miércoles, 1 de julio de 2020

Hora Santa en reparación por blasfemia contra la Madre de Dios por parte de cantante puertoriqueño 240620



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el grave ultraje sufrido por la Madre de Dios, al ser comparada de mod o irreverente con un vientre de alquiler. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          Así como la humildad atrae la gracia, así la soberbia la expulsa del ser del hombre o del ángel. Ejemplo de esto el Ángel caído: nadie pudo estar más alto que el primer ángel y el hombre no tiene tantas gracias ni tanto amor de Dios como él tuvo; no se pudo poner él en aquel estado, sino que fue Dios quien le puso y sin embargo, Dios mismo le suspendió todos sus auxilios y lo precipitó en el Infierno[1]. En muchas historias se pueden ver caídas semejantes, por lo que no tenemos que fiarnos de nosotros mismos, ya que Dios es quien nos sustenta y si cesara de ayudarnos, nos perderíamos irremediablemente.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Con relación al don de la gracia, dice San Agustín: “Abriste, Señor, mis ojos y me alumbraste y vi que el hombre no se debe gloriar delante de Ti, porque si alguna cosa tiene buena, grande o pequeña, don es tuyo y nuestro no es sino el pecado: ¿pues de dónde se gloría el hombre? Si de lo malo, no es gloria, sino miseria; y si de lo bueno se quiere gloriar, es ajeno; porque tuyo es el bien, Señor, y a Ti se ha de dar la gloria”[2]. Por eso nuestra gloria no debe ser sino única y exclusivamente Nuestro Señor Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Conozcámonos, pues, humillémonos y desconfiemos de nosotros, pero confiemos mucho en Dios y su misericordia, que es infinita. Desde lo más profundo de nuestro ser y nuestro corazón, surja la oración que se eleve a los Cielos, porque lo necesitamos. Los más grandes santos eran esto lo que hacían, pidiendo luz y acierto para andar el camino del Cielo. David decía: “Haz que conozca el camino en que debo andar; enséñame a hacer tu voluntad” (Sal 142). Y el saber es para obrar, no cualquier obra, sino las obras de misericordia, corporales y espirituales.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Salomón tenía toda la sabiduría del mundo y con todo eso, pidió de nuevo sabiduría para obrar, orando así a Dios: “Dame la sabiduría que asiste a tus altos Tronos: envíala de tus cielos santos y desde el solio de tu Majestad, para que esté conmigo y trabaje conmigo, para que sepa qué es lo que te es acepto” (Sab 9). De la misma manera debemos hacer nosotros: imitando a Salomón, debemos pedir sabiduría a Dios para saber obrar lo que le agrada, esto es, lo bueno y lo santo.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Debido al estado de miseria y pobreza en el que quedó nuestra naturaleza luego del pecado original, no tenemos de parte nuestra sino flaquezas y engaño, y pecado y perdición de muerte. De Dios y sólo de Él es lo bueno; a Él se lo pidamos siempre, como nos aconsejan hacer todos los santos de todos los tiempos. Dice el Papa Celestino: “Todo buen pensamiento, todo piadoso consejo y todo movimiento bueno de nuestra voluntad, todo viene de Dios”[3]. Pidamos esta gracia y desconfiemos de lo que viene de nosotros mismos, para que sea sólo Dios el inspirador de nuestros pensamientos y obras santas.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d. 372.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 373.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 374.

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