viernes, 12 de junio de 2020

Hora Santa en reparación por creación de altar al dios prehispánico de la muerte 020620



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la creación de un altar dedicado al dios prehispánico de la muerte. La reparación y el desagravio se imponen por cuanto sólo Dios Uno y Trino, que es la Vida Increada y Autor de toda vida participada, debe ser adorado “en espíritu y en verdad”. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          La gracia que se concede a los hombres en el Nuevo Testamento, a partir de Cristo, es de mayor consideración que la que se concedía también a los hombres, en el Antiguo Testamento[1]. En efecto, en esta última, no se sublimaba a los hombres a la perfección y consumación que tienen los justos en la bienaventuranza; además, no se concedía el ser hijos adoptivos de Dios y herederos del Reino de los cielos.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          La gracia del Antiguo Testamento estaba impedida para convertir a los hombres en hijos de Dios y así, aunque muriesen en gracia y hubiesen satisfecho cumplidamente por sus pecados, quedaban detenidos en el limbo hasta que Cristo murió. Pero la gracia que se da ahora no tiene impedimento alguno y estando purificada el alma que está en gracia, toma posesión de su herencia y entra en la eterna bienaventuranza sin esperar más[2].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Por otra parte, en el Nuevo Testamento hay más y eficaces medios y en mayor número para conseguir y conservar la gracia, como son los Sacramentos. La gracia se da ahora en mayor cantidad y con auxilios más eficaces para vencer las tentaciones y obrar virtuosamente, lo cual significaron los Profetas con la paz interna y suavidad en la guarda de la Ley que prometieron a los Santos del Nuevo Testamento. Y la verdad es que ha habido después acá muchos más santos en número y mayores que hubo antes que Cristo, Nuestro Redentor, naciese[3].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Afirman muchos teólogos que Cristo Nuestro Salvador tuvo gracia habitual infinita y en realidad es que por la grandeza de su Persona -es la Segunda de la Santísima Trinidad- y por sus merecimientos infinitos, no excedería a su dignidad si toda la gracia habitual posible se le diese. Por último, los justos del Antiguo Testamento no tuvieron esta honra de que el Hijo de Dios se hubiese hecho hombre y rogado por ellos y les hubiera aplicado su gracia; sin embargo, nosotros la tenemos y de ella gozamos y obtenemos infinitos e inmerecidos beneficios[4].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Dice San Gregorio Magno: “Los ángeles, que antes hacían poco caso de nuestra naturaleza, después que ven está sublimada sobre sus cabezas, temen de verla postrada delante de sí” y por eso es que no permiten que los hombres, convertidos en hijos de Dios, se postren delante de ellos[5]. ¡Oh, Jesús dulcísimo, todo bien nuestro, Redentor de los hombres y honrador de nuestra naturaleza! A ti debemos el respeto que tienen los ángeles a tus santos y a la gracia que nos das. Danos también estima de ella y agradecimiento a tus finezas y extremos de amor con que así nos quisiste honrar.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 364.
[2] Cfr. ibidem, 364.
[3] Cfr. ibidem, 364.
[4] Cfr. ibidem, 365.
[5] Cfr. ibidem, 365.

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