lunes, 30 de noviembre de 2020

Hora Santa en reparación por intento de quema de la Catedral de México por parte de feministas 261120

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el intento de incendio de la Catedral de México por parte de feministas y por el ataque vandálico sufrido por otras iglesias en el mismo país. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.religionenlibertad.com/polemicas/73511526/feministas-asaltan-catedral-mexico-ataques-iglesas.html?fbclid=IwAR0a8iDu5QdqUX5P0pMvqYq05aYBmtsSFeOOQGUiMpyA5E0caex6X7wvZwE

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Afirma un autor, hablando acerca de la fatuidad y vanidad de los bienes terrenos, que quienes apetecen las honras y bienes de este mundo, “son como los muchachos que siguen las mariposas, las cuales tienen un vuelo errático y así, al tratar de atraparlas, no se fijan por dónde van y terminan cayendo en un pozo o tropezando con alguna piedra”[1]. Del mismo modo sucede con los seres humanos que van en busca de honores y bienes terrenos: como estos son erráticos, inevitablemente terminan dándose golpes o cayendo desde el lugar en el que estos bienes, efímeramente, los habían colocado.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Pero incluso, dice este autor, si llegan a atrapar una mariposa, se maravillan por algo que es casi nada, se alegran como si hubieran atrapado un gran tesoro. De la misma manera hacen los que buscan las honras de este mundo; porque las honras mundanas no tienen camino cierto y cuando están en poder de alguien, lo están por muy poco tiempo –comparado el tiempo humano con la eternidad- y así el contento que dan se esfuman prontamente, como se esfuma el humo con el viento[2]. Y con el agravante de que muchos, por alcanzar estos vanos y efímeros bienes y honras mundanas, caen en pecados mortales en la mayoría de los casos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Las honras del mundo, después de alcanzadas, son tan peligrosas como cuando se pretendían: pervierten el juicio, cambian las buenas costumbres, apartan de Dios, y no se encuentra en ellas más que “vanidad de vanidades”. La pompa del mundo y el favor popular es como el humo, que pronto se desvanece y ya nadie se acuerda de ellos. San Juan Crisóstomo cita a un rey, el rey Seleuco, quien decía que, si los hombres supieran qué era reinar, aunque hallasen la corona en el suelo no la levantarían[3]. En otras palabras, las honras mundanas implican el empeño de la vida –e incluso perder la vida eterna- por algo que no vale más que el humo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Las bienaventuranzas no pueden estar ni en los gustos, ni en las riquezas, ni en las honras, ni en nada que se le parezca, porque en ninguna de estas cosas está la totalidad de todos los bienes, ni siquiera una parte de ellos. Las honras y deleites van de la mano con las riquezas y éstas con los gustos, para dar algún contento. Ahora bien, ni las riquezas, ni las honras, ni los bienes terrenos, dan pleno contento al corazón humano, porque el corazón humano ha sido creado para un bien eterno y ese bien eterno se llama “Dios”. Y como Dios no está en estas cosas, no pueden estas cosas terrenas, dar contento al hombre.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

A la bienaventuranza, por el contrario, la acompañan la rectitud de la voluntad y la voluntad, iluminada por la gracia, es capaz de adquirir muchas y grandes virtudes, que es en lo que consisten los verdaderos bienes[4]. San Bernardo dice: “Huid de Babilonia, huid y salvad vuestras almas. La castidad peligra en los regalos, la humildad en las riquezas, la piedad en los negocios, la verdad en las palabras demasiadas, la caridad en este mal mundo”. Huyamos entonces de las vanas riquezas del mundo y vayamos en pos del bien más preciado de esta vida, la gracia santificante de Nuestro Señor Jesucristo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 420.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 420.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 421.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 423.

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