Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje realizado contra
la Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Para mayor
información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Los ángeles del cielo y los bienaventurados se regocijan y
alegran sobremanera cuando un hombre alcanza la gracia en la tierra, porque por
la gracia no solo el hombre se libra de muchos males, sino que alcanza la suma
de todos los bienes que pueden existir en esta tierra[1]. Dice
San Ambrosio: “Aproveche esto para sacar uno incentivos para ser bueno, si cree
que su conversión ha de ser agradable a los coros de los ángeles, cuyo
patrocinio o ha de desear o ha de temer su ofensa. Sé, pues, causa de alegría a
los ángeles, que se alegren ellos por tu vuelta a Dios”[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
La alegría que experimentan los habitantes del cielo por la
conversión de un pecador, la sabemos porque el mismo Hijo de Dios, que vino del
cielo, nos la reveló: “Habrá gozo en el cielo entre los ángeles con la
penitencia de un pecador”. ¡Gran cosa es la gracia, pues es causa de tanta
fiesta donde no se hace ninguna por otras felicidades que alcancen los hombres!
Aunque consiga uno el imperio del mundo, no se hablará de ello entre los
ángeles; pero si se alcanza la gracia, se regocija todo el cielo[3].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
En grandes alegrías no hace uno caso de las menores y a la
presencia de un grande bien no se estiman los pequeños; ¿pues cómo puede ser
sino cosa muy grande la gracia del hombre, pues a la presencia del Sumo Bien
hace alegrar tanto a los serafines? Si los ángeles, estando en la
bienaventuranza, estiman tanto la gracia ajena, el hombre, ¿por qué no estimará
la propia, estando en este valle de lágrimas y miserias?
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Así
como es de maravillar que los ángeles estando en la bienaventuranza reciban
nuevo gozo con nuestra gracia, así es para espantar que los que estamos en este
destierro tengamos otro gozo si no es el de la gracia. Es algo incomprensible
que un hombre sin gracia pueda tener contento por algún bien de la tierra, por
grande que sea[4].
¿Qué contento puede tener quien se ve desheredado del cielo, condenado a penas
eternas, enemigo de Dios, cautivo de Satanás, maldito de Dios? ¿Qué contento
puede tener con estos males? Lloren pues los pecadores, para que los ángeles se
alegren. Lloren, porque perdieron la gracia y lloren hasta recuperarla, pues su
penitencia regocijará a muchos en el cielo, en donde todo será festividad. Procuremos,
pues, alegrar a tantos bienaventurados con nuestro mismo bien y gocemos de él,
pues ellos así se alegran.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
El Profeta Isaías supo bien que no había otra cosa de que
pudiéramos gozarnos sino de la gracia: “Gozándome me gozaré en el Señor y mi
alma dará saltos de placer en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de
santidad y me cubrió alrededor con un palio de justicia, como a un esposo
adornado con guirnalda y como una esposa ataviada con ricas joyas”[5]. El
Profeta dice que “gozando se gozará” para significar un gozo aumentado y
excesivo, que sobrepuja a todo otro gozo.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 316.
[2] Cfr. Lib. 7 in Lucam.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 316.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 316.
[5] 61, 1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario