Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por
Nuestro Señor Jesucristo en el transcurso del festival musical de San Remo, en
Italia. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
La
gracia santificante, siendo el mayor bien que jamás alguien pueda ni siquiera
imaginar en esta vida, debe ser estimada por sí misma y no solo en
contraposición por lo que significa su pérdida[1].
Los verdaderos siervos de Cristo, por alcanzar un grado más de gracia, no
dudaron en perder ojos, manos y pies y hasta la misma vida terrena, y esto
demuestra la gran estima que de la gracia ellos tenían.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Santa
Brígida, deseosa de alcanzar mayor gracia, pidió a Nuestro Señor que le quitase
la belleza del rostro, lo cual sucedió y fue esta santa quien, con sus
oraciones, consiguió que una religiosa ciega pudiera volver a ver, pero esta,
comprobando que nada de lo sensible le agradaba, le pidió a la santa que le
devolviera la ceguera, lo cual también sucedió. Esto demuestra que estas santas
de Jesucristo, sin tener riesgo de pecado, eligieron adelantar en la gracia,
dando sus ojos solo por alcanzar mayor grado de ese bien tan preciado para los
santos, como lo es la gracia santificante[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
San
Mandeto es un ejemplo de santo que, por conservar y acrecentar la gracia, no
solo dio ojos y oídos, sino el cuerpo entero, porque siendo hijo del rey de
Irlanda, fue instado a casarse pero el santo, no queriendo perder la gracia de la
virginidad, pidió al Señor tal enfermedad de todas las partes del cuerpo, que provocaba
rechazo en todos los que lo miraban, además de exhalar un olor pestilencial. Pero
el santo tuvo a toda esta miseria por felicidad porque así alcanzaba mayor grado
de gracia; además, luego se privó voluntariamente de la herencia del reino de
la tierra, para así tener más derecho a la herencia del Reino de los cielos[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
San
Sabas, habiendo entrado en un convento, vio un árbol cargado de manzanas y tomó
una, pero en ese momento advirtió que perdía algún grado de gracia por no
mortificarse, la arrojó de sí como si fuera veneno, haciendo el propósito de
hacer penitencia en adelante[4]. A
su vez, Teodoreto escribe de un monje que, estando un día sentado en una piedra
grande con otro monje, uno leía en los Evangelios y el otro lo interpretaba.
Uno de ellos se distrajo por un momento viendo a un labrador, por lo que el que
leía los Evangelios le dijo: “Por distraerte con las cosas del mundo, no
percibiste como convenía las palabras evangélicas”[5]. Esto
llevó al monje reprendido a hacer el propósito de mortificar la vista, para no
perder de vista lo más importante de esta vida, Jesús Eucaristía.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Al
contrario de los santos, que hacían grandes penitencias por pequeñas
imperfecciones, muchos cristianos pierden ligeramente muchos grados de gracia,
recibidos en la Comunión y en la Confirmación. Lo que deben hacer los
cristianos es penitencia por los descuidos que los llevan a no conservar la
gracia y a caer en estado de pecado. Los santos hacían penitencia también por
los pecados ajenos: así, Santa Mectildis, al oír una vez un canto deshonesto,
muriéndose de pena por aquella ofensa a Dios y menosprecio de su gracia, hizo grandes
penitencias y ayunos, para reparar dichas ofensas proferidas contra la majestad
de Dios[6].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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