Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la destrucción
de iglesias católicas y la expulsión de sacerdotes en China comunista. Para mayores
informes, el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
La caridad, que viene al alma por la gracia, es el don más
excelso y grande que pueda tener un alma en esta vida[1].
Dice San Agustín: “La caridad es tan grande don de Dios, que se llama Dios”[2]. Y
según algunos autores –como el Maestro de las Sentencias-, la caridad no puede
ser otra cosa que la Persona del Espíritu Santo y que no hay otro hábito de
caridad más que esta divina Persona, por lo que supera infinitamente a todo don
creado e increado[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Santo Tomás afirma que aunque la caridad no es el mismo
Dios, ni tampoco es infinita, su efecto sí es infinito, porque une al alma con
Dios, levantándola a lo infinito, siendo ella en sí misma finita y limitada[4]. Es
como una fuerza que levantase en un instante a una montaña pesadísima y la
elevase hasta el sol y la llevase hasta el centro mismo del sol, para que
resplandeciera con su misma luz: esa fuerza es la caridad; el sol es Dios y la
montaña es el alma humana.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Sin embargo, aun mayor es la fuerza de la caridad, la cual
inclina el peso del amor humano –que por la concupiscencia está dirigida a las
cosas de la tierra- y, haciéndolo
traspasar todo lo creado y sensible, lo hace llegar hasta el Creador, uniéndolo
con Él a la creatura racional, además de hermosearla con su divina claridad y
belleza[5].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La acción de la gracia, de elevar el alma humana por encima
de lo creado y llevarla hasta el Creador, es algo infinitamente mayor que
levantar a todo el planeta tierra sobre la cumbre de los cielos, porque toda
esa distancia no es infinita, mas la distancia que hay de lo natural –el alma-
a lo divino –Dios-, esto es, de la creatura a Dios, es infinita y así la fuerza
de la caridad se puede llamar, en cierto modo, infinita[6].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Si le fuera dado a un hombre fabricar cielo y tierra,
resucitar muertos o el hacer cuanto quisiera en toda la naturaleza, no haría
con todo esto mejor obra que la caridad, porque la caridad excede no sólo a
toda potencia de las cosas naturales, sino a todas las potencias y virtudes
sobrenaturales y a todos los dones y gracias que reparte el Espíritu Santo, de
manera que si se compararan todos los dones y gracias y milagros, comparados
con la gracia, son como nada[7].
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 267.
[2] Epist. 103.
[3] Cfr. Nieremberg, o. c., 267.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 267.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 268.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 268.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 269.
No hay comentarios:
Publicar un comentario