Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por los sacrilegios eucarísticos cometidos en una parroquia en Alemania. Para
mayor información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Los verdaderos sacerdotes son los que constituyen la
Iglesia, dándole estabilidad y fecundidad. El Beato Antonio Chevrier decía que
cada Iglesia tiene “por fundamentos, santos sacerdotes; por columnas, santos
sacerdotes; como lámpara, un santo sacerdote; en el púlpito, un santo
sacerdote; en el altar, un santo sacerdote, ¡otro Cristo!”[1]. Y esto lo podemos
constatar en la historia de la Iglesia con la enorme cantidad de sacerdotes
santos: se santificaron en el ejercicio de su ministerio y fueron a su vez el
instrumento para la santidad de innumerables santos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Porque participa del Sacerdocio del Sumo y Eterno Sacerdote
Jesucristo, es que debemos venerar al sacerdote y estarles muy agradecidos,
ante todo, porque nos da el alimento del alma, que es Jesús Eucaristía. Pero además
de esto, debemos rogar a Dios para que cumpla santamente su altísima misión,
que es ser instrumento de santificación para las almas. La misión del sacerdote
ministerial es la misma misión de Jesús, el Hombre-Dios: perdonar los pecados y
llevar a las almas, convertidas en hijas adoptivas de Dios por la gracia, al
Cielo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que todos los sacerdotes de
Cristo sean santos!
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por su participación al sacerdocio del Hombre-Dios
Jesucristo, el sacerdote es “asimilado al Hijo de Dios” (Heb 7, 3). En relación
a esto, decía el Santo Cura de Ars que “sólo en el Cielo medirá toda su
grandeza. Si lo entendiese ya en la tierra, moriría, no de espanto, sino de
amor. Por esto, después de Dios, el sacerdote lo es todo”[2]. También nos sucedería a
nosotros lo mismo: si pudiésemos entender la sublimidad y grandeza del sacerdote
ministerial y de su misión, moriríamos de alegría y de amor.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Ahora bien, la sublimidad y grandeza de la misión del
sacerdote comporta una gran responsabilidad para el sacerdote, que después de
todo, es humano y como tal, cargado de pecado y también de miserias, propias de
la humanidad, aun cuando se esfuerce por transitar el camino de la santidad,
que es el seguimiento de Cristo crucificado. Decía San Bernardo: “El sacerdote
es, por naturaleza, como todos los demás hombres, por dignidad es superior a
cualquiera otro de la tierra y por conducta, debería ser un imitador de los
Ángeles”. El sacerdote debe ser como los ángeles: puro, casto, santo y ejecutor
inmediato de la Voluntad de Dios.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El sacerdote es, al mismo tiempo, “vocación divina,
misión sublime, vida angélica, dignidad excelsa, pesos agotadores, y todo esto
¡en una pobre humanidad!”. El beato D. Eduardo Poppe decía: “El sacerdocio es
Cruz y Martirio”. Y San Juan Bosco afirmaba que “un sacerdote no va nunca solo
ni al Cielo ni al Infierno; con él siempre van un gran número de almas: o
salvadas por su santo ministerio y su buen ejemplo, o perdidas por su negligencia
en el cumplimiento de sus propios deberes o por su mal ejemplo”[3]. Por esto mismo, debemos
siempre rezar por la santidad de los sacerdotes, además de ofrecer sacrificios
y penitencias por ellos, para que se mantengan siempre por el Camino de la
Santidad, el Via Crucis.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico,
Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 139.
[2] Cfr. 140.
[3] Cfr. 141.
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