Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el cruel asesinato de un
sacerdote, el Padre Roberto Malgesini, a manos de un inmigrante ilegal. Para mayores
datos acerca de este luctuoso suceso, consultar el siguiente enlace:
https://www.facebook.com/ultimoesorcista/posts/1097755283976761
Oración
inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Después
del pecado original, ¿puede el ser humano, aun con toda su buena voluntad,
permanecer en gracia durante mucho tiempo? Esta pregunta la formularon los
teólogos y la respondió Santo Tomás de Aquino, afirmando que no podía el hombre
permanecer en estado de gracia santificante más allá de un año. Es decir, aun
con toda la buena voluntad, pasado ese tiempo, el hombre cae,
indefectiblemente, en el pecado mortal.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma un autor, siguiendo a Santo Tomás, que “sin la gracia
habitual no puede el hombre durar mucho tiempo sin cometer pecado mortal”[1].
Es por este hecho, real y que entraña un gravísimo peligro para la salud del
alma y para el destino eterno del alma –si el alma muere en pecado mortal, se
condena en el Infierno-, que la Iglesia recomienda la Confesión sacramental por
lo menos una vez al año, para Pascuas de Resurrección.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Visto desde otro punto de vista, uno de los grandes
beneficios de la gracia es que nos hace capaces y nos dispone para durar toda
la vida sin pecado mortal: esto sucede si, cumpliendo con lo que prescribe la
Iglesia, nos confesamos por lo menos una vez al año, mientras que el resto del
año procuramos vivir cumpliendo la Ley de Dios y manteniendo el alma en estado
de gracia, apartándonos tanto del pecado como de las ocasiones de pecar[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Con respecto a la gracia y a su relación con el pecado, dice
Santo Tomás de Aquino: “En el estado de naturaleza corrupta, tiene el hombre
necesidad de la gracia habitual, que sane a la naturaleza, para que totalmente
se abstenga de pecar”[3]. En
otras palabras, como consecuencia de estar nuestra naturaleza humana
mortalmente herida por el pecado original, sin el auxilio de la gracia
habitual, no podemos mantenernos en estado de gracia e indefectiblemente caemos
en el pecado, de ahí la necesidad imperiosa de la ascesis, de la penitencia,
del ayuno, de la oración, de las buenas obras y, sobre todo, del Sacramento de
la Penitencia.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Siguiendo
con las enseñanzas de Santo Tomás acerca de la necesidad imperiosa de la gracia,
enseña el Doctor Angélico que el hombre, en el estado de inocencia, por estar
la naturaleza entonces perfectamente sana, podía con el solo auxilio general
evitar todos y cada uno de los pecados mortales y veniales, pero en el estado
de la naturaleza corrupta, tal como quedó luego del pecado de Adán y Eva, sólo
puede, si está en gracia, evitar todos los pecados mortales y cada uno de
ellos, pero si le falta la gracia, es imposible que el hombre dure un cierto
tiempo –algunos meses, por ejemplo-, sin caer en pecado mortal[4]. Por
eso repetimos e insistimos en la enseñanza y el pedido de la Santa Madre
Iglesia: si queremos conservar el alma en gracia en esta vida y así entrar en
el Reino de los cielos en la vida eterna, acudamos, no solo una vez al año,
sino cuantas veces podamos, al Sacramento de la Penitencia.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo,
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él
mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo
Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los
pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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