sábado, 21 de diciembre de 2019

Hora Santa en reparación por ultraje a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe 111219



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje realizado contra la Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Los ángeles del cielo y los bienaventurados se regocijan y alegran sobremanera cuando un hombre alcanza la gracia en la tierra, porque por la gracia no solo el hombre se libra de muchos males, sino que alcanza la suma de todos los bienes que pueden existir en esta tierra[1]. Dice San Ambrosio: “Aproveche esto para sacar uno incentivos para ser bueno, si cree que su conversión ha de ser agradable a los coros de los ángeles, cuyo patrocinio o ha de desear o ha de temer su ofensa. Sé, pues, causa de alegría a los ángeles, que se alegren ellos por tu vuelta a Dios”[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         La alegría que experimentan los habitantes del cielo por la conversión de un pecador, la sabemos porque el mismo Hijo de Dios, que vino del cielo, nos la reveló: “Habrá gozo en el cielo entre los ángeles con la penitencia de un pecador”. ¡Gran cosa es la gracia, pues es causa de tanta fiesta donde no se hace ninguna por otras felicidades que alcancen los hombres! Aunque consiga uno el imperio del mundo, no se hablará de ello entre los ángeles; pero si se alcanza la gracia, se regocija todo el cielo[3].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.  

Meditación.

         En grandes alegrías no hace uno caso de las menores y a la presencia de un grande bien no se estiman los pequeños; ¿pues cómo puede ser sino cosa muy grande la gracia del hombre, pues a la presencia del Sumo Bien hace alegrar tanto a los serafines? Si los ángeles, estando en la bienaventuranza, estiman tanto la gracia ajena, el hombre, ¿por qué no estimará la propia, estando en este valle de lágrimas y miserias?

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Así como es de maravillar que los ángeles estando en la bienaventuranza reciban nuevo gozo con nuestra gracia, así es para espantar que los que estamos en este destierro tengamos otro gozo si no es el de la gracia. Es algo incomprensible que un hombre sin gracia pueda tener contento por algún bien de la tierra, por grande que sea[4]. ¿Qué contento puede tener quien se ve desheredado del cielo, condenado a penas eternas, enemigo de Dios, cautivo de Satanás, maldito de Dios? ¿Qué contento puede tener con estos males? Lloren pues los pecadores, para que los ángeles se alegren. Lloren, porque perdieron la gracia y lloren hasta recuperarla, pues su penitencia regocijará a muchos en el cielo, en donde todo será festividad. Procuremos, pues, alegrar a tantos bienaventurados con nuestro mismo bien y gocemos de él, pues ellos así se alegran.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         El Profeta Isaías supo bien que no había otra cosa de que pudiéramos gozarnos sino de la gracia: “Gozándome me gozaré en el Señor y mi alma dará saltos de placer en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de santidad y me cubrió alrededor con un palio de justicia, como a un esposo adornado con guirnalda y como una esposa ataviada con ricas joyas”[5]. El Profeta dice que “gozando se gozará” para significar un gozo aumentado y excesivo, que sobrepuja a todo otro gozo.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 316.
[2] Cfr. Lib. 7 in Lucam.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 316.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 316.
[5] 61, 1.

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