La Trinidad y María Santísima, imagen original.
Imagen blasfema y sacrílega.
Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por una representación feminista que ofende a la Santísima Trinidad y a la Santísima
Virgen María. El ultraje se cometió al reemplazar la figura de la Virgen con la
de un hombre que representa al “patriarcado”, además de reemplazar las imágenes
de Dios Padre y Dios Hijo por sendas mujeres, que representan al feminismo, el
cual por añadidura es abortista y pro-LGBT[1].
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Cuando una parte de los ángeles creados por Dios,
utilizando mal su libre albedrío, decidieron rebelarse contra Dios y seguir a
Satanás en su locura, esta acción tan irracional los convirtió, de ángeles
buenos que eran al ser creados por Dios, en ángeles malos o demonios, y esto
por su propio libre albedrío[2]. Ahora bien, si tanta
conmoción provocaron en los cielos estos ángeles que irracionalmente se negaron
a servir a Dios, ¿no debe acaso llorar el hombre que pierde la gracia de Cristo,
convirtiéndose así en traidor, no sólo a su Creador, sino también a su Redentor,
que perdió su vida por amor a nosotros?
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Los ángeles sólo debían llorar su pecado con que perdieron
la gracia, sin más estimación que la que por su naturaleza tienen; pero el
hombre pecador tiene que llorar, además de esto, los méritos infinitos y la
Sangre y la Vida de Cristo con los que mereció la gracia para los hombres. Debe
el pecador llorar por perder la gracia y debe el justo alegrarse y no hartarse
de gozarse, porque tiene tanto bien, que es la gracia, y debe mostrarse agradecido
a su Dios más que los mismos serafines[3].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
A esto se le agrega otra causa por la que debe ser más
estimada la gracia de los hombres que la de los ángeles y es por haber sido
perdida y luego de nuevo recobrada. Esto nos significó Nuestro Señor Jesucristo
(cfr. Lc 15), con las mayores demostraciones de alegría que hizo el místico
Pastor con una sola oveja perdida que con las noventa y nueve que nunca se
perdieron; y la mujer que se regocijó más con la dracma hallada, después de buscarla,
que con nueve que tenía guardadas y nunca las perdió; y el padre que hizo
fiesta al hijo pródigo después de encontrarlo, pero no hizo fiesta por el hijo
mayor, que siempre estuvo con él[4].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
todas estas parábolas se comparan a la naturaleza humana y a la angélica,
juntamente con las condiciones de gracia de ambas las dos: en las parábolas, es
mayor la alegría por lo que estaba perdido y fue hallado, que por aquello que
nunca se perdió. Si en el Cielo se hace mayor fiesta por nuestra gracia, por
ser hallada, más que por la de los ángeles, en la tierra debe haber más llanto
y dolor quien ha perdido la gracia por segunda vez. Porque así como lo que se
cobra después de haber sido perdido es causa de mayor gozo, así también el tornar
la segunda vez a perder lo que una vez se recobró, causa mayor sentimiento. Y como
se guarda más lo que fue perdido, guardemos más la gracia que los ángeles que
la perdieron; estimemos más la gracia que nos halló Jesucristo y nos restituyó
sin merecerlo[5].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por donde tiene mayor estimación nuestra gracia es por
estribar en los méritos de Cristo, por los cuales se nos da, y así participa
particular dignidad y estimación, por razón de la cual tiene efectos muy
admirables. Cristo influye en nosotros con sus infinitos merecimientos y nos
comunica este don soberano, así como la vid comunica su virtud a los sarmientos.
Y así, el mismo Cristo se comparó a la cepa y los justos a los sarmientos, que
no pueden vivir si no están en la vid –“Sin Mí nada podéis hacer”, dice el
Señor-, porque cortados, no sirven sino para el fuego[6].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Así describe la “profesora” que
ideó semejante engendro blasfemo: “Alejandro en el centro
representa el Patriarcado, Laura e Inma las dos chicas feministas con cintas
moradas (color del feminismo) que anudan la corona, le quitan la corona como
símbolo del cambio que deseamos para nuestra sociedad”.
[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 357.
[3] Cfr. ibidem, 357.
[4] Cfr. ibidem, 357.
[5] Cfr. ibidem, 358.
[6] Cfr. ibidem, 358.
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