Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra
una imagen de la Divina Misericordia y por la profanación de un sagrario en
Nicaragua: tanto la imagen de Jesús Misericordioso como el sagrario, ambos recibieron disparos de bala por parte de enardecidos
manifestantes socialistas. Para mayor información, se puede consultar el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Además
de la caridad y de las virtudes infusas, la gracia trae al alma algo impensado:
los dones del Espíritu Santo. Escribe un autor: “Así como por el alma recibe el
hombre el ser natural, así también por la gracia recibe el ser espiritual y
divino. Y como de una simple esencia del alma nacen las potencias, de la misma
manera surgen de la gracia virtudes y dones”[1]. Es
decir, el Espíritu Santo entra en el alma en gracia, colmándola de sus riquezas
celestiales, que son sus dones.
Segundo
Misterio.
Meditación.
El
Profeta Isaías nos encomienda la santidad de Cristo Nuestro Señor y la
significa por la posesión de estos divinos dones, como una gran cosa y dice
así: “Saldrá una vara de la raíz de Jesé y una flor subirá de su raíz, sobre la
cual reposará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de entendimiento;
espíritu de consejo y de fortaleza; espíritu de ciencia y de piedad y le henchirá
el espíritu de temor del Señor”[2]. Ahora
bien, lo que dice el Profeta como gran alabanza del Hijo de Dios, esto se da,
de manera participada, por ser algo tan grande la gracia, a todos los que la
tienen[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
En
el que tiene la gracia viene el Espíritu del Señor y les infunde estos siete
dones divinísimos, de los cuales, dice Job, “no sabe el hombre su precio, ni se
halla en la tierra de los que viven regaladamente. El abismo dice: No está en
mí; y el mar habla: No está conmigo. No se pagará dando por él oro finísimo, ni
con pesar plata por su trueco (…) No le llega el oro, ni el diamante, ni
aparadores de oro son dignos de trocarse por él. Tráese la sabiduría de lo
oculto”[4]. Con
todas estas figuras quiso significar que el Espíritu Santo es este don que es
de suyo incomparablemente más valioso que si alguien recibiera todas las
riquezas del mundo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Con
la gracia se recibe al Espíritu Santo y a sus dones, lo cual es una dicha
incomparable para el justo, más que si recibiera para su uso toda la riqueza
del universo. Afirma un autor que “el don del Espíritu Santo fue significado en
el candelabro de oro de siete brazos, tal como le fue revelado a Moisés[5];
el candelabro tenía siete cirios, los cuales representaban los siete dones del
Divino Espíritu de Dios, ardiendo todo el día en el acatamiento divino. Este hermoso
candelabro era limpísimo y de oro purísimo y de este material eran las
lamparillas en las que estaban los cirios, porque el alma para llegar a tener
estos dones ha de estar limpia por la gracia y debe tener la caridad de Dios,
significada por el oro”[6].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Los
dones del Espíritu Santo que vienen al alma con la gracia disponen al alma a
escuchar a este Santo Espíritu y también la capacitan para que sea dócil a sus
mociones. Esto, dice Santo Tomás, es porque mientras las virtudes se dan para
obrar libremente por el propio arbitrio, aunque siempre ayudado por la gracia, los
dones son para obrar, movido el hombre por el Espíritu Santo, para obedecer su
inspiración y un ejemplo de esto los tenemos en los santos Macabeos y en muchos
santos hebreos más, que con tal de no infringir la Ley de Dios, no dudaron en
ofrecer sus vidas terrenas, para así conquistar la vida eterna, y lo mismo
sucede con todos los mártires de todos los tiempos: todos obraron movidos por
el Espíritu Santo, por medio de sus dones divinísimos. Por los dones, el alma
se mueve por el Espíritu Santo así como la nave, desplegadas sus velas, se
mueve por el viento[7].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 286.
[2] Cfr. Cap. 11.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 287.
[4] 28, 13.
[5] Éx 25.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 288.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 288.
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