Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y
desagravio por una obra de teatro blasfema en la que se representa al
Hombre-Dios Jesucristo como siendo homosexual. Para mayores datos, acudir al
siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
El pecado de soberbia que cometieron los ángeles en el
Cielo, rebelándose contra Dios y su Amor, es castigado con mayor pena que el
pecado nuestro, porque como dice el Sabio, “los poderosos padecerán tormentos
poderosamente” (Sab 6). A nosotros, los hombres, se nos perdona
prontamente el pecado, pues queda perdonado con el acudir al Sacramento de la
Penitencia; ahora bien, el pecado de los ángeles no se borrará eternamente
porque ellos, en cuanto son más excelentes que todo cuerpo, tanto más sin
indulgencia se les asienta el castigo[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por esta razón dijo San Pablo: “Juzgaremos a los ángeles,
cuanto más a las cosas del siglo” (1 Cor 6). Y los santos juzgarán al mundo,
esto es, que los que estamos atados en esta carne pesada y tosca, pero con todo
esto hacemos cosas mejores, juzgaremos a los espíritus, que estando libres de
cuerpo, con todo eso, o no hicieron lo bueno que nosotros o cometieron cosas
peores, porque nosotros cumplimos con menor poder lo que es mejor y ellos no,
aunque tuvieron mayor facultad[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
También
cuando pecamos nosotros nos queda el resto de la vida para hacer penitencia y
enmendarnos, pero al haber caído los ángeles, luego tuvieron sobre sí su pena,
porque sumergidos en las tinieblas del Infierno, fueron entregados y reservados
en juicio y condenación eterna. Con otros tantos argumentos se puede contemplar
la Providencia sapientísima de Dios para con nosotros y además se manifiesta claramente
qué grande locura y desatino es de aquellos que quisieran ser antes creados
ángeles que hombres[3].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Aun
en la gracia que se ha dado a los hombres conocen los Padres y doctos teólogos
mayores circunstancias y excelencias en la gracia que gozamos ahora, después de
haber nacido Cristo y muerto por nosotros en su misterio pascual de muerte y
resurrección, las cuales no tuvo la gracia que se dio a los que vivieron en el Antiguo
Testamento antes que Nuestro Redentor, el Verbo de Dios encarnado, se hiciera hombre[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Fuera
de que toda la santidad que hubo antes y gracia que se dio a los Padres del
Antiguo Testamento, fue en virtud del Nuevo, además de estar impedida aquella
gracia para que no obrase todos sus efectos, porque como dicen algunos doctores,
no sacaba a los hombres de la condición de siervos en la que estaban, en cambio
la gracia del Nuevo Testamento, la que nos trajo Cristo, no solo nos quita los
pecados, sino que nos hace hijos y amigos de Dios Uno y Trino y herederos del
Reino de los cielos, con lo cual se viene a destacar las grandes ventajas que tiene
la gracia del Nuevo Testamento en relación a la del Antiguo[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad, cantad, cantad a María”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 362.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 363.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 363.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 363.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 363.
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