Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Catedral
de México por parte de violentas feministas abortistas. Para mayores datos
acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Aquel que verdaderamente aprecia la gracia santificante,
encuentra en ella lo que ella tiene, esto es, multitud innumerable de dones del
Espíritu Santo que les son concedidos al alma que posee la gracia. Estos tales,
que apreciaron la gracia en su verdadera magnitud celestial, son los santos,
quienes le dieron varios y diversos nombres, para expresar precisamente esa
multitud de dones que la gracia conlleva. Así, por ejemplo, San Macario dice que
la gracia es como una “divina levadura”, que sazona todo el hombre con resabios
de Dios y lo endiosa[1]. Esto,
a diferencia de la “levadura de los fariseos”, denunciada por Nuestro Señor,
que infla al hombre con la soberbia del ángel caído.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
San Laurencio Justiniano la llama “luz”, porque hace al alma
partícipe de Dios Uno y Trino, que es en Sí mismo Luz Eterna e Increada y Luz
Viva y Viviente, que comunica de la vida divina trinitaria a quien ilumina,
además de desterrar todo tipo de tinieblas, sean estas las tinieblas del pecado
o las tinieblas vivientes, los demonios. San Vicente Ferrer la llama “sol”,
porque hace partícipe al alma que la posee del Sol de justicia, Cristo Jesús en
la Eucaristía.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
San Bernardo compara a la gracia con la leche y el vino[2]:
con la leche, porque así como esta sustenta la vida de los niños, así la gracia
sustenta la vida del alma, concediéndole la humildad del Verbo Encarnado,
Cristo Jesús; con el vino, porque así como éste da fuerzas y alegra el corazón,
así la gracia deleita al corazón del hombre con la dulzura y la alegría de
Dios, que es Alegría infinita, además de hacerlo partícipe de la misma
fortaleza divina.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Santo Tomás de Aquino interpreta que el salmo en el que se
habla de “óleo de alegría”, se está refiriendo a la gracia santificante, porque
es el óleo con el que el buen samaritano –Cristo Jesús- cura a su prójimo –el
alma herida por el pecado-: así como el óleo cura las heridas, así la gracia
sana las heridas del alma, quitándole el pecado y concediendo la vida de Dios
Trinidad[3]. A
su vez, Eutimio afirma que la gracia es aquel vestido dorado que celebra David
en la reina: la gracia sería un hábito de vida divina trinitaria que reviste al
alma, más precioso que todo el oro del mundo.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Por
otra parte, muchos santos llaman a la gracia “agua viva” y en la Sagrada
Escritura está figurada en repetidas ocasiones como “agua”. Así, el Hombre-Dios
Jesucristo la prometió con la metáfora de “fuente de agua viva, que salta hasta
la vida eterna” (Jn 4); y por medio
del profeta Ezequiel, Dios dijo: “Derramaré sobre vosotros un agua limpia y
seréis limpios de todas vuestras manchas” (36, 25): este “agua” no es otra cosa
que la gracia santificante, que limpia nuestras almas de la mancha del pecado
original y de todo otro pecado, siendo recibida esta gracia por medio del
Sacramento de la Penitencia[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
siempre deseemos ser refrescados y vivificados por el agua de vida eterna que
brota del Corazón traspasado de Jesús, la gracia santificante!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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