domingo, 20 de junio de 2021

Hora Santa en reparación por profanación eucarística en San Pablo, Brasil 190621

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega profanación eucarística cometida en una iglesia en San Pablo, Brasil, en donde profanaron el sagrario, mordieron, pisotearon y desparramaron las Hostias consagradas, además de robarse muchas de ellas y dejaron clavado un objeto punzante en el altar eucarístico. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=x5XP3ctkEoE

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Acerca de porqué debe ser temida la Justicia Divina, dice así el Papa Inocencio III: “Tremenda cosa es a todo viviente tratar con Vos causa criminal; porque como seáis poderosísimo, nadie puede escapar de vuestras manos; y como seáis sapientísimo, nadie se puede esconder a vuestros ojos y como seáis justísimo, no hay quien pueda corromper vuestro ánimo. Delante de quien es acusadora la conciencia, rea el alma, abogada la razón, testigo la memoria y Vos sois Juez”[1].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Afirma un autor que “tres partes son terribles en un juez y para temerse mucho, puesto que le hacen severísimo. La primera, si fuese tal que supiese todos los delitos y los tuviese legítima y plenamente probados y convencidos; la segunda, si fuese tal, que quisiese castigarlo todo, sin disimular cosa alguna; la tercera, si tuviese tanto poder, que nadie le pudiese enfrentársele”[2]. Y con justa razón, enseña la Iglesia que este Juez Soberano, que todo lo sabe, que todo lo puede y a quien nadie se le puede enfrentar, es Dios Uno y Trino.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Es Dios Uno y Trino este Juez Supremo, Justísimo, Omnipotente, Omnisciente, que lo sabe todo y a quien no se le escapa nada ni nadie, pues todos nuestros pecados están plenamente probados con su infinita sabiduría y tiene por testigos a nuestra propia conciencia y los ángeles, los demonios y otras creaturas, que darán voces y testificarán contra nosotros: todo está averiguado, nada se esconderá, aun lo que no nos pareció pecado, estará probado por el pecado[3].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         También respecto a la Justicia Divina, dice así San Agustín: “Muchas cosas alabadas de los hombres serán condenadas, siendo Dios testigo de ellas”. Esto es así, porque sucede con frecuencia que los hombres se aplauden unos a otros y se vanaglorian entre sí mismos, pero no por cosas buenas, sino por cosas pecaminosas, pero nada de esto escapa a la vista soberana de Dios, que escruta hasta lo más profundo del ser humano. En el Día del Juicio Final, quedarán expuestas las intenciones con las que realizamos incluso las obras buenas, esto es, si las hicimos para ser aplaudidos y admirados por los hombres, o si las hicimos para honrar y alabar a Dios.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         La razón de la infinita Justicia de Dios, que todo lo sabe, es porque ve infinitamente mejor que nuestra propia conciencia y por esto, lo que a ella le es oculto, ante Dios se manifiesta como pecado, puesto que Dios ve en lo más profundo del alma. En las Escrituras se dice: “Los ojos del Señor son más lucientes que el sol, mirando por todos lados todos los caminos de los hombres, penetrando en lo profundo del abismo y los corazones de los hombres” (Ecli 23). Acerca del Día del Juicio Final, la Virgen le dijo a Santa Faustina Kowalska que “hasta los ángeles de Dios temblarán” ante la furia de la Ira Divina. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, refugia nuestras pobres almas en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, para así estar a salvo de la Justa Ira de Dios!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

        



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 481.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 482.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 482.

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