domingo, 7 de febrero de 2021

Hora Santa en reparación por quienes practican el satanismo y además lo inculcan a niños y jóvenes 050221

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el agresivo proselitismo de la secta Templo Satánico, mediante el cual se pretende inculcar el satanismo a niños y jóvenes. A quien deben conocer los niños y jóvenes es al Hombre-Dios Jesucristo, porque es su Creador y su Redentor: Cristo dio su vida en la Cruz por la salvación de los niños y jóvenes y por eso lo deben conocer a Él y no al Príncipe de las tinieblas. El demonio no ama a nadie porque solo puede odiar, por lo tanto es un grave daño el que se comete a una persona cuando se la hace conocer al Padre de la mentira, cuyo objetivo es arrastrar a las almas al Infierno eterno. Para conocer mayores datos acerca de esta iniciativa del Templo Satánico, consultar el siguiente enlace:

https://www.portaluz.org/articulo.asp?idarticulo=4098&fbclid=IwAR3ON0Af23MspF0LIXOlXc_jmK6tg3GBG6Y8vqSNduPVmC4VBYfnevVKYzQ

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Así como un alma es infinitamente agradable a Dios cuando está en gracia, de la misma manera, es infinitamente aborrecible a Dios cuando el alma está en pecado[1]. Cuando está en gracia, el alma participa de la vida misma de Dios Uno y Trino y Dios Uno y Trino encuentra tanta complacencia y tanto agrado en esta alma, que hace de ella su morada y del cuerpo de esta persona el “templo del Espíritu Santo”. Pero cuando el alma está en pecado, no tiene ya la vida de la Trinidad en ella y por eso Dios Trino se retira de esa alma y al retirarse Dios, el alma queda inmersa en las tinieblas, pero no en las tinieblas de la naturaleza, sino en las tinieblas vivientes, los ángeles caídos.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Dios no aborrece al pecador, sino al pecado y el grado de este aborrecimiento se puede establecer en la Pasión y Muerte de su Hijo Único, Jesucristo, en cuya Divina Persona se castigó un pecado ajeno que fue el de Adán, con atroces tormentos y penosísima muerte[2]. Es decir, Dios ama a su Hijo con amor infinito, pero este amor no fue impedimento para que se disminuya el aborrecimiento que Dios tiene del pecado y es por eso que envió a su Hijo Amado a morir en cruz, para expiar pecado ajeno. Entonces, cabe la pregunta: si a su propio Hijo trató así por el pecado de Adán, ¿cómo castigaría a Adán si no se hubiera arrepentido? ¿Y cómo nos castigaría a los pecadores, si no se interpusiera entre nosotros y la Ira Divina el Cordero de Dios, Cristo crucificado?

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Otra muestra –terrible- del aborrecimiento de Dios hacia el pecado es el Infierno y los tormentos eternos que en él sufren, tanto los ángeles que se rebelaron contra Dios, como los hombres impenitentes que no quieren ni convertirse ni amar a Dios. Los hombres deberían pensar y meditar, con más frecuencia, el grado de horrenda malicia en el que consiste el pecado, porque basta con un mal pensamiento, producido en un instante, para merecer una eternidad de sufrimientos en el Infierno. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestros pensamientos sean santos y puros como los pensamientos de Nuestro Señor Jesucristo coronado de espinas!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         El pecado tiene tanta malicia en sí mismo, que obliga a un Padre amorosísimo a realizar un notable acto de justicia y rigor, el de hacer pagar a sus hijos –que no lo aman y que prefieren el pecado a su gracia- con las penas del Infierno[3]. Dios se encuentra en la obligación, por así decirlo, de condenar a creaturas a las que había adoptado por hijos, pero que por el pecado decidieron libremente apartarse de Él, de su Amor y de su Misericordia. Y fuera de Dios y su Misericordia, sólo existe su Justicia Infinita.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Es tal el aborrecimiento de Dios al pecado, que siendo Él la Bondad Increada en Sí misma, castiga a la culpa con tanto rigor y por toda la eternidad y es esto lo que se ve en el castigo eterno que sufren creaturas que fueron excelentes al momento de ser creadas, pero que luego se volvieron perversas por propia voluntad, como los ángeles, los querubines y los serafines. El aborrecimiento de Dios es infinito y por eso castiga al pecado, que se comete en un instante, por toda la eternidad y esto no porque en Dios falte amor y mansedumbre, sino porque precisamente su amor y mansedumbre son tan grandes, que debe aborrecer en extremo la maldad y mucho más cuando esa maldad proviene de un pecado mortal. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, protégenos con tu manto y refúgianos en tu Inmaculado Corazón, para que nunca jamás cometamos un pecado mortal o venial deliberado!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

                                                                    

                                                                    



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 438.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 439.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 439.

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