jueves, 3 de septiembre de 2020

Hora Santa en reparación por decapitación de imagen de la Virgen en Canadá 300820

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la decapitación de una imagen de la Virgen a manos de un vándalo anti-cristiano. Acerca del lamentable hecho, ocurrido en Canadá, se pueden obtener mayores datos en el siguiente enlace:

https://religionlavozlibre.blogspot.com/2020/09/atrapen-al-criminal-esta-es-su-cara.html

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         Así como a Dios le agradan las almas que aprovechan la gracia santificante, conquistada al precio altísimo de la Vida del Cordero entregada en sacrificio en la Cruz, así también Dios desaprueba a las almas que rechazan la gracia. Esto queda de manifiesto por lo que dicen las Escrituras, que dichas almas son abandonadas a su propia concupiscencia, quedando llenas de pecado, de maldad y de engaño[1].

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con respecto a lo que le sucede a las almas que desaprovechan o desprecian la gracia santificante, dice así un autor: “Es para estremecernos lo que dice el Apóstol (Rom 1, 18) que pasó con aquellos que no quisieron aprovecharse del conocimiento de Dios, siendo por lo tanto entregados por el mismo Dios a sus sentimientos errados y reprobados, a las concupiscencias de su corazón, a toda inmundicia, quedando llenos de toda maldad”[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

No es gratuito, para el alma, rechazar la gracia y esto lo podemos constatar en numerosos puntos del Evangelio; entre ellos, está la parábola de los talentos: allí se puede ver cómo el servidor “malo y perezoso”, que no hizo fructificar su talento –desaprovechó la gracia-, es condenado por su señor, es decir, es el alma que elige el pecado en vez de la gracia y es reprobada por Nuestro Señor Jesucristo. El talento significa la gracia, esto es, los auxilios divinos y los santos pensamientos que nos concede Dios, pero si estos no se ponen por obra, el alma sufre en consecuencia una severa reprimenda, que incluso puede costarle la vida eterna.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La misma lección podemos hallarla en la parábola de las vírgenes necias y las prudentes: a las necias –las almas que rechazaron la gracia- se les niega la entrada en el salón de bodas, es decir, en el Reino de los cielos y esto porque –según un autor- “a las lámparas, que son las ilustraciones divinas –la gracia-, no echaron aceite, que es el ejercicio de buenas obras”[3]. En otras palabras, las vírgenes necias son las almas que, por acedia, por soberbia o por algún otro pecado, no supieron o más bien no quisieron aprovechar la gracia y murieron en ese estado, con lo que permanecerán para siempre excluidas del Reino de Dios. Por esta razón es que afirmamos que no es gratuito rechazar la gracia que la Trinidad nos concede por intermedio del Cordero de Dios, Cristo Jesús.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Otro autor sostiene lo siguiente: “Muchas veces acontece que por justo juicio de Dios, en aquel que despreció o repugnó a la gracia, usando mal de los dones de Dios y de los talentos del Sumo Padre de familias, cuando estaba en su primera edad y convenía obrar, que después no haya recurso para tener aquella gracia”[4]. Y sin la gracia de Dios, todo es perdición, pecado e infierno[5]. Por eso mismo, no nos descuidemos en lograr la gracia –por ejemplo, a través del Sacramento de la Penitencia- si no la tenemos, o en aumentarla –por ejemplo, a través de la Comunión Eucarística- si ya la tenemos, pero guardémonos siempre de rechazarla, de manera tal que elijamos la muerte terrena antes que perder la gracia, porque el que pierde la gracia pierde la vida eterna.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 376.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 376.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 376.

[4] Gerson, De parvulis ad Christum trahendis.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 377.

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