Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la decapitación de una imagen del Sagrado Corazón en Andalucía. Para mayor
información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Jesús
se compara a sí mismo con una vid y a los discípulos, con los sarmientos: así
como los sarmientos están injertos en la vid, así lo están los cristianos en
Cristo. Este estar injertos en Cristo-Vid confiere al alma una particular
dignidad y estimación y convierte al hombre en un hombre justo[1], pues recibe de Cristo su
gracia, así como el sarmiento recibe la savia. Por esta razón dijo San León,
hablando del Nacimiento del Señor: “Conoce, ¡oh cristiano!, tu dignidad y ya
que eres partícipe de la naturaleza divina, no quieras volver a tu antigua
vileza con degenerar en el modo de tu vida y conversación: acuérdate de qué
cabeza y de qué cuerpo eres miembro”[2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Esto
se declara con el ejemplo del mismo Cristo, porque aunque la gracia habitual
que estuvo en Él sea de la misma naturaleza que la de los ángeles y hombres,
con todo eso dicen los teólogos que por estar junta con la santidad infinita
que tiene Cristo por razón de la unión hipostática, es gracia de cabeza, lo
cual es particular dignidad que le viene por la unión con el Verbo[3]. Así también en los
hombres justos, por la particular conjunción que tienen con Cristo, se añade a
su gracia particular dignidad y estimación, haciendo al hombre miembro vivo de
Cristo y un cuerpo con Aquel que es Persona divina[4], Jesús de Nazareth.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
A
esto se alega otra notable circunstancia de nuestra gracia, que, aunque sea
beneficio respecto de nosotros, pero respecto de Cristo es justicia y cosa
debida, porque es premio de sus merecimientos; y esto es gran honra y dignidad
nuestra, el de ser santificados por virtud e influjo de nuestra cabeza, Cristo
Jesús. Así como es especial honra poseer la bienaventuranza alcanzada por
premio y corona debida a las buenas obras y hechos heroicos, así es especial dignidad
ser la gracia premio de uno de nuestro linaje -el Segundo Adán, Jesucristo-, y
merecida con rigor de justicia por el sacrificio en Cruz de quien es nuestra Cabeza.
Esto no lo tuvo ni Adán en su estado de inocencia, ni tampoco los ángeles[5].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Fuera
de esto, tiene esto más nuestra gracia: como dicen muchos doctores, que en
cuanto se funda en los merecimientos de Cristo, es principio de merecer delante
de Dios con modo más perfecto o con justicia más propia, y se puede decir que justamente
nos perdona los pecados; lo cual aumenta la dignidad moral de la gracia que se
da a los hombres. No es poca honra la nuestra el que se pueda decir que satisfacemos
nuestros pecados con modo más perfecto, en cuanto está fundada nuestra
satisfacción en la satisfacción infinita de Cristo Dios[6].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
relación a la eficacia de nuestras oraciones, es ahora mayor que antes por Cristo,
y esto porque Dios socorre ahora con mayores auxilios y favorece con más
benignidad a los justos que tienen gracia por Cristo, que si no la tuvieran por
Él, porque por respeto de ser gracia dada por Jesucristo, aun en igual grado,
es privilegiada con mayores favores y para más heroicas obras. De donde viene
que ahora en muy pocos años haya habido mayores santos que en el estado de la
inocencia serían por millares de años[7].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 358.
[2] Serm. 1, De Nativ.
[3] Cfr. ibidem, 359.
[4] Cfr. ibidem, 359.
[5] Cfr. ibidem, 359.
[6] Cfr. ibidem, 360.
[7] Cfr. ibidem, 360.
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