Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la vandalización sufrida por algunos templos católicos durante una marcha de
protesta en México. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Varios teólogos de renombre y autoridad, afirman acerca de
la eficacia de nuestras oraciones, que esta es ahora mayor que antes de Cristo
y la razón es que son hechas en Cristo, por Cristo y por Cristo. Es decir, Dios
socorre ahora -en el tiempo después de Cristo- con mayores auxilios que antes
de Cristo y favorece con más benignidad a los justos que tienen la gracia por
Cristo. En otras palabras, por ser gracia dada por Jesucristo, es privilegiada
con mayores favores y para más heroicas obras. Ésa es la razón por la cual en
muy pocos años ha habido mayores santos que en el estado de inocencia[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El hombre debe conocer su dignidad y la dignidad que le
confiere la gracia de Cristo, para así conocer más y mejor a su Redentor; debe
estimar más su gracia merecida por Cristo, pues Dios mismo la estima en más. El
hombre que está en gracia es como el sarmiento unido a la vid: no se arranque
de esta vid, en donde está injertada y por la cual produce abundantes frutos de
santidad. Que el justo, el que está en gracia, ame mucho a su Redentor, pues
por Él somos más amados por Dios Trino. Por la misma razón, debe el que está en
gracia honrar mucho a Jesucristo, quien por nuestra salvación dio su vida en la
Cruz[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Un monje doctísimo, llamado Jovio, admiró las excelencias y
privilegios de nuestra gracia por encima de la de los ángeles, afirmando que “tiene
por más dicha haber sido creado hombre -y haber recibido el bautismo- que ángel”.
Este monje afirma lo siguiente: “¿Cómo nos pudiera ser más conveniente haber
sido creados ángeles que hombres, pues el pecado de los ángeles no fue admitido
a penitencia y así carece de todo perdón; pero nuestro linaje de hombres
mortales, aunque peque, se levanta otra vez por la penitencia?”[3].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma este autor que “después de la venida de Cristo Nuestro
Señor, se ven mayores obras en los hombres, que cualesquiera otras que los
ángeles hacen. Por lo cual dice San Pablo: “Mirad lo que os digo: aunque un
ángel del Cielo os evangelice otra cosa fuera de lo que os he predicado, sea
anatema”. Y San Judas Tadeo afirma: “El Arcángel Miguel no se atrevió a juzgar
blasfemando al diablo; pero nosotros hemos recibido potestad para hollar y
pisar sobre las serpientes y escorpiones y toda la virtud del enemigo”. No ha
habido un ángel que se haya osado llamar a sí o a otro Dios o Hijo de Dios;
pero los hombres se llaman dioses e hijos de Dios. Y como dijese Lucifer que
había de ser semejante al Altísimo y que había de poner su solio en el Cielo,
perdiendo todos los bienes que tenía, fue infamado, escarnecido y condenado
para siempre; pero a nosotros la misma Verdad de Dios nos ha dado tan grande
potestad, que nos hagamos semejantes al Padre y que con el Hijo nos sentemos en
tronos”[4].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
“Es verdad -continúa el monje Jovio- que los hombres
pecamos con facilidad, pero cuanto más fácilmente faltamos, tanto más fácil nos
reparamos si queremos, porque nuestro sapientísimo Protector y Patrón
Jesucristo nos abrió mil caminos para salvarnos y hacer penitencia. Por otra
parte, los hombres poseen un bien mayor que los ángeles, porque ya son hechos
parientes de Cristo, aun según la carne, y esto por el prodigio de la Encarnación
del Verbo de Dios”[5].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 360.
[2] Cfr. ibidem, 360.
[3] Cfr. ibidem, 361.
[4] Cfr. ibidem, 361.
[5] Cfr. ibidem, 361.
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