jueves, 10 de junio de 2021

Hora Santa en reparación por serie blasfema contra Nuestro Señor Jesucristo en plataforma Netflix 100621

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la serie blasfema contra Nuestro Señor Jesucristo emitida en la plataforma Netflix. Ahora bien, lo más grave es que, más que ofender a los cristianos, que sí lo hace, ofende ante todo a Nuestro Señor Jesucristo, mostrándolo como violento y vengativo, además de falto de castidad. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://citizengo.org/es-lat/rf/202647-jesucristo-vengandose-tiros-tras-tener-sexo-con-dos-mujeres?dr=34653::85e481420b3df28d63e016e95bd32337&utm_source=em&utm_medium=e-mail&utm_content=em_link1&utm_campaign=ES_LTM-2021-05-27-Global-RF-LL-202647-Paradise_blasfemo-Paradise_PD_Netflix.07_AA_Relaunch_3&mkt_tok=OTA3LU9EWS0wNTEAAAF9lQHhKjvG60wSihGn1VeaYzwcJIHqMAfaGrasu7B0vhPB1Gs92JBXS4aQWyFy3a35Yqd2cSvXUFHoYBDHLJMXh9FFMf_G19HCRyvtFb00YOrp1Q

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Después de la fe –que radica en el entendimiento-, el santo temor de Dios –que radica en la voluntad- es la segunda disposición que debe tener el alma para alcanzar la gracia santificante[1]. Es por esto que en la Sagrada Escritura se dice que “el principio de la sabiduría es el temor de Dios” (Ecl 1, 16), porque es el primero de los afectos de la voluntad, cuando quiere la creatura convertirse a su Creador, porque este santo temor la hace que comience a aborrecer el pecado, por el cual corre peligro de caer bajo la Justicia Divina.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         El pecador que engendra en sí el temor de Dios, toma conciencia acerca de cuán perfecto y justo sea Dios en Sí mismo y cuán terrible es en sus efectos, tanto temporales como eternos, con lo cual el pecador teme la Justicia de Dios, tiembla ante su Ira y se estremece ante su furor. La Justa Ira de Dios se enciende contra el pecador que se obstina en el pecado, no contra el pecador que, por humana debilidad, cae en el pecado, pero no obstante esto, desea salir del pecado y convertirse a Dios. El santo temor de Dios ayuda a que el pecador sea más fuerte frente a la tentación, ayudándolo de este modo a no caer en el pecado.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Se llama “Justicia de Dios” a la voluntad que tiene Dios para castigar a los pecadores impenitentes, es decir, a los pecadores que, sabiendo que el pecado es una ofensa a Dios, no obstante persisten en él, sin querer alejarse del pecado; se llama “Ira divina” al mismo castigo, cuando es en penas temporales; por último, se llama “furor” a las penas eternas[2], las penas que descarga la Justicia Divina por toda la eternidad, por siglos sin fin. El santo temor de Dios ayuda al pecador a alejarse de aquello que irrita a la Justicia Divina, el pecado.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

David pidió al Señor no ser castigado con su furor y su ira: “No me condenéis con vuestro furor y no me castiguéis en vuestra ira” (Sal 6, 2). El mismo Dios dice que su ira es grande, por medio del profeta Zacarías: “Esto dice el Señor de los ejércitos: Celado he a Jerusalén y a Sión, con celo grande” (1, 14) y esto lo dijo Dios por los castigos temporales que habría de usar, para luego usar de la misericordia. Si esto es así, ¿qué será su furor, que aguarda a los pecadores impenitentes con eternos fuegos, donde serán con toda furia atormentados con desesperación de toda misericordia?[3]. El santo temor de Dios nos aleja de la Ira Divina y nos acerca a la Divina Misericordia.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

En Dios no hay pasión de ira ni de furor, pues esto es pecado y Dios es la Santidad Increada, en quien no puede haber ni la más ligerísima sombra, no ya de pecado, sino siquiera de imperfección, pero hay sí, sus efectos y una justicia inflexible y rigurosísima y tan terrible que aún las potestades del Cielo, con estar seguras, se dice que se estremecen ante la majestad de la Santísima Trinidad. Entonces nosotros, que somos pecadores, que mientras vivamos en esta vida terrena estamos en peligro constante de eterna condenación, ¿cómo no hemos de temblar ante su Justicia, su Ira y su Furor?[4]. El santo temor de Dios nos aleja de la Ira Divina y nos acerca a la Divina Misericordia.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 480.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 481.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 481.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 481.

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