Inicio: ofrecemos esta Hora Santa
y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la película blasfema “María,
Madre de Jesús”. En dicha película se describen una serie de inexactitudes que
constituyen una verdadera blasfemia, no solo contra la Madre de Dios, sino
también contra su Hijo, Cristo Dios. Para mayores detalles, consultar el
siguiente enlace:
https://www.facebook.com/photo?fbid=10223735621688958&set=gm.3283726775064958
Canto
inicial: “Tantum
ergo Sacramentum”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Con
toda razón y justicia, la Virgen Santísima es llamada, entre otros títulos,
como “Nuestra Señora de la Eucaristía”, porque fue de su seno virginal de donde
surgió el Pan de Vida Eterna, Cristo Jesús en la Eucaristía. Si Jesús es el Pan
Vivo bajado del cielo, la Virgen es el horno ardiente de caridad en donde este
Pan celestial se puso a punto gracias al Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Que la Virgen sea la Madre de la Eucaristía se prueba también
por otros nombres y títulos que le pertenecen, como el de “Nuestra Señora del
Santísimo Sacramento” y esto no como si fuera un título que se le adjudica solo
nominalmente, sino porque fue Ella quien contribuyó, con sus nutrientes
maternales, a que el Santísimo Sacramento del altar, Jesús Eucaristía, creciera
seguro durante nueve meses en su seno materno y virginal.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Los santos también reconocían a la Virgen como “Nuestra
Señora de la Eucaristía”, o títulos análogos; por ejemplo, el Padre Pío de
Pietralcina, les decía a sus hijos espirituales: “Pero, ¿no veis a Nuestra
Señora siempre junto al Sagrario?”[1], es decir, él la llamaba “Nuestra
Señora del Sagrario”, porque la Virgen está siempre a los pies de cada Sagrario
del mundo, adorando y amando a su Hijo, y haciendo reparación por quienes no lo
adoran, no lo aman, no creen en su Presencia Eucarística y no esperan en su
Venida Eucarística al alma por la Comunión sacramental.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La Virgen está siempre donde está el Hijo, y el Hijo está
siempre donde está la Madre. Así, la Virgen está en el Calvario, cumpliendo su
rol de Corredentora de la humanidad, junto a su Hijo Jesús, Redentor de los
hombres. Por esta presencia adorante de la Virgen delante de cada Sagrario, San
Alfonso María de Ligorio, en cada visita a Jesús Eucaristía unía siempre la
visita a María Santísima; a su vez, San Juan Bosco decía: “Os recomiendo a
todos primero hacer la adoración a Jesús Eucaristía y después el respeto a
María Santísima”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Muchos, al leer las vidas de los santos, probablemente
experimenten el santo deseo de que la Virgen se les apareciera en sus vidas,
pero pocos se dan cuenta de que, si hacen una visita a Jesús Sacramentado, se
encontrarán en persona con la Virgen -aunque no la vean con los ojos del
cuerpo-, debido a que la Virgen está en cada Sagrario del mundo, como dijimos,
adorando, amando y reparando ante Jesús Eucaristía. Por esta razón, San Maximiliano
María Kolbe recomendaba que, al ir a Jesús Eucaristía, no se dejase nunca de
recordar la presencia de la Virgen, invocándola -como Nuestra Señora de la
Eucaristía, agregamos nosotros- y uniéndose a Ella en su adoración, amor y
reparación a Jesús Eucaristía.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico,
Editorial Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 132.
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