Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega profanación
eucarística cometida en una iglesia en San Pablo, Brasil, en donde profanaron
el sagrario, mordieron, pisotearon y desparramaron las Hostias consagradas,
además de robarse muchas de ellas y dejaron clavado un objeto punzante en el
altar eucarístico. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho,
consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=x5XP3ctkEoE
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Acerca de porqué debe ser temida la Justicia Divina, dice
así el Papa Inocencio III: “Tremenda cosa es a todo viviente tratar con Vos
causa criminal; porque como seáis poderosísimo, nadie puede escapar de vuestras
manos; y como seáis sapientísimo, nadie se puede esconder a vuestros ojos y
como seáis justísimo, no hay quien pueda corromper vuestro ánimo. Delante de
quien es acusadora la conciencia, rea el alma, abogada la razón, testigo la
memoria y Vos sois Juez”[1].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Afirma un autor que “tres partes son terribles en un juez y
para temerse mucho, puesto que le hacen severísimo. La primera, si fuese tal
que supiese todos los delitos y los tuviese legítima y plenamente probados y
convencidos; la segunda, si fuese tal, que quisiese castigarlo todo, sin
disimular cosa alguna; la tercera, si tuviese tanto poder, que nadie le pudiese
enfrentársele”[2].
Y con justa razón, enseña la Iglesia que este Juez Soberano, que todo lo sabe,
que todo lo puede y a quien nadie se le puede enfrentar, es Dios Uno y Trino.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Es Dios Uno y Trino este Juez Supremo, Justísimo,
Omnipotente, Omnisciente, que lo sabe todo y a quien no se le escapa nada ni
nadie, pues todos nuestros pecados están plenamente probados con su infinita
sabiduría y tiene por testigos a nuestra propia conciencia y los ángeles, los
demonios y otras creaturas, que darán voces y testificarán contra nosotros:
todo está averiguado, nada se esconderá, aun lo que no nos pareció pecado,
estará probado por el pecado[3].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
También respecto a la Justicia Divina, dice así San Agustín:
“Muchas cosas alabadas de los hombres serán condenadas, siendo Dios testigo de
ellas”. Esto es así, porque sucede con frecuencia que los hombres se aplauden
unos a otros y se vanaglorian entre sí mismos, pero no por cosas buenas, sino
por cosas pecaminosas, pero nada de esto escapa a la vista soberana de Dios,
que escruta hasta lo más profundo del ser humano. En el Día del Juicio Final,
quedarán expuestas las intenciones con las que realizamos incluso las obras
buenas, esto es, si las hicimos para ser aplaudidos y admirados por los
hombres, o si las hicimos para honrar y alabar a Dios.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
La razón de la infinita Justicia de Dios, que todo lo sabe,
es porque ve infinitamente mejor que nuestra propia conciencia y por esto, lo
que a ella le es oculto, ante Dios se manifiesta como pecado, puesto que Dios
ve en lo más profundo del alma. En las Escrituras se dice: “Los ojos del Señor
son más lucientes que el sol, mirando por todos lados todos los caminos de los
hombres, penetrando en lo profundo del abismo y los corazones de los hombres” (Ecli 23). Acerca del Día del Juicio
Final, la Virgen le dijo a Santa Faustina Kowalska que “hasta los ángeles de
Dios temblarán” ante la furia de la Ira Divina. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, refugia nuestras pobres almas en el
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, para así estar a salvo de la Justa Ira de
Dios!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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