sábado, 27 de febrero de 2021

Hora Santa en reparación por gravísimo insulto contra Dios Padre 250221

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un gravísimo insulto a Dios Padre, llevado a cabo por un sedicente grupo artístico, que es en realidad una expresión violenta del feminismo y homosexualismo de entre los más radicales que se puedan concebir. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/arttraoficial/photos/276198200563743

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Los santos, quienes son aquellos que apreciaron en su justa medida a la gracia santificante, hicieron todo lo humanamente posible e imposible para adquirir, conservar y acrecentar la gracia. Los santos no dudaron ni por un instante en sacrificar bienes materiales e incluso hasta la propia vida, con tal de no perder la gracia: ellos aplicaron a la perfección el mandato de Jesús de que es preferible verse privado de algún miembro del cuerpo o incluso de la vida, antes que perder la gracia[1].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Abundan los ejemplos de los santos que prefirieron ver amputados sus miembros, antes que perder la gracia, renegando de Jesucristo: por ejemplo, San Quirino, dio pies y manos para que se los corten, pero no renegó de Jesucristo, conservando la gracia y el santo mártir Serapión, no solamente manos y pies, sino que sufrió la amputación de miembro por miembro, padeciendo tantas muertes como golpes recibía, sólo por no perder la gracia y así también el mártir José Luis Sánchez del Río, a quien le desollaron las plantas de los pies, antes de ejecutarlo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que los santos y mártires sean nuestros guías y modelos para no perder nunca la gracia, aun a costa de la propia vida!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         A lo largo de la historia, los innumerables santos y mártires han padecido toda clase de tormentos y torturas, pero no renunciaron a Jesucristo y su gracia[2]. Así, padecieron horcas, cuchillos, clavos, cruces, sierras, ruedas, tenazas, fieras hambrientas y enfurecidas, plomo derretido, hogueras: todo lo sufrieron con santa paciencia y nada podrían haber soportado sino fuera por la asistencia del Espíritu Santo en Persona, quien es el que les dio la fortaleza sobrehumana para soportar tan crueles torturas. Si los santos tuvieran miles de vidas, darían miles de vidas y más, con tal de permanecer en estado de gracia y por lo tanto de ellos debemos aprender esta santa lección.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         Pero los santos nos dan otra lección: no sólo soportaron los tormentos infligidos por sus perseguidores y verdugos, sino que ellos mismos hacían voluntariamente grandes sacrificios, como por ejemplo San Martiniano quien, ante una terrible tentación, hizo una hoguera y contemplando el fuego dijo: “¿Qué te parece, Martiniano? Bueno es este fuego, con ser breve el tiempo que le lleva consumir tu cuerpo, pero al mismo tiempo, acuérdate del fuego del Infierno, que es eterno y que no consume, ardiendo para siempre; acuérdate del gusano que nunca muere y del crujir de dientes y que los demonios son crueles y nunca se cansan de atormentar a los condenados”[3]. También nosotros, al contemplar el fuego material, elevemos el espíritu y contemplemos el fuego que nunca se extingue, el fuego eterno y pidamos el don de no perder nunca la gracia, aun si nos cuesta esta vida terrena.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Los santos nos enseñan que no hay límites en la defensa de nuestro estado de hijos de Dios por la gracia y que debemos combatir el pecado, resistiendo hasta incluso derramar la sangre propia. Todo es poco por tener el bien de la gracia; todo es poco por no tener el mal del pecado; todo es poco por tener la gracia y no tener el pecado. Aprendamos los católicos cómo debemos resistir las tentaciones y no pensemos que los santos no las tuvieron, sino que las vencieron, con la ayuda del Santo Espíritu de Dios; las sintieron, pero no las consintieron y a costa de su carne guardaron el alma para la vida eterna[4]. En ellos se cumple a la perfección las palabras del Señor Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde el alma?” (Mt 16, 26).

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 453.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 453.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 454.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 455.

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