Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por la ola de atentados sufridas
por cinco iglesias católicas en EE. UU. Para mayores datos, consultar el
siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
La Virgen Santísima, que como Madre de los Dolores estuvo al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, también participó espiritualmente de los
dolores y de la Pasión de su Hijo Jesucristo, el Redentor de la humanidad. Quienes
se consideran hijos de la Virgen –lo somos todos los bautizados, pero con más
intensidad los que se consagran a su Corazón Inmaculado-, se unen místicamente
a Ella, que está de pie y en la más completa soledad, al pie de la Cruz[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Virgen está de pie, al lado de la Cruz, junto a Jesús,
que muere por la salvación de la humanidad toda. La Virgen, espiritual y
místicamente, abraza a su Hijo, quien se encuentra sumergido en el más profundo
y angustioso dolor. La Virgen se asocia, en la perfección del Querer Divino, a
su Hijo, para beber con Él el amargo cáliz de su gran abandono. Al pie de la
Cruz, no están ni los discípulos –con la excepción de Juan Evangelista-, ni sus
amigos, ni ninguno de los que recibieron sus grandes milagros, signos y
prodigios. Sólo la Virgen, con el discípulo amado Juan, está al pie de la Cruz.
Como hijos de la Virgen, postrados ante Jesús crucificado, nos acerquemos a
Ella para que nos cubra con su manto.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En la Cruz, los ojos del Divino Salvador están ocultos por
la Sangre Preciosísima que cae de su Sagrada Cabeza, coronada de espinas, pero
también están velados por una amargura interior, espiritual, ocasionada por la
inmensidad del mal que brota del corazón de los hombres sin Dios. La Virgen
busca, a su vez, con su mirada, a alguno, de entre tantos hombres, que se
ofrezca para aplacar su dolorosa sed de amor, aunque su búsqueda parece ser en
vano: “He buscado consoladores, pero no los he encontrado”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Al pie de la Cruz, no están las multitudes que lo aclamaban
con “hosannas”, alegres de recibir, por parte de Jesús, sus asombrosos milagros
y prodigios. Tampoco está la gente que el Domingo de Ramos lo aclamaba como a
su Rey, y tampoco están las multitudes que comieron el pan milagrosamente
multiplicado por Él. En cambio, lo que hay es un grupo de pobres hombres
cegados por el odio y empujados por sus jefes religiosos a una ferocidad tan
inhumana, que jamás se vio nada igual ni volvió luego a verse después. De esa
manera, Jesús ve aumentados sus sufrimientos, al comprobar con amargura la
ingratitud y el abandono de aquellos por quienes ofrenda su vida. No seamos
ingratos para con nuestro Dios Crucificado y nos unamos al Inmaculado Corazón
de María, para reparar por tanto abandono e ingratitud.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Mientras Jesús ofrece perdón, amor y paz a los hombres,
estos responden con odio y escarnio; mientras Jesús ofrece sus heridas abiertas
y sangrantes al Padre, los hombres responden con insultos; mientras Jesús
inmola su Cuerpo para la salvación de la humanidad, los hombres responden con
ultrajes; mientras Jesús gime de dolor y angustia, los hombres responden con
blasfemias, sacrilegios y ultrajes. Ante esto, nos unamos al Dolorido Corazón
Inmaculado de María Santísima, para así reparar los sacrilegios y ultrajes a
los que es sometido el Hijo de Dios crucificado.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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