sábado, 30 de mayo de 2020

Hora Santa en reparación por robo sacrílego 280520



         Inicio: Un sacerdote fue asaltado y los ladrones se llevaron consigo los elementos utilizados por el sacerdote para la unción de los enfermos, así como figuras religiosas y elementos de oración. Puesto que el destino de estas cosas sagradas es, para los ladrones, el depósito de residuos, se impone una reparación.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         Afirma un autor que “la gracia que se da a los hombres tiene mayor título para ser estimada que la gracia que se dio a los ángeles”[1]. En efecto: al considerar las excelencias de la gracia, hay que advertir que la gracia que gozamos los hombres es de mayor estimación que la se le concedió a los ángeles, sobre todo la gracia que nos consiguió Jesucristo con su misterio pascual de Muerte y Resurrección. Por esta razón, los hombres debemos estar sumamente agradecidos a Dios Uno y Trino, porque le debemos más que lo que los ángeles le deben a Él.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si bien la esencia de la gracia es la misma en los ángeles y en todos los hombres, con todo eso tiene algunos privilegios y prerrogativas la gracia que se da a los hombres, por la cual la debemos estimar más y hasta el mismo Dios la estima más. La gracia es en sí preciosa por su propia naturaleza, puesto que enriquece al alma con la riqueza misma de Dios y es de estimar más la que se nos da a los hombres, que la que se da a los ángeles y la razón es que nuestra gracia se compró al precio infinitamente alto de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo[2].

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En efecto, la gracia de los ángeles no costó a Jesús ni una gota de sudor ni de sangre; no le costó ni un paso; sin embargo, la gracia que se nos da a nosotros le costó padecer al Hijo de Dios en esta vida mortal treinta y tres años, porque desde que se encarnó en el seno purísimo de María Virgen, comenzó a padecer y pagar el precio de ella, ganándola para nosotros con trabajos, oraciones y lágrimas, con actos de excelentes virtudes, con el hambre que padeció, con sus afrentas y persecuciones y finalmente con su atroz muerte en Cruz[3].

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Todo esto tuvo infinito valor, de modo que costó nuestra gracia, no sólo precio infinito, sino innumerables veces infinito. Y más agradecidos hemos de ser a Cristo por el más pequeño grado de gracia que da a un hombre, que los ángeles por cuanta gracia y gloria se ha dado a todos ellos juntos, pues su gracia no costó a Dios nada en dársela y la nuestra le costó la vida[4], que era de valor infinito, por ser Jesucristo el Hombre-Dios, Dios Hijo encarnado en una naturaleza humana.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El mismo Dios Uno y Trino mira con particulares ojos a la gracia que se dio por la Sangre y trabajos y muerte en Cruz del Unigénito, Jesús de Nazareth, Dios Hijo encarnado, en quien el Padre se complace. Una madre suele amar más al hijo que le costó mayores dolores, y así sucede entre Dios y nosotros y los ángeles: nosotros le costamos mayores sufrimientos y dolores que los mismos ángeles. Dios estima más la gracia que le costó más y ganó con su sudor y sangre y mira con ojos benignísimos a los predestinados por la Sangre Preciosísima de su Hijo, derramada con amor inefable en la cima del Monte Calvario[5].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.





[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 355.
[2] Cfr. ibidem, 356.
[3] Cfr. ibidem, 356.
[4] Cfr. ibidem, 356.
[5] Cfr. ibidem, 357.

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