lunes, 11 de mayo de 2020

Hora Santa pidiendo el fin de la persecución de los cristianos en China comunista 030520



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, pidiendo la gracia del cese de la persecución a los cristianos en muchos lugares del mundo, pero sobre todo en China comunista. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Con relación a la alta estima que tenían los santos sobre el sacerdocio ministerial, decía así el Cura de Ars: “Si yo encontrase a un sacerdote y a un ángel, saludaría primero al sacerdote, después al ángel… Si no hubiese sacerdote, de nada serviría la Pasión y la Muerte de Jesús… ¿De qué serviría un cofre lleno de oro si no hubiera quien lo abriese?”. En otras palabras: ¿quién pone a Jesús en nuestros sagrarios? ¿Quién nos da a Jesús Eucaristía a nuestras almas? ¿Quién purifica nuestros corazones para que podamos recibir a Jesús? El sacerdote ministerial y sólo el sacerdote ministerial[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con la Sagrada Escritura podemos decir lo siguiente acerca del sacerdote ministerial: “Él es el ministro del Tabernáculo” (Heb 13, 10), es “el ministro de la reconciliación” (2 Cor 5, 18), es el “ministro de Jesús para los hermanos” (1 Cor 4, 1), es el “administrador de los misterios divinos” (1 Cor 4, 1). Además de todo esto, debemos contar los innumerables ejemplos de sacerdotes que, a lo largo de la historia, se han sacrificado a sí mismos, para dar a Jesús a sus hermanos[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Hace unos años estaba el viejo cura ya para morirse. Junto a él, se encontraba uno de sus fieles, uno de los más alejados de Dios y de la Iglesia, se encontraba ya casi en la agonía. El pobre párroco estaba desolado porque no se podía mover y le envió al vicepárroco, advirtiéndole que recordase al moribundo que una vez le había prometido que no se moriría sin los santos sacramentos. “Pero yo se lo prometí al párroco y no a usted”, se excusó el enfermo. El vicepárroco le contó la respuesta al párroco. Éste, sin dudarlo y a pesar de sus propios impedimentos, llegó a la casa de aquel pecador. Llegó, consiguió confesar y dar a Jesús Eucaristía al moribundo y finalmente le dijo: “¡Nos vemos en el cielo!”. Luego de un breve tiempo, ambos murieron y, por misericordia de Dios, es de suponer que se reencontraron en el cielo[3].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Puesto que participan del poder de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, que es en Sí mismo la Vida Increada, los sacerdotes ministeriales son portadores de esa vida, que se comunica por los Sacramentos, principalmente por la Eucaristía. Son también los mediadores de la salvación entre Jesús y las almas. Por esta razón, donde faltan los sacerdotes, la condición moral y espiritual de los hombres es verdaderamente penosa; donde no hay correspondencia a la vocación sacerdotal o a la vocación misionera, empiezan a faltar los “multiplicadores” de Jesús, como decía San Pedro Julián Eymard, y así la fe languidece y muere[4]. ¡Nunca dejemos de rezar por la santidad de los sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Una vez, un jefe de una tribu japonesa preguntó a San Francisco Javier, después de una predicación del Amor de Dios a los hombres: “¿Cómo es posible que Dios, si es tan bueno como dices, haya esperado tanto tiempo en hacernos conocer el Cristianismo?”. “¿Quieres saberlo?”, contestó el santo, con cierta tristeza-; es por esta razón: El mismo Dios había inspirado a muchos cristianos que vinieran a anunciar la Buena, pero muchos de ellos no han querido escuchar la invitación”[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca falten obreros santos para la mies del Señor!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 138,
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 138.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 139.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 139.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 139.

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