Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la serie blasfema contra
Nuestro Señor Jesucristo emitida en la plataforma Netflix. Ahora bien, lo más
grave es que, más que ofender a los cristianos, que sí lo hace, ofende ante
todo a Nuestro Señor Jesucristo, mostrándolo como violento y vengativo, además
de falto de castidad. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te
pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Después de la fe –que radica en el entendimiento-, el santo
temor de Dios –que radica en la voluntad- es la segunda disposición que debe
tener el alma para alcanzar la gracia santificante[1]. Es
por esto que en la Sagrada Escritura se dice que “el principio de la sabiduría
es el temor de Dios” (Ecl 1, 16), porque es el primero de los afectos de la
voluntad, cuando quiere la creatura convertirse a su Creador, porque este santo
temor la hace que comience a aborrecer el pecado, por el cual corre peligro de
caer bajo la Justicia Divina.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
El pecador que engendra en sí el temor de Dios, toma
conciencia acerca de cuán perfecto y justo sea Dios en Sí mismo y cuán terrible
es en sus efectos, tanto temporales como eternos, con lo cual el pecador teme
la Justicia de Dios, tiembla ante su Ira y se estremece ante su furor. La Justa
Ira de Dios se enciende contra el pecador que se obstina en el pecado, no
contra el pecador que, por humana debilidad, cae en el pecado, pero no obstante
esto, desea salir del pecado y convertirse a Dios. El santo temor de Dios ayuda
a que el pecador sea más fuerte frente a la tentación, ayudándolo de este modo
a no caer en el pecado.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Se
llama “Justicia de Dios” a la voluntad que tiene Dios para castigar a los
pecadores impenitentes, es decir, a los pecadores que, sabiendo que el pecado
es una ofensa a Dios, no obstante persisten en él, sin querer alejarse del
pecado; se llama “Ira divina” al mismo castigo, cuando es en penas temporales;
por último, se llama “furor” a las penas eternas[2],
las penas que descarga la Justicia Divina por toda la eternidad, por siglos sin
fin. El santo temor de Dios ayuda al pecador a alejarse de aquello que irrita a
la Justicia Divina, el pecado.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
David
pidió al Señor no ser castigado con su furor y su ira: “No me condenéis con
vuestro furor y no me castiguéis en vuestra ira” (Sal 6, 2). El mismo Dios dice que su ira es grande, por medio del
profeta Zacarías: “Esto dice el Señor de los ejércitos: Celado he a Jerusalén y
a Sión, con celo grande” (1, 14) y esto lo dijo Dios por los castigos
temporales que habría de usar, para luego usar de la misericordia. Si esto es
así, ¿qué será su furor, que aguarda a los pecadores impenitentes con eternos
fuegos, donde serán con toda furia atormentados con desesperación de toda
misericordia?[3].
El santo temor de Dios nos aleja de la Ira Divina y nos acerca a la Divina
Misericordia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
En
Dios no hay pasión de ira ni de furor, pues esto es pecado y Dios es la
Santidad Increada, en quien no puede haber ni la más ligerísima sombra, no ya
de pecado, sino siquiera de imperfección, pero hay sí, sus efectos y una
justicia inflexible y rigurosísima y tan terrible que aún las potestades del
Cielo, con estar seguras, se dice que se estremecen ante la majestad de la
Santísima Trinidad. Entonces nosotros, que somos pecadores, que mientras
vivamos en esta vida terrena estamos en peligro constante de eterna
condenación, ¿cómo no hemos de temblar ante su Justicia, su Ira y su Furor?[4].
El santo temor de Dios nos aleja de la Ira Divina y nos acerca a la Divina
Misericordia.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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