miércoles, 15 de julio de 2020

Hora Santa en reparación por ataques a iglesias católicas en EE. UU. 120720



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por la ola de atentados sufridas por cinco iglesias católicas en EE. UU. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:


         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         La Virgen Santísima, que como Madre de los Dolores estuvo al pie de la Cruz en el Monte Calvario, también participó espiritualmente de los dolores y de la Pasión de su Hijo Jesucristo, el Redentor de la humanidad. Quienes se consideran hijos de la Virgen –lo somos todos los bautizados, pero con más intensidad los que se consagran a su Corazón Inmaculado-, se unen místicamente a Ella, que está de pie y en la más completa soledad, al pie de la Cruz[1].

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Virgen está de pie, al lado de la Cruz, junto a Jesús, que muere por la salvación de la humanidad toda. La Virgen, espiritual y místicamente, abraza a su Hijo, quien se encuentra sumergido en el más profundo y angustioso dolor. La Virgen se asocia, en la perfección del Querer Divino, a su Hijo, para beber con Él el amargo cáliz de su gran abandono. Al pie de la Cruz, no están ni los discípulos –con la excepción de Juan Evangelista-, ni sus amigos, ni ninguno de los que recibieron sus grandes milagros, signos y prodigios. Sólo la Virgen, con el discípulo amado Juan, está al pie de la Cruz. Como hijos de la Virgen, postrados ante Jesús crucificado, nos acerquemos a Ella para que nos cubra con su manto.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En la Cruz, los ojos del Divino Salvador están ocultos por la Sangre Preciosísima que cae de su Sagrada Cabeza, coronada de espinas, pero también están velados por una amargura interior, espiritual, ocasionada por la inmensidad del mal que brota del corazón de los hombres sin Dios. La Virgen busca, a su vez, con su mirada, a alguno, de entre tantos hombres, que se ofrezca para aplacar su dolorosa sed de amor, aunque su búsqueda parece ser en vano: “He buscado consoladores, pero no los he encontrado”.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Al pie de la Cruz, no están las multitudes que lo aclamaban con “hosannas”, alegres de recibir, por parte de Jesús, sus asombrosos milagros y prodigios. Tampoco está la gente que el Domingo de Ramos lo aclamaba como a su Rey, y tampoco están las multitudes que comieron el pan milagrosamente multiplicado por Él. En cambio, lo que hay es un grupo de pobres hombres cegados por el odio y empujados por sus jefes religiosos a una ferocidad tan inhumana, que jamás se vio nada igual ni volvió luego a verse después. De esa manera, Jesús ve aumentados sus sufrimientos, al comprobar con amargura la ingratitud y el abandono de aquellos por quienes ofrenda su vida. No seamos ingratos para con nuestro Dios Crucificado y nos unamos al Inmaculado Corazón de María, para reparar por tanto abandono e ingratitud.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Mientras Jesús ofrece perdón, amor y paz a los hombres, estos responden con odio y escarnio; mientras Jesús ofrece sus heridas abiertas y sangrantes al Padre, los hombres responden con insultos; mientras Jesús inmola su Cuerpo para la salvación de la humanidad, los hombres responden con ultrajes; mientras Jesús gime de dolor y angustia, los hombres responden con blasfemias, sacrilegios y ultrajes. Ante esto, nos unamos al Dolorido Corazón Inmaculado de María Santísima, para así reparar los sacrilegios y ultrajes a los que es sometido el Hijo de Dios crucificado.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr.P. Gobbi, 4 de Abril de 1980, 363.

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