Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el asesinato de un sacerdote
ministerial, un sacerdote de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, a quien se
injuria en último término con estas acciones homicidas. Para mayores datos
acerca de este sacrílego homicidio, consultar el siguiente enlace:
https://www.aciprensa.com/noticias/asesinan-a-sacerdote-colombiano-que-era-misionero-en-africa-12420
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Es
una verdad de sentido común que el agua –el agua corriente, natural, de
manantial o de lluvia, tal como la conocemos- es fundamental para la vida, ya que
sin ella, literalmente, no se puede vivir: fertiliza los campos, limpia las
cosas, refrigera, hidrata el cuerpo de los hombres; de modo análogo, esto mismo
hace la gracia santificante con el espíritu del hombre, ya que la fecunda para
que haga obras meritorias para el cielo, limpia sus pecados y purifica la
conciencia[1],
liberándola de las malas inclinaciones y haciéndole desear los bienes eternos
del Reino de los cielos, atesorados en los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Del
mismo modo a como el ser humano no puede vivir sin el agua, pues prontamente se
deshidrata y muere, al fallar en su funcionamiento sus órganos vitales, de la
misma manera el alma, cuya vida es la gracia santificante, no puede vivir sin
esta, pereciendo al instante en el que la gracia se sustrae por un pecado
mortal[2].
Sin la gracia, el alma no vive, o más bien, vive con su vida puramente natural,
que es una vida signada por el pecado, pero aunque siga viva, muere sin la
gracia, porque deja de vivir con la vida divina, la vida de Dios Uno y Trino,
conseguida para nosotros por el Santo Sacrificio de la Cruz.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
San
Ambrosio dice que la gracia es aquel ojo hermosísimo del rostro de la Esposa
que hiere de amores al corazón del Divino Esposo y esto es así, porque Dios,
por así decirlo, se enamora perdidamente del alma que está en gracia, amándola
por encima de toda la Creación, porque esa alma en gracia se configura a su
Hijo Jesucristo, a quien ama con el Amor Divino, el Espíritu Santo[3].
Otros santos llaman a la gracia citando a la Sagrada Escritura y es así que le
dicen: “simiente de Dios, arras y prendas del Espíritu Santo, vestido de bodas,
simiente de gloria, tesoro en vasos de barro” y esto por ser la gracia algo tan
admirable, que no bastan las palabras humanas para describir su grandeza divina[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Como
no podía ser de otra forma, los Padres de la Iglesia manifestaron siempre un
grandísimo aprecia en relación a la gracia, dando a entender sus excelencias y
magnificencias por medio de semejanzas y símbolos, invitándonos a que nosotros
también la apreciemos como ellos. San Efrén da unos consejos que ayudan a
estimar esta inestimable joya forjada en el cielo, en el seno del Padre Eterno.
Dice así este santo: “Esfuérzate para que tengas continuamente la gracia divina
en tu alma, para que no seas engañado; guárdala como a tu guarda, para que no
te desampare; reverénciala como a tu maestra invisible, para que estando ella
ausente, no te pierdas en las tinieblas del pecado y no seas acosado por las
tinieblas vivientes, los ángeles caídos”[5].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Dice
así San Efrén en sus alabanzas a la gracia: “No quieras entrar en batalla sin
ella, porque perecerás torpemente. Sin su compañía no entrarás en la senda de
la virtud, para que el dragón bramador no te ponga acechanzas. Sin su consejo
no trates las cosas de tu alma, porque muchos hay que con apariencia de bien se
han depravado. Si ella no te asistiere mientras navegas en este mundo, vanos
serán todos tus afanes. Si no fueres ungido con ella para contra tus enemigos,
después de muchos trabajos que hayas tomado, llorarás haber sido vencido
ignominiosamente. Si estás con ella y de ella no te separas, no conocerás nunca
los venenosos encantos de la Serpiente Antigua”[6]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
siempre deseemos estar en gracia, conservarla y acrecentarla, todos los días de
nuestra vida y sobre todo en la hora de la muerte terrena, para así poder
ingresar en el Reino de los cielos!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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