Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el violento y sacrílego ataque sufrido por una iglesia en El Bolsón, Argentina, por parte de elementos mapuches o pseudomapuches. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Quien
está en gracia, lo tiene todo, porque lo tiene a Cristo. Así lo afirman las
Escrituras: “Todas las cosas son vuestras, ora sea Paulo ora sea Apolo ora sea
Cefas, ora sea el mundo, ora sea la vida, ora sea la muerte, ora sean las cosas
presentes, ora sean las futuras, porque todas las cosas vuestras son, pero
nosotros somos de Cristo” (1 Cor 3).
Quien está en gracia, no se puede llamar pobre, porque todas las cosas son
suyas; todos los santos del cielo son suyos, porque todo es de Cristo y quien
tiene la gracia, tiene a Cristo[1].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por
el contrario, quien no está en gracia, nada tiene que sea suyo: no lo tendrá, porque
se enajenó de Él y se entregó a Lucifer. No serán suyos los santos, porque no
le aprovecharon sus ejemplos; las creaturas no serán suyas, pues no se crearon
para ser mal usadas; la vida no es suya, pues la tiene perdida y con ella no se
aprovecha, ni lo podría hacer, mientras estuviera en ese estado. Tampoco la
muerte será suya, porque morirá para el demonio y no para Dios. Por esto, no
hay mayor pobreza que la de aquel que carece de gracia, porque ni a sí mismo se
tiene, pues es esclavo del diablo y no teniéndose a sí, nada puede tener[2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma
un autor: “Busca tú el Reino de Dios, que es la gracia y su justicia y con ella
tendrás todas las cosas, porque Dios te las dará: “Muy justa promesa por cierto
–dice Buenaventura-, porque quien busca el Reino de Dios y su justicia, es
siervo de Dios y amigo de Dios e hijo de Dios. Y fuera cosa grandemente
perversa imaginar que Dios había de faltar a su siervo y amigo e hijo, sin
proveer de las cosas necesarias, porque ese tal posee a Dios y es poseído de Dios
y por consiguiente tiene lo que tiene Dios”[3]. Y
al revés, también es cierto: quien no tiene a Dios y su gracia, no tiene nada,
aunque lo tenga todo materialmente hablando.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si
alguien quiere saber de qué manera cuida Dios a los que están en gracia, que
escuche lo que dice el Profeta Isaías: “Por ventura, ¿se podrá olvidar la mujer
de su niño, para que no se compadezca del hijo de sus entrañas? Y si ella se
olvidare, Yo no me olvidaré de ti; mira que en mis manos te tengo escrito y
siempre tengo tus muros delante de mis ojos” (49, 15). Es decir, la madre se
podrá olvidar del hijo que tiene en sus brazos, pero no se olvida Dios de aquel
que está en gracia.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Así
como una madre no puede dejar de dar su sangre al que lleva en sus entrañas,
así Dios no puede dejar de proveer, con su Amor, al que está en gracia, es
decir, al que está en sus manos y esto es así, porque para Dios es como si le
fuera la vida en ello[4]. Por
eso, si una madre alimenta a su hijo con su sangre y su substancia, así Dios
alimenta a sus hijos con la Sangre del Cordero y con la substancia divina, por
medio de la Sagrada Eucaristía.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo
Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los
pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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