Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el agresivo proselitismo de
la secta Templo Satánico, mediante el cual se pretende inculcar el satanismo a
niños y jóvenes. A quien deben conocer los niños y jóvenes es al Hombre-Dios
Jesucristo, porque es su Creador y su Redentor: Cristo dio su vida en la Cruz
por la salvación de los niños y jóvenes y por eso lo deben conocer a Él y no al
Príncipe de las tinieblas. El demonio no ama a nadie porque solo puede odiar,
por lo tanto es un grave daño el que se comete a una persona cuando se la hace
conocer al Padre de la mentira, cuyo objetivo es arrastrar a las almas al
Infierno eterno. Para conocer mayores datos acerca de esta iniciativa del
Templo Satánico, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Así
como un alma es infinitamente agradable a Dios cuando está en gracia, de la
misma manera, es infinitamente aborrecible a Dios cuando el alma está en pecado[1].
Cuando está en gracia, el alma participa de la vida misma de Dios Uno y Trino y
Dios Uno y Trino encuentra tanta complacencia y tanto agrado en esta alma, que
hace de ella su morada y del cuerpo de esta persona el “templo del Espíritu
Santo”. Pero cuando el alma está en pecado, no tiene ya la vida de la Trinidad
en ella y por eso Dios Trino se retira de esa alma y al retirarse Dios, el alma
queda inmersa en las tinieblas, pero no en las tinieblas de la naturaleza, sino
en las tinieblas vivientes, los ángeles caídos.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Dios no aborrece al pecador, sino al pecado y el grado de
este aborrecimiento se puede establecer en la Pasión y Muerte de su Hijo Único,
Jesucristo, en cuya Divina Persona se castigó un pecado ajeno que fue el de
Adán, con atroces tormentos y penosísima muerte[2].
Es decir, Dios ama a su Hijo con amor infinito, pero este amor no fue
impedimento para que se disminuya el aborrecimiento que Dios tiene del pecado y
es por eso que envió a su Hijo Amado a morir en cruz, para expiar pecado ajeno.
Entonces, cabe la pregunta: si a su propio Hijo trató así por el pecado de
Adán, ¿cómo castigaría a Adán si no se hubiera arrepentido? ¿Y cómo nos
castigaría a los pecadores, si no se interpusiera entre nosotros y la Ira
Divina el Cordero de Dios, Cristo crucificado?
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Otra
muestra –terrible- del aborrecimiento de Dios hacia el pecado es el Infierno y
los tormentos eternos que en él sufren, tanto los ángeles que se rebelaron
contra Dios, como los hombres impenitentes que no quieren ni convertirse ni
amar a Dios. Los hombres deberían pensar y meditar, con más frecuencia, el
grado de horrenda malicia en el que consiste el pecado, porque basta con un mal
pensamiento, producido en un instante, para merecer una eternidad de sufrimientos
en el Infierno. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que nuestros pensamientos sean santos y puros como los pensamientos
de Nuestro Señor Jesucristo coronado de espinas!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
El pecado tiene tanta
malicia en sí mismo, que obliga a un Padre amorosísimo a realizar un notable
acto de justicia y rigor, el de hacer pagar a sus hijos –que no lo aman y que
prefieren el pecado a su gracia- con las penas del Infierno[3].
Dios se encuentra en la obligación, por así decirlo, de condenar a creaturas a
las que había adoptado por hijos, pero que por el pecado decidieron libremente
apartarse de Él, de su Amor y de su Misericordia. Y fuera de Dios y su
Misericordia, sólo existe su Justicia Infinita.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Es tal el aborrecimiento de Dios al pecado, que siendo Él la
Bondad Increada en Sí misma, castiga a la culpa con tanto rigor y por toda la
eternidad y es esto lo que se ve en el castigo eterno que sufren creaturas que fueron
excelentes al momento de ser creadas, pero que luego se volvieron perversas por
propia voluntad, como los ángeles, los querubines y los serafines. El aborrecimiento
de Dios es infinito y por eso castiga al pecado, que se comete en un instante,
por toda la eternidad y esto no porque en Dios falte amor y mansedumbre, sino
porque precisamente su amor y mansedumbre son tan grandes, que debe aborrecer
en extremo la maldad y mucho más cuando esa maldad proviene de un pecado
mortal. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía,
protégenos con tu manto y refúgianos en tu Inmaculado Corazón, para que nunca
jamás cometamos un pecado mortal o venial deliberado!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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