Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación de
la película blasfema de Hollywood sobre Jesucristo, en el que Nuestro Señor aparece
caracterizado sacrílegamente como una mujer lesbiana. Para mayor información,
consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
¿Cómo
podemos orar, de manera tal que nuestra oración no solo sea la que le agrada a
Dios, sino que llegue a Él? La forma más segura, según los santos, es orando en
el Corazón de María, con el Corazón de María y para el Corazón de María. La
Virgen lleva al alma al más completo desprendimiento de las cosas terrenas y al
más filial abandono en los brazos de María, condiciones indispensables para que
la oración sea la que le agrada a Dios y llegue a su seno celestial.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
Corazón Inmaculado y Dolorido de María Santísima es el único camino que conduce
al Corazón de Jesús y al seno del Padre y el alma que emprende este camino debe
hacerlo con la confianza y el amor de un niño para con su madre. Así como el
niño se aferra con fuerzas a la madre, por medio de un amoroso abrazo filial,
así el alma enamorada de Dios debe aferrarse, por la oración, al Inmaculado
Corazón de María, para que Ella le transmite no solo seguridad y confianza,
sino ante todo su propio amor, el amor que inhabita en el Inmaculado Corazón,
el Amor de Dios, el Espíritu Santo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
alma que ama a la Virgen Santísima debe escuchar y seguir sólo el Verdadero y
Único Magisterio de la Iglesia, en el que se contiene toda la Revelación del
Hombre-Dios Jesucristo, Revelación en la que se manifiesta la única salvación
para el hombre, el Santo Sacrificio en la Cruz del Hombre-Dios. Es necesaria la
unión en el amor y en la fe con el Corazón Inmaculado de María, porque sólo así
el alma estará en grado de distinguir cuál es el Magisterio divino y
confrontarlo con el pseudo-magisterio de los falsos profetas, que intentan
provocar confusión en el seno de la Iglesia, por medio de la introducción de
doctrinas falsas y en un todo extrañas a las enseñanzas del Cordero de Dios.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
hijo adoptivo de María Virgen, el bautizado fiel que ha recibido el Sacramento
del Bautismo, no debe obrar de modo tal que la acción lo lleve a olvidar la
oración: el activismo y el obrar por el solo obrar, sin el apoyo de la oración,
hace que el alma se aparte, de alguna manera, del regazo de la Madre del Cielo,
perdiendo así en gran medida su amor y confianza filial. El hijo de María
Virgen debe aprender, en esa escuela de oración que es el Inmaculado Corazón, a
callar, a no agitarse, a no perderse en organizaciones vanas y en actuaciones
faltas de oración.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Unidos
a la Virgen por medio de la oración y del amor filial; aprendiendo la verdadera
oración y el verdadero actuar misericordioso en esa escuela de espiritualidad
sagrada que es el Inmaculado Corazón, los hijos de la Virgen forman de esta
manera una fuerte línea de defensa contra los ataques que las fuerzas del
Infierno llevan a cabo contra las Puertas de la Iglesia. Estos hijos de la
Virgen, a Ella unidos por el amor y la oración, son parte de la promesa de
Jesús expresada en el Evangelio, de que las fuerzas infernales no habrían de
triunfar sobre la Esposa Mística del Cordero: “Las Puertas del Infierno no
triunfarán sobre mi Iglesia”. La unión con la Virgen es una señal de que de esa
línea de defensa, los ángeles caídos y los hombres de perverso corazón no
triunfarán en su tarea de demoler la Iglesia. Así le dice la Virgen al Padre
Gobbi: “¡Yo estoy con ustedes y de aquí no se pasa: y desde aquí Yo inicio mi
batalla para mi triunfo más grande!”[1].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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