jueves, 4 de marzo de 2021

Hora Santa en reparación por profanación eucarística en Catedral de Lomas de Zamora, Buenos Aires Argentina 040321

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la brutal profanación eucarística ocurrida en la Catedral de Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina. Para mayores datos acerca de este grave suceso, consultar el siguiente enlace:

https://es.churchpop.com/2021/03/03/atacan-sagrario-y-agravian-hostias-consagradas-en-profanacion-a-catedral/

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Los santos nos dan ejemplos eximios de amor a la gracia y una forma de demostrarlo es huir de las ocasiones de caer en pecado, tal como lo recitamos en el Sacramento de la Penitencia, antes de la absolución: “Propongo no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado”. Por ejemplo, un santo llamado Martiniano, habiendo estado una sola vez en ocasión de pecar, aunque el peligro pasó y el santo no pecó, decidió huir a una isla solitaria, en donde nunca más podría ver a la mujer que lo intentó seducir para que pecase[1]. Ejemplos como estos son los que necesitamos, además del auxilio del Espíritu Santo, para alejarnos de las ocasiones de pecar.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Lamentablemente, muchos cristianos, por diversos motivos, como la flojedad o pereza para no apartar de sí las ocasiones, o bien por el desconocimiento o falta de aprecio y amor por la gracia santificante, no se alejan de las ocasiones de caer en pecado, quedándose muy cómodos y satisfechos con sus excusas mundanas, sin apartarse del mortal peligro que puede llevarlos a caer en la tentación. Afirma un autor que “donde hay peligro de pecar se ha de poner tierra de por medio” y que “todo debe perderse”, con tal de no perder la gracia[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Que la gracia no se deba perder, aun a costa no solo de las comodidades y bienes mundanos, sino a costa aun de la vida, es a lo que se refiere Nuestro Señor cuando dice: “¿De qué le vale al hombre ganar el mundo, si pierde su alma?”. Es preferible que se pierda el cuerpo y aun que muera de hambre, antes de que se pierda el alma y muera el alma de hambre de Dios, eternamente alejada de Él; es preferible que se pierdan todos los bienes del mundo, y no que el alma pierda a Dios[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Quienes no huyen de las ocasiones de pecar y se exponen a ellas sin mayores precauciones, son homicidas de sí mismos, pues exponen sus almas a la muerte eterna[4]. Por otra parte, si nos alejamos, por razones del Cielo, de padres y hermanos, ¿no nos hemos de alejar, por salvar el alma, de extraños? ¿Qué sentido tiene aferrarnos a lo que no existe, es decir, el placer que provoca el pecado? Porque el pecado, una vez cometido, es como el anzuelo para el pez: así como el anzuelo esconde una trampa mortal para el pez, escondido en la carnada que pone el pescador, así el pecado esconde, con apariencia de placer, el pecado mortal, puesto que una vez cometido, el alma se queda sin la ilusión que proponía el pecado y también sin la vida de sí misma, la gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Lo único que importa en esta vida terrena es asegurar la gracia y con ello la salvación del alma y si para eso es menester huir de toda la tierra, pues entonces, con el auxilio divino, huyamos. Muchos, sin haber causa ni ocasión alguna, dejaron todas las cosas; entonces ¿por qué, habiendo ocasión y necesidad forzosa, no dejará el almas las cosas para así salvarse? Aunque alguien no se alimente sino de hojas y raíces, aunque vista solo pieles de animales, aunque solo se acueste en el campo, conviene que, si así conserva la gracia, eso haga[5].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 455.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 457.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 457.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 457.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 457.

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