Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por las
directivas del Partido Comunista Chino de enseñar la doctrina comunista en las iglesias
católicas chinas. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
En
este enlace se afirma que “el Partido Comunista Chino emitió un comunicado en
el que se exige a los grupos religiosos -católicos- a que llevaran a cabo actos
de promoción del pensamiento comunista”, el cual es radical y substancialmente
ateo, anti-cristiano y anti-humano, por lo que la reparación pública se impone.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Por
ser partícipe del Sacerdocio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, el
sacerdote ministerial tiene una altísima y sublime misión, que es la de
santificar las almas, para impedir que se condenen en el Infierno eterno y para
conducirlas al Cielo. Así, el sacerdote debe llevar a la fe a los incrédulos,
debe convertir a los pecadores, debe enfervorizar a los tibios, debe hacer
subir más en la santidad a los buenos y debe santificar todavía más a los
santos[1]. El sacerdote ministerial
sólo puede llevar a cabo esta misión si es “uno” con Jesús, porque sólo, sin Jesús,
“no puede hacer nada”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
San
Pío de Pietralcina decía que “el sacerdote o es un santo o es un demonio”. Esto
quiere decir que o santifica o convierte al alma en un alma pecadora. Cuando el
sacerdote profana su vocación con un comportamiento indigno, despreciando su
estado y renegando de él, sin importarle el haber sido llamado y elegido por el
Señor (cfr. Jn 15, 16), provoca un daño incalculable en el rebaño de Cristo[2]. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, intercede por los sacerdotes de tu Hijo para que sean santos y cada
vez más santos!
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
los procesos canónicos figura por escrito que el Santo Cura de Ars vertía abundantísimas
lágrimas “pensando en la desgracia de los sacerdotes que no corresponden a la
santidad de su vocación”. Y San Pío de Pietralcina ha descrito visiones angustiosas
sobre los espantosos y atroces sufrimientos de Jesús a causa de los malos sacerdotes.
Por esta razón, debemos orar no sólo por el aumento de las vocaciones sacerdotales,
sino por la santificación de quienes ya son sacerdotes.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Se
sabe que Santa Teresita hizo su última comunión, antes de su muerte, por esta
sublime intención: conseguir que un sacerdote descarriado retornara a su
vocación, de la cual había renegado. Se sabe también que este sacerdote murió
arrepentido, invocando a Jesús[3]. Imitando a Santa
Teresita, hay innumerables almas que se ofrecen como víctimas por los sacerdotes.
Son las almas predilectas de Jesús, quienes, unidas a Él, contribuyen a que los
sacerdotes que han renegado de su vocación vuelvan a ella, como así también que
los sacerdotes buenos se hagan santos y que los santos crezcan cada vez más en
la santidad.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
También
nosotros podemos imitar a esas almas y rogar nosotros por los sacerdotes, como
así también hacer sacrificios por ellos, siempre en unión con el Santo Sacrificio
de la Cruz de Jesús. Debemos rogar y hacer sacrificios sobre todo por los que están
en mayor peligro de caer o de cometer apostasía, aunque también lo debemos
hacer por los que están más adelantados y firmes en el camino de la santidad,
pues nadie está seguro en esta vida, mientras no pasamos a la vida eterna[4].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo
Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los
pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios
de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 140.
[2] Cfr. ibidem, 141.
[3] Cfr. ibidem, 141.
[4] Cfr. ibidem, 141.
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