Inicio: ofrecemos esta Hora Santa
y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Basílica
de la Inmaculada Concepción, ocurrida en Río de Janeiro. La profanación
consistió en el uso inapropiado y sacrílego de la Basílica para dar lugar a la
realización de un ritual Hare Krishna. El Derecho Canónico de la Iglesia Católica
prohíbe este tipo de usos de los templos católicos[1].
Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=qJCSFnZ9iys&feature=emb_logo
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
El
Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que por el Bautismo sacramental, se
quita del alma el pecado original y se concede la gracia santificante, que
convierte al alma en hija adoptiva de Dios y en templo del Espíritu Santo. Éste
es el fundamento por el cual el católico no puede no vivir otra vida que no sea
la de la santidad, porque Dios Trino es la Santidad Increada y es Él quien nos
hace partícipes, por la gracia divina, de su vida de santidad.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El católico no puede adorar otros dioses que no sean el
Dios Único y Verdadero, Dios Uno y Trino; por esta razón, en los templos católicos
sólo se adora a la Santísima Trinidad y no a los falsos dioses. Quien obre de
modo contrario, es decir, quien utilice los templos católicos para adorar a
dioses que nada tienen que ver con la Verdad revelada por Nuestro Señor Jesucristo,
comete el pecado de idolatría y de apostasía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Como católicos, como bautizados, como hijos adoptivos de
Dios, estamos llamados entonces a vivir en santidad. ¿De qué manera alimentar
esta vida de santidad, que hemos recibido en el Bautismo? Existen variadas
formas, pero entre todas, hay tres especiales, que se colocan en el primer
lugar. Estas son: la oración, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística y la
celebración de la Santa Misa. Así se lo dice la Santísima Virgen al Padre
Gobbi: “Cuán grata me resulta la Liturgia de las Horas, el Rosario entero que
recitáis, la Adoración Eucarística, la solemne concelebración de la Misa, que
forma el corazón de todo el Cenáculo”[2]. Oración, Santo Rosario,
Adoración Eucarística, Santa Misa: ése es el programa de santidad para todo
católico.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Para no solo no decaer en la vida de santidad, sino para conservarla
y acrecentarla cada vez más, es conveniente y muy necesario la realización de
cenáculos de oración, en donde Jesús en Persona se hace presente, según sus
propias palabras: “Donde dos o más estén reunidos en Mi Nombre, allí estoy Yo”.
Formar cenáculos de oración para allí fortalecer la vida de santidad, es algo que
la Virgen aprecia y valora, tal como se lo dice al Padre Gobbi: “Os reunís como
hermanos que se aman, se ayudan, para llevar juntos el peso de las dificultades
que encontráis. Hijos predilectos, con qué amor os miro y cuánto consuela a mi
Corazón dolorido este vuestro continuo Cenáculo, que reproduce aquí la realidad
del de Jerusalén. Os recogéis en oración continua, intensa, hecha Conmigo (…)
Vosotros formáis parte de mi ejército”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por último, la vida de santidad, fecundada y cultivada por
la oración, el Rosario, la Adoración Eucarística y la Santa Misa, debe
manifestarse hacia los demás, hacia el prójimo y esto se puede ver en las obras
de misericordia -corporales y espirituales- a las que todo católico está
llamado a practicar. En otras palabras, si la santidad se cultiva en el
interior, en los más profundo del ser y del corazón, por medio de la oración cristiana,
ésta misma vida de santidad se debe reflejar hacia el exterior, por medio de la
práctica de las obras de misericordia. Como dice el Evangelio, sin obras -de
misericordia- la fe está muerta. Por esta razón, el católico está llamado a
orar, elevando el alma a la Trinidad, y a obrar, devolviendo el Amor recibido de
Dios Trino en obras de caridad para con el prójimo más necesitado.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
[1] CDC, 1210: “En lugar sagrado sólo
se admita aquello que favorezca el ejercicio y la promoción del culto, de la
piedad, de la religión; prohíbase todo lo que esté fuera de lugar con relación
a la santidad del lugar”; 1211: “Los lugares sagrados son violados por actos
gravemente injuriosos, perpetrados con escándalo de los fieles y que, a juicio
del Ordinario, son de tal modo graves y contrarios a la santidad del lugar, que
no es lícito ejercer el culto, hasta tanto no fuera reparada la injuria mediante
rito penitencial establecido en los libros litúrgicos”.
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