Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el atropello contra los
derechos de Dios cometidos por la secta comunista china, al prohibir en una
provincia de esa nación los bautismos. Con la prohibición del Bautismo
Sacramental, se está conculcando un derecho divino: aunque el bautismo no es un
derecho humano –pero todo hombre tiene derecho a conocer a Dios, a amarlo y a
pedirle su protección- sí es, ante todo, un derecho divino, porque Dios es el
Creador de los hombres y es Su voluntad el adoptarlos como hijos precisamente
por el Bautismo Sacramental y el oponerse a esta voluntad divina es conculcar
un derecho de Dios. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Te adoramos, Hostia
divina”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
Para
que nos demos cuenta del valor que tiene la virtud de la caridad, es necesario
recurrir a las Escrituras. Con relación a esto, el Apóstol San Pablo, inspirado
por el Espíritu Santo, dice: “Si tuviera tal don de lenguas que hablara todas
las lenguas de los hombres y no sólo las de los hombres sino las de los ángeles,
si no tengo caridad, no seré más que la lengua de un cencerro que hace ruido, o
el retintín de una campana. Y si tuviera tales dones y profecías (…) y no
tuviese caridad, nada soy”[1]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que la
caridad que nos infunde tu Hijo desde su Sagrado Corazón Eucarístico se
traduzca siempre en obras de caridad!
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Parafraseando al Apóstol, dice un autor: “Todas las cosas,
sin caridad, son igual a nada, porque sin ella no se pueden aprovechar para
agradar a Dios y así salvar uno su alma”[2]. Esto
es tan cierto que, aun si alguien fuera el más limosnero del mundo de modo que
distribuyese su cuantiosa hacienda y todo lo que tiene, para sustentar a los
pobres, si lo hace sin caridad, en nada aprovecha para la salvación del alma,
por no aprovecharle a Sapricio el ofrecerse al martirio y ser llevado a morir
por Jesucristo, por faltarle caridad, no queriendo perdonar a San Nicéforo[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Sin la caridad, de nada valen ni los dones de Dios ni las
obras de suyo virtuosas, para la salvación del alma[4]. Con
respecto a la caridad que viene al alma con la gracia, son igual a nada todos
los bienes de la tierra e incluso todos los enormes dones que vienen del cielo
y esto porque la caridad no sólo excede a las cosas naturales, sino a tantos
favores, aunque sean sobrenaturales.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Si no hay caridad, no sirven para la salvación ni don alguno
ni obra virtuosa alguna, porque es sólo la caridad la que da valor y vida a
todas las virtudes y ella sola vale por todas y allí donde está ella están
todas las demás. Por eso la llamó Pablo “vínculo de perfección” y Santo Tomás
dijo que era forma de todas las virtudes, porque ella les da a las virtudes
valor, vida y mérito para la vida eterna[5].
Se pregunta un autor: “¿Qué mayor eficacia que ésta, que siendo una virtud la
caridad, valga por todas las virtudes y que todas las virtudes sin ella estén
muertas y ella dé vida a todas?”[6]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca
quedemos sin caridad en el corazón, para así ser siempre agradables a los ojos
de tu Hijo Jesús!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
San Pablo le atribuye a
la caridad todas las obras virtuosas y así, dice que la caridad es paciente,
porque ella vale por la paciencia y a la misma paciencia le da forma y vida. Dice
que la caridad es benigna, porque ella vale por la benignidad y da a la misma
benignidad forma y vida y lo mismo sucede con la concordia. Además, la caridad
no hace mal a nadie, porque vale por la justicia y da a la justicia vida y valor;
la caridad vale por la humildad, porque no se hincha vanamente; no es
ambiciosa, ni se irrita ni se enoja, porque vale por la mansedumbre y lo mismo
sucede con todas las virtudes, de quienes es reina y a las que da vida, forma,
alma y fin.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1] 1 Cor 13.
[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 269.
[3] Vita S. Niceph.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 296.
[5] L. c., art. 8.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 270.
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