los ángeles. Por esto dice la Escritura: “Los ojos del Señor son más lucientes que el sol, mirando por todos lados todos los caminos de los hombres, penetrando lo profundo del abismo y los corazones de los hombres” (Ecli 23).

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Al ser tan perspicaces, los ojos divinos “escudriñan Jerusalén” (1, 12), con lo cual debemos entender a “Jerusalén” por “alma del bautizado” y es así como Dios escudriña, con su divina mirada, hasta las profundidades más recónditas de nuestro ser, de nuestra alma, de nuestra conciencia, llegando incluso mucho más profundo en el conocimiento nuestro que nosotros mismos[1]. Porque Dios escudriña a “Jerusalén”, es decir, a las almas santas, a las almas en gracia, encontrando incluso en las obras buenas algo para condenar –como el amor propio, por ejemplo-, es que San Bernardo exclamó: “¿Qué puede haber seguro en Babilonia, si en Jerusalén se hace tal escrutinio? Para temer es cuando se viniere a esto, que con tan menuda inquisición nos parezcan ser culpas muchas de nuestras justicias”[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Acerca de la Justicia de Dios, no debemos caer en falsas y erróneas creencias, pensando que, porque es misericordioso, pasará por alto la impenitencia. Es verdad que Dios perdona todo pecado, pero hay un pecado que no perdona, como dicen los santos, y es aquel que no se confiesa. La Justicia de Dios es sobrepasada por la Misericordia Divina cuando el pecador se arrepiente de sus pecados y hace el propósito de no volver a caer, evitando las ocasiones de pecado, pero la Justicia no se detiene ante el pecado que, siendo reconocido, no se confiesa, porque el pecador no se arrepiente del pecado cometido.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Afirma un autor que, cuando se habla de la Justicia Divina, “no debemos engañarnos, porque no es menos su Justicia que su Misericordia”[3]. Hay que considerar que si deja de castigar algunos pecados nuestros, es porque Cristo, el Hombre-Dios, satisfizo por ellos con su Santo Sacrificio de la Cruz, aplacando la Ira Divina con su Sangre Preciosísima, con su Pasión y con su Muerte. Es para temblar que, habiendo Jesucristo satisfecho cumplida y sobradísimamente por todos los pecados de todos los hombres de todos los tiempos y aun de millones de mundos, si estos existieran, con todo esto deja Dios y ha dejado de perdonar innumerables pecados, cuando el pecador no se arrepiente de haberlos cometido. Por esto mismo, como dicen los santos, es preferible “morir antes que pecar”, es decir, es preferible morir a la vida terrena, pero con el alma en gracia, antes que seguir viviendo esta vida terrena, con el alma en pecado mortal pues si alguien muere en estado de pecado mortal, no es perdonado por la Justicia Divina, porque libremente eligió no ser perdonado.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 482.

[2] Serm. 55 in Cant.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 483.

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